Europa

Margaret Thatcher y su defensa de la libertad, siempre en nuestra memoria

A punto de cumplir 83 años, la ex Primera Ministra Británica sufre demencia senil. Su obra política quedará en la memoria de todos los que amamos la libertad, pues ella fue una de sus más firmes defensoras.

La palabra libertad tiende a ser un vocablo de uso común entre los políticos, tanto que en ocasiones se desnaturaliza, desvaloriza y desvirtúa. Margaret Thatcher, política con mayúsculas, le dio su significado real.

 

Triste noticia la que podíamos leer el domingo 24 de agosto en La Razón, El País o El Mundo. La que fuera Primera Ministra Británica entre 1979-1990 sufre graves problemas de salud vinculados a la pérdida de memoria.

 

Apartada de la vida política, durante los últimos años Thatcher ha impartido magisterio, apostando por premisas que no diferían de aquellas que había aplicado en su etapa al frente del panorama británico y mundial.

 

La defensa de la libertad y del individuo, centralizaron y centralizan su corpus ideológico. Ese es y será el gran legado que nos deja. La tenacidad y la firmeza, sus grandes virtudes personales, gracias a las cuales ayudó a cambiar para mejor el mundo en los convulsos años ochenta. Las generaciones más jóvenes deberían conocer su ideología y obra.

 

Cuando llegó al poder, Occidente parecía abandonado a su suerte. Más delicada era la situación de su país, en bancarrota económica, política y moral. Lo fácil hubiera sido aceptar este escenario y aplicar una suerte de "más de lo mismo", no en vano era la política por la que parte del Partido Conservador abogaba. Lo complicado, lo que hizo: invertir los términos de aquella peligrosa tendencia.

 

Se la asocia con la lucha contra el comunismo. Cierto, pero debemos dar un paso más y desglosar las razones por las que obró de tal modo. La principal, que la citada ideología implicaba el binomio tiranía/opresión para el ser humano y sus capacidades de autorrealización. La Europa que estaba bajo la esfera de influencia de la URSS ejemplificaba bien ese liberticidio.

 

Focalizó sus energías en finiquitar esa situación y lo consiguió. La caída de los regímenes comunistas del este Europa son la prueba irrefutable que pasará a la historia. La aclamación con que fue recibida en 1991 por checos o polacos, aún sin ser Primera Ministra, suponía que la libertad y Thatcher se habían fundido en un todo indisoluble.

 

Fiel a una concepción hobbesiana de la naturaleza humana, anunció que nuevas amenazas se cernían. El tiempo le dio la razón, como siempre. Su modus operandi nos ofrece una ventaja para afrontar y derrotar a aquéllas. Para ello deberemos partir de su tesis central: la superioridad moral de la democracia y de la libertad.

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