América, Política

Si Hillary se postula, no será como Demócrata Clinton

Bill Clinton es igual de popular entre los Demócratas que siempre, puede que todavía más. Cobra cantidades excepcionales por conferencia. Los candidatos se disputan su apoyo. Según un sondeo reciente, es el presidente más popular de los 25 últimos años.


Entre el revuelo de voces que recibió al fallo del Tribunal Supremo en el caso de la empresa Hobby Lobby, muchos izquierdistas reservaron incisivas palabras a la Ley de Protección de la Libertad Religiosa, el código federal en el que se fundamenta la sentencia.

El izquierdista Centro para el Progreso Americano instaba al Congreso a rebajar los mecanismos de protección contenidos en la ley, y la bitácora editorial del New York Times recordaba oportunamente al votante que "las intervenciones del Congreso pueden revocarse o modificarse si hay en ejercicio legisladores buenos”. La Fundación para la Libertad de la Religión contrataba publicidad a toda plana insistiendo en que "el Congreso ha de derogar la Ley de Protección de la Libertad Religiosa”. Hillary Clinton echaba madera al fuego, informando a los presentes en Aspen, Colorado, que la interpretación del código por parte de la instancia judicial recuerda a la clase de teocracias "muy inestables y antidemocráticas" en las que los hombres explotan "a la mujer y los cuerpos de las mujeres… a causa de su religión, su secta, su tribu". 
 
La ley que Hillary Clinton y el resto encuentran tan inquietante hoy, por supuesto, fue aprobada por el Presidente Bill Clinton en 1993. El Congreso había tramitado el borrador con desproporcionado apoyo bipartidista; el izquierdista Ted Kennedy y el conservador Orrin Hatch fueron sus principales impulsores en el Senado. “Que no se nos ocurra nunca que la libertad religiosa nos impone a alguno de nosotros el deber de alejarnos de nuestras conciencias”, dijo Clinton en la ceremonia de aprobación. “Respetemos la confesión del prójimo y luchemos a muerte por proteger el derecho de todo estadounidense a ejercer [sus] convicciones”. La mayoría de los Demócratas, como la mayoría de los Republicanos, compartían por entonces esa opinión.
La ley de libertad religiosa de Bill Clinton no es la única que los Demócratas de izquierdas miran hoy con desprecio.

Fue Clinton quien aprobó la política “Don’t Ask, Don’t Tell” de los homosexuales en el ejército en 1993 y la Ley de Defensa del Matrimonio tres años más tarde. El Vicepresidente Al Gore y él se emplearon porque prosperara el Tratado de Libre Comercio de las Américas. Clinton implantó la Ley Helms-Burton, que tipifica y amplía las sanciones norteamericanas a Cuba. Y aprobó la Ley de Liberación de Irak de 1998, que convertía en legislación estadounidense "apoyar los esfuerzos por deponer el régimen encabezado por Saddam Hussein”.

Dos meses más tarde, Clinton ordenaba una importante campaña de bombardeos contra objetivos iraquíes, diciendo que a Saddam "no debe permitírsele amenazar a sus vecinos ni al mundo" con arsenales de destrucción masiva.

 

El último presidente Demócrata aprobó la Ley de Equilibrio Presupuestario de 1997 y la acompañó de cuatro ejercicios de superávit presupuestario federal, los primeros en tres décadas. Aprobó rebajas fiscales que bajaban del 28 por ciento al 20 por ciento el tipo impositivo máximo a tributar por inversiones, inmuebles o patrimonio. Pero su logro legislativo nacional más importante fue sin duda la reforma de lo social. En su primera intervención del Estado de la Unión, Clinton había prometido "poner fin al estado del bienestar que conocemos", y a través de un maridaje de obligaciones laborales y límites de prestación, la ley de reforma de lo social que apoyaba lo cumplía en agosto de 1996. El número de casos atendidos por el Estado se desplomaría un 54 por ciento durante la década siguiente, y a medida que millones de madres se fueron incorporando al mercado laboral, las tasas de pobreza infantil también se desplomaron.
 
Suele decirse que el Partido Republicano se ha desplazado más a la derecha durante las últimas décadas, como de hecho ha pasado. ¿Pero cabe duda razonable de que los Demócratas se han escorado a la izquierda de forma todavía más acusada? A ningún aspirante Demócrata a candidato presidencial se le ocurriría postularse hoy al frente de una plataforma de detractores del matrimonio homosexual, de partidarios del endurecimiento del embargo a Cuba, de limitar las condiciones para acogerse a las ayudas sociales o de rebajar de forma drástica los impuestos a los beneficios de las empresas.
 
Bill Clinton es igual de popular entre los Demócratas que siempre, puede que todavía más. Cobra cantidades excepcionales por conferencia. Los candidatos se disputan su apoyo. Según un sondeo reciente, es el presidente más popular de los 25 últimos años.
Pero un "Demócrata del linaje Bill Clinton" no tendría ninguna posibilidad en el seno del Partido Demócrata moderno. Eso incluye a Hillary Clinton, que — en la práctica, no siempre en términos explícitos — ha rechazado ya la herencia de su marido en cuestiones que van del matrimonio homosexual a Cuba, pasando por la política tributaria.
 
“La polarización no es unidireccional”, observa el experto en sondeos Andrew Kohut. Desde los tiempos de Bill Clinton en la administración, los "Nuevos Demócratas" centristas de los que él era adalid se han visto condenados al ostracismo. Los Demócratas "son mucho más de izquierdas socialmente que hace una década, más partidarios de un gobierno intervencionista, más abiertos a endurecer la regulación de la actividad económica", escribe Kohut. Y la oportunidad llama a quienes desplazan a la formación todavía más a la izquierda.
 
Los Demócratas adoran a Bill Clinton. ¿Y las prioridades que él tenía cuando pasó por la Casa Blanca? Menos. La formación rehusó elegir candidata a su mujer cuando ella se postuló a presidente en 2008. No está claro en absoluto que las bases Demócratas, de cara a 2016, hayan cambiado de postura.
 

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