Europa, Política

Preparar el día después

Es imposible no relacionar la trayectoria política de Artur Mas y de su designado delfín, Carles Puigdemont, con el caso Palau.

Mientras Fèlix Millet afirmaba ante el tribunal que juzga el caso Palau que la empresa Ferrovial hacía donaciones a CDC a cambio de obra pública, el president Puigdemont confirmaba la fuga hacia delante con la tramitación exprés para la desconexión con España.

Fèlix Millet confesó que las comisiones que llegaban de Ferrovial ascendían al 4%, que se repartían entre CDC, él mismo y Jordi Montull. Los detalles sobre la disponibilidad de dinero en efectivo, se supone que negro, para celebrar bodas, efectuar obras en los domicilios particulares y demás gastos en viajes de lujo a lugares lejanos son lo de menos.

Puigdemont insistió en celebrar el referéndum sin tener en cuenta que el Consell de Garanties Estatutàries ha declarado por unanimidad que es ilegal porque la partida presupuestaria destinada a la celebración de la consulta va en contra de la ley. El president dice que el CGE les ha negado la poesía pero ha avalado la prosa. Viva la metáfora, sí señor.

Puigdemont, de la mano de parte de su partido y bajo la presión de los diputados de la CUP, está llevando al país a un conflicto político y social que no responde a la voluntad de la mayoría de los catalanes. Con trampas y con leyes preparadas en secreto que no están al alcance ni siquiera de los diputados que las tienen que votar. Es impropio que todo este proceder se ejecute, además, dando lecciones de democracia. No se olvide que la democracia, entre otras cosas, es defender a las minorías y someterse a los debates que decisiones tan relevantes merecen. La independencia no es delito siempre y cuando se defienda a través de los mecanismos del Estatut y de la Constitución.

De todo lo que ocurre se desprende que el objetivo de Puigdemont es forzar la intervención del Estado con una ruptura unilateral para aparecer ante el mundo como víctimas y para recabar el apoyo de los catalanes que saldrían a la calle para protestar contra el Estado que recorta las libertades. Un bello relato voluntarista e incluso romántico. Albert Manent me hablaba de que había que evitar de nuevo la frustración colectiva.

Las confesiones de Fèlix Millet son variopintas y hasta cierto punto insólitas. Pero confirman la financiación ilegal de CDC, que ha hecho saltar por los aires el partido fundado por Jordi Pujol del que ahora Puigdemont es su sucesor, aunque con siglas distintas.

Es imposible no relacionar la trayectoria política de Artur Mas y de su designado delfín, Carles Puigdemont, con el caso Palau. La corrupción de la que se beneficiaba CDC no fue nunca admitida por Artur Mas, que obligó a Pasqual Maragall a retirar la acusación del 3% en sede parlamentaria. Era el 4%.

Llegados a este punto, pienso que hay que pensar en el día después para ver cómo se reconstruye la convivencia cívica y política y para ser gobernados por personas más decentes.

Publicado en La Vanguardia el 9 de marzo de 2017

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