Muchos han vuelto la vista hacia Blair y se acuerdan de Aznar.

Editorial
Analistas y diplomáticos coinciden en que la derrota de la Europa cerrada, antiamericana, proteccionista y populista (Chirac, Zapatero y Schroeder) deja el camino despejado para encarar un proyecto más abierto, atlantista, flexible, reformista,  innovador y hasta liberal, de la mano de Tony Blair.

Frente al espejo de la Europa de la demagogia facil para el interno consumo (Irak), se debe elegir entre la reforma o seguir apostando por ese modelo inmovilista, que revienta las cuentas del erario público y afixia a los contribuyentes con impuestos abusivos y la excusa de falsas protecciones sociales que sólo han generado paro y estancamiento.

A esa Europa, por esas razones, por otras y las contrarias, tanto franceses como holandeses han dicho “No”. Falta en Europa liderazgo, firmeza y decisión para resolver las cuestiones de fondo y acabar con el discurso del “miedo” (a América, a la globalización, a los productos agrícolas del Tercer Mundo…) y valor para garantizar con realismo la sanidad, las pensiones, el medio ambiente… El mal llamado euroescepticismo no es otra cosa, ahora, que el hartazgo ciudadano ante las promesas de líderes sin credibilidad, con gran talante, que prometen paraisos con viejas recetas agotadas.

Bueno, así las cosas, parece que el recambio de Chirac y Schroeder, sería Zapatero. Pero muchos han vuelto la vista ya hacia Blair y se acuerdan de Aznar.