La victoria de Donald Trump ha sido tan contundente que nadie serio ha podido culpar a los blancos, viejos, pobres o tontos. Ha ganado 73 millones de votos, el voto popular, el senado, el congreso y todos los estados bisagra, según las últimas noticias.
Según la CNN, Trump obtuvo el apoyo de aproximadamente el 13% de los votantes afroamericanos a nivel nacional y el 45% de los votantes hispanos. En las elecciones de 2020, Trump ganó solo el 8% y el 32% respectivamente. Trump ganó entre los hombres hispanos con un 54%. Con Joe Biden le votaron un 59%. Trump ganó con el 20% de los votantes afroamericanos masculinos y redujo el diferencial con las votantes afroamericanas en casi 2 puntos. Trump ganó entre la clase media trabajadora con un 55%, el voto joven y el voto de los primeros votantes.
La reacción de los mercados ha sido inmediata. Una fortísima subida del dólar y de las bolsas norteamericanas.
En Europa, donde no existe casi apoyo mediático ni político a los republicanos, uno de los grandes errores del centro derecha europeo entregado al wokismo, se considera que Trump es una amenaza. No es así.
Empecemos por lo que más titulares ha generado: los aranceles.
El proteccionismo aparece en los medios de comunicación cuando gobierna Trump, pero nos olvidamos de que el que implementó más medidas proteccionistas fue Obama y que Biden y Harris mantuvieron todos los aranceles y aumentaron varios de ellos. Entre 2008 y 2016, ningún país del G-20 implementó más medidas proteccionistas que Estados Unidos, más de 600 según Global Trade Alert. Pues bien, Karl Friederich Israel en GIS estima que el comercio entre Estados Unidos y la UE se fortalecerá.
Sabemos, por el periodo 2016-2024, que los aranceles han tenido un impacto mínimo en las empresas exportadoras. La actividad de exportación a EEUU ha crecido, aunque las medidas proteccionistas de Biden hayan aumentado y consolidado las que se impusieron con Obama y Trump.
Sabemos que los aranceles se eliminan negociando. Portugal, Grecia o Italia negociaron y les quitaron los aranceles. El Gobierno del cohete es el único que se ha tragado todos los aranceles sin negociar.
Sabemos, por el periodo 2016-2021, que los aranceles no causan la inflación. De hecho, lo sabemos por toda la historia monetaria. Los aranceles pueden subir el precio unitario de un producto cuya demanda sea muy inelástica y su producción sea completamente externa, pero esos productos son muy pocos y no suben los precios agregados, ni de lejos. Muchas empresas interiorizan el arancel en un mercado competitivo.
La evidencia empírica es que la inflación, que es la reducción del poder adquisitivo de la moneda reflejada en el alza de los precios agregados, solo viene de disparar el gasto público imprimiendo moneda y aumentando la velocidad del dinero.
Además, los aranceles suponen más compra de dólares desde el extranjero, lo que fortalece el poder adquisitivo de la moneda norteamericana y reduce la inflación.
Eso no significa que los aranceles sean una buena política, pero es una respuesta a una UE y China que aplican medidas proteccionistas constantes usando la inseguridad jurídica y la prohibición, el exceso de regulación y la excusa medioambiental. Un ejemplo evidente es la propuesta de la Comisión Europea de control de las inversiones en la UE, que es proteccionismo económico. Lo mismo ocurre con los insoportables requisitos regulatorios y supuestamente medioambientales.
Hemos leído en medios de comunicación que la Unión Europea sufrirá un impacto de 180.000 millones de euros por aumento de aranceles. Me parece una exageración atendiendo a la evidencia del pasado, pero si lo miramos desde el punto de vista norteamericano, la oficina de comercio de Estados Unidos estima que pierde 250.000 millones de dólares anuales en posibilidades de exportación por las restricciones proteccionistas de la UE y más de 600.000 millones de dólares anuales por la inseguridad jurídica, robo de propiedad intelectual y limitaciones a la inversión de China.
¿Por qué es una oportunidad para Europa? Miremos el ejemplo de tantas empresas españolas que han crecido y multiplicado sus beneficios invirtiendo en EEUU desde la primera administración Trump.
Las empresas españolas y europeas, incluidas las asociaciones empresariales, tienen la obligación de forzar a la UE a negociar y eliminar sus barreras al automóvil, la ganadería y la agricultura norteamericanas. Además, tienen la oportunidad de negociar individual y colectivamente sin necesidad de acudir a la burocracia española y europea. Las empresas que inviertan en EEUU, creen empleo y fabriquen en EEUU no van a tener aranceles.
Lo que sí van a tener en Estados Unidos es un entorno que favorece la inversión, bajos impuestos y desregulación, esenciales para acabar con el engaño que se ha implementado, que convierte la excusa medioambiental en una herramienta de expolio fiscal sin impacto en el clima.
Estados Unidos no solo va a invertir y facilitar como nunca la exploración y minería de petróleo, gas, tierras raras y minerales, que es una gran oportunidad en sí misma para nuestras empresas. Estados Unidos va a generar en los próximos años la mayor oportunidad de la historia en renovables, infraestructuras y tecnología, eliminando excesos regulatorios, fiscales y burocráticos.
La bajada de impuestos que va a implementar Estados Unidos es otra oportunidad. La mayor amenaza para las empresas y la economía europea era tener aliados de expolio fiscal en Estados Unidos. Cuando la UE lanza propuestas fiscales confiscatorias y en el otro lado del océano Janet Yellen y Biden-Harris las bendicen, el mundo está condenado al expolio. Ahora, la UE va a tener un freno a sus veleidades expropiatorias con una administración que baja impuestos.
Las empresas españolas también se van a ver beneficiadas ante una política energética y exterior opuesta a la de Biden. Gas natural, petróleo y tierras raras más abundantes, eliminando el riesgo de OPEP y China. Estados Unidos va a seguir reduciendo emisiones y liderando la inversión en renovables sin robar a los ciudadanos con políticas inútiles que solo buscan recaudar.
El mayor riesgo para las empresas españolas y europeas será si la Unión Europea, de nuevo, aprovecha para imponer más trabas regulatorias, fiscales y proteccionistas a la inversión y el empleo. La UE tiene todos los ingredientes para crecer y desarrollar sus empresas; el problema de exceso de regulación, impuestos caníbales y planes de estímulo fracasados (Juncker, Next Generation) es un problema creado por nosotros mismos.
La llegada de Trump es un alivio para las empresas y ciudadanos que se encontraban ante un mundo donde los países acordaban rápidamente robar más en impuestos con tipos mínimos y salvajadas como impuestos a los beneficios no realizados.
La llegada de Trump es una oportunidad para que la UE abandone su proteccionismo medioambiental y burocrático. Esto evitará también los aranceles. Un aumento de inversión en defensa europea y menos regulación e impuestos son beneficios para todos… y entonces, no habrá riesgo por aranceles.
La llegada de Trump y Musk, además, permite a la UE apalancar el liderazgo tecnológico y energético de Estados Unidos y beneficiarnos todos. La UE no tiene ni liderazgo tecnológico, ni financiero ni energético ni fiscal. Es hora de cambiarlo. Os garantizo que, si Trump ve a la UE cambiar de bando y abrazar la libertad y apertura, será el primero en eliminar los aranceles. Los suyos, los de Biden y los de Obama.
La mejor política para Europa es dejar de dispararse en su propio pie y aliarse con Estados Unidos. Si seguimos acercándonos a China y flagelándonos con impuestos y regulación, solo vamos a perder. Elijan su equipo.
Este artículo ha sido publicado originalmente en dlacalle.com
Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres.