Dada esta experiencia, que terminé en 1999, encuentro picantes pero deprimentes las últimas noticias de ese diario y de su sindicato.
El primer tema merecedor de interés fue la información de que el actor Sean Penn, que se ha especializado en interpretar a delincuentes cerebralmente muertos, condenados del corredor de la muerte y personajes límite similares en películas, ha sido enviado a Irán, a "informar" – léase periodísticamente — de las elecciones de allí, por nada menos que mi antiguo diario, el Chronicle.
Bien, resultó que ese ejercicio de estupidez fue incluso menos significativo de lo que parecía a primera vista. Según mis fuentes en la sala de prensa del Chronicle, Phil "pateaculos" Bronstein, el editor del diario, que lleva botas de vaquero, hizo circular una nota esta semana garantizando a su personal que Penn no sería empleado como corresponsal del Chronicle. Por el contrario, se proporcionó al actor una carta de credenciales generales como periodista independiente potencial, y se le animó a escribir relatos al estilo de un diario que serían cuidadosamente evaluados para posible publicación. Bronstein, conocido antes como "Mr. Sharon Stone", dijo a su personal que a Penn, antes "Mr. Madonna," que quedó como un idiota metiendo la pata por Irak antes del comienzo de su liberación, no se le pagaría como profesional, y que el diario no buscaba comentarios políticos del actor.
Esta postura era aparentemente cauta para el impulsivo Bronstein, mejor recordado en San Francisco por una pelea en las instalaciones de su anterior diario, el San Francisco Examiner, en donde le rompió el pie a un consultor político, Clint Reilly. Pero los esfuerzos de Bronstein por legitimar las aventuras de Penn no son nada nuevo. El actor volvió a Bagdad en el 2004, redactando sosas notas breves para el Chronicle describiendo sus progresos por varios aeropuertos y ofreciendo fervientes recomendaciones de Medea Benjamin, la experimentada agitadora antiamericana que dirije Global Exchange, un frente propagandístico de la dictadura de Castro y de regímenes desagradables similares. La prosa de Penn estaba trufada de observaciones de a pie sobre el Irak recorrido por la guerra. También en esa ocasión, el experimento periodístico del inarticulado actor se benefició del patrocinio de Bronstein. Pero el editor del Chronicle, cuyo principal logro de investigación fue su descubrimiento del armario lleno de zapatos después de que el marido de Imelda Marcos, Ferdy, abandonara el poder, fue al parecer objeto de crítica por parte de reporteros reales que trabajan para él cuando Penn despegó rumbo a Irán afirmando representar al diario.
Los principales medios son un miasma de improvisaciones irresponsables e ideológicas, especialmente en nuestros días. No me pilló desprevenido pues cuando se informó a finales del mes pasado que Linda Foley, la presidenta del gremio de la prensa, había publicado alegaciones despreciables de que los militares norteamericanos en Irak tenían una "naturaleza arrogante… hacia la muerte de periodistas", que Foley describió como "un escándalo". Repitiendo las observaciones que condenaron al ex ejecutivo de la CNN Eason Jordan, continuó diciendo, "Apuntan y matan a periodistas de otros países, particularmente países árabes como de Al Jazira, por ejemplo. En realidad les apuntan y vuelan sus estudios con impunidad". Después, incoherentemente, echó la culpa de la situación a "los conglomerados mediáticos", su blanco predilecto.
¿Qué decir a eso? Como todos, he aprendido la profundidad de la corrección política a la cual se ha hundido San Francisco, de donde me exilié tras 47 años, y especialmente a la que se ha hundido el Chronicle, donde pasé una década de trabajo. Mi ciudad, queriendo decir el lugar en el que se formó mi carácter intelectual, ha desaparecido; y mi diario está dispuesto a abandonar cualquier pretensión de profesionalidad, como si el predecible izquierdismo por el que ha sido conocido desde los años 40 fuera insuficiente. Pero también tengo experiencia previa con Foley y el esfuerzo que ella ha hecho por convertir mi viejo sindicato en otra fortificación más de posicionamiento antiamericano.
Foley hizo sus acusaciones acerca de las fuerzas norteamericanas en Irak en una "Conferencia Nacional de Reforma de los Medios" celebrada en St. Louis del 13 al 15 de mayo. El acontecimiento era un lugar extraño para que una líder de un sindicato de prensa se presentara, dado que sus principales participantes eran tábanos tales como Al Franken o Jim Hightower, junto con Amy Goodman, de la Pacifica Foundation ultraizquierdista, y… Medea Benjamin, habilitadora de Sean Penn en su salto con una libreta de reportero. El punto álgido de la conferencia era una perorata de Bill Moyers en defensa de la Public Broadcasting Service. ¿Por qué iba a aparecer en tal acto un líder sindicalista serio, cuya principal preocupación debían ser los sueldos a pagar, las condiciones de trabajo y temas delicados similares?
Pero Foley no es una sindicalista seria. Eso se hizo evidente durante mi mandato como funcionario del gremio, cuando observé la lucha interna de la organización entre la pandilla de Foley y la formación opuesta, con sede en mi norte de California local y en la sociedad de New York City, que representa principalmente a combatientes sindicalistas pasados de moda en el New York Times. Foley, una ex reportera en el Herald Leader de Lexington, Kentucky, propiedad de la cadena Knight Ridder, fue elegida para la presidencia nacional del sindicato en 1995. En su búsqueda del puesto más alto en el gremio, se posicionó a sí misma y a sus partidarios como héroes de temas políticos de izquierdas, como la diversidad étnica en la contratación o las denuncias de concentración de propiedad de los medios.
La oposición a Foley, que mis colegas en el gremio del norte de California y yo apoyamos, había destacado la misión histórica de proteger empleos, salarios y condiciones de trabajo mejores. Pero el sindicalismo al viejo estilo estaba destinado a perder. Los representantes de esa tradición no habían tratado la propiedad de cadenas tales como la de Hearst como tema de trabajo, mientras el sindicato pudiera organizar a los empleados del gigante corporativo. Pero los tiempos obviamente han cambiado, y hoy, los ataques retóricos destinados a templar los corazones de los izquierdistas condenando a los propietarios de los medios simplemente por ser propietarios, son más importantes para los funcionarios sindicales que obtener buenos contratos.
Al difamar a los soldados norteamericanos, Foley coge el turno a Aidan White, de la Federación Internacional de Periodistas (IFJ), un grupo "obrero" con sede en Bruselas que también conozco bien. White, que abandonó hace tiempo cualquier compromiso con la mejora económica de los empleados de los medios, ha repetido en varias ocasiones acusaciones falsas difundidas de que la coalición liderada por Estados Unidos apunta a periodistas en Irak. Los ecos del pasado se escuchan alto aquí. Lo zanjé en la planta de una conferencia internacional del sindicato en 1999 en Ottawa, Canadá, cuando la rama canadiense de la organización intentó introducir una resolución infame patrocinada por White y el IFJ, que acusaba a las fuerzas de la OTAN lideradas por Estados Unidos de apuntar a periodistas en Belgrado, Serbia, durante la guerra de Kosovo.
En esa ocasión, White y el IFJ se dieron prisa en acusar a la OTAN de las muertes de 16 empleados del sistema de difusión de propaganda de Slobodan Milosevic, durante el bombardeo de Serbia. White, de origen irlandés, había protestado elocuentemente no mucho antes por las atrocidades serbias cometidas contra empleados de la prensa albana kosovar. Pero la perspectiva de White estaba gravemente afectada por su antiamericanismo, así como por su corta memoria. En cualquier caso, White es un héroe turístico humanitario, y habiendo golpeado la OTAN la Radio-Televisión Serbia (RTS), el brazo de adoctrinamiento de un régimen fascista que cometía extensas violaciones de los derechos humanos, salió corriendo hacia Belgrado, donde publicaba circulares de prensa al total amparo de la máquina de Milosevic. White se convirtió en el principal defensor de los "medios" serbios en el movimiento internacional de periodistas, y demostró que tenía muchas cosas en común con Milosevic.
Mientras que Milosevic creía que sólo él representaba a Serbia, Aidan White creía que sólo él representaba a los periodistas del mundo. Como Milosevic, White proclamó que la RTS, la red propagandística estatal serbia, era una empresa periodística auténtica. Pero lo más importante, como Milosevic, White tenía un concepto peculiar de precisión periodística. En nombre del IFJ, White afirmaba alto y claro que las incursiones de la OTAN en la RTS y en otras fábricas de mentiras de Belgrado eran condenadas de manera virtualmente unánime por la profesión periodística internacional. Simplemente, esto era falso, como White sabía muy bien. Nadie entre los periodistas ex yugoslavos fuera de Serbia, miembros del Sindicato Independiente de Periodistas Profesionales de Bosnia-Hercegovina, de la Asociación de Periodistas de Bosnia-Hercegovina, del Sindicato de Periodistas Profesionales de Bonia-Hercegovina o de la Alianza de Periodistas Kosovares — con todos los cuales White y su personal, y yo, como consultor independiente de medios, nos habíamos reunido frecuentemente — apoyaba su posición.
Los reporteros de los Balcanes consideraban los medios de Milosevic ilegítimos, pero según los izquierdistas pacifistas de Estados Unidos, los críticos de Milosevic adoptaban tal posición porque sus riendas estaban sujetas por la administración Clinton o la OTAN. Pero en ciertos casos, era claramente al revés: el autor del presente texto escribió primero acerca de las probabilidades de que los serbios masacraran a los albanos de Kosovo en el San Francisco Chronicle en 1987, 12 años antes de la intervención, cuando la OTAN era totalmente indiferente a tales materias y Clinton un gobernador norteamericano anónimo. Ciertos periodistas extranjeros habían visto la RTS durante cientos de horas, y al describir a Milosevic como monstruoso y a sus medios como criminales fascistas, estaban informando, no ofreciendo una opinión.
Durante la guerra bosnia, Aidan White viajó a Sarajevo repetidamente, presentándose allí como amigo de los asediados periodistas. El reportero bosnio Mensur Camo escribió acerca del bombardeo de la RTS, en el número del 2 de mayo de 1999 de la revista de Sarajevo Svijet, "no es verdad que la gente de la RTS fueran periodistas o profesionales de los medios; la gente de la RTS perdió cualquier derecho a llamarse así hace mucho, mucho tiempo… [La OTAN] hacía algo que en mi opinión estaba absolutamente obligada a hacer". White también ofrecería el argumento de que bombardear los medios de Milosevic significaba "tenemos que contemplar las consecuencias potencialmente trágicas de apuntar a los medios… por todo el mundo", pero llegaba diez años tarde, con consecuencias morales incluso peores que las de la tardanza de la OTAN en intervenir final y directamente en los Balcanes. Como también fue observado por Camo, la muerte de periodistas "sólo porque eran periodistas" había comenzado en los Balcanes en 1991 con el asesinato de reporteros eslovenos y croatas por parte de terroristas serbios, y continuó durante la década con el asesinato deliberado de numerosos reporteros y editores bosnios y albano-kosovares por gángsteres de Milosevic. De manera similar, Linda Foley y Aidan White parecen haber olvidado que marcar a periodistas para ser asesinados en Irak era habitual para el régimen de Saddam, y sigue siendo una actividad importante de los terroristas islamistas en el atormentado país.
Meses después del final de la intervención de la OTAN, surgieron en Belgrado nuevas controversias acerca del bombardeo de la RTS, subrayando la naturaleza imprudente del truco de Aidan White. "En los medios del régimen, los muertos [en el bombardeo] fueron declarados periodistas inmediatamente, aunque ninguno de ellos lo era", escribió Vlado Mares, una corresponsal de Belgrado para el Institute for War and Peace Reporting. "El objetivo pareciera ser hacer que la prensa se revolviera, principalmente, en la práctica, la prensa extranjera, que se sabe que es sensible a la muerte de periodistas". Pero los parientes de los muertos, Mares y otros descubrieron algunos aspectos más notables del incidente.
¿Cómo es que, preguntaron, esa gente se encontraba en el edificio de la RTS después de que las sirenas de ataque aéreo hubieran sonado, y dado que la RTS era un blanco conocido? Las oficinas de otros dos medios de propaganda de Milosevic, TV Pink y Radio Kosava, se encontraban vacías cuando el edificio, que también albergaba el cuartel general del Partido Socialista de Serbia de Milosevic, fue bombardeado. La Television Novi Sad, al norte del territorio de control serbio de Vojvodina, también fue destruida, pero el edificio estaba vacío.
Se supo que los dos jefes más altos en la RTS, Dragoljub Milanovic y Milorad Komrakov, habían prohibido a los empleados del cambio de turno abandonar el edificio de la RTS, incluso aunque la pareja de funcionarios salió a las dos de la mañana, justo antes del bombardeo. White, pretendiendo liderar un organismo internacional de sindicatos de periodistas, habría condenado más apropiadamente a la directiva de la RTS que a la OTAN de la muerte de los 16 empleados. En cualquier caso, la RTS no era apreciada por los serbios ordinarios. Incluso se dijo que los soldados yugoslavos se alegraron de escuchar las noticias del ataque de la OTAN a la RTS. Muchos iraquíes sienten lo mismo acerca de Al-Jazira y otras cadenas árabes que promueven la "resistencia" terrorista.
La parcialidad izquierdista será oposicionista en los principales medios y sus entidades satélite, que ahora incluyen en gremio de prensa y el IFJ. Los "periodistas" que no pueden ver el mal de Milosevic o Saddam, así como el del terrorismo contemporáneo en Irak, son responsables principalmente del peligro que corren los empleados de los medios, en lugar de serlo los esfuerzos americanos por eliminar del poder a dictadores fascistas, y no cambiarán su estilo pronto. Los empleados de los medios en América así como en Irak pagarán el precio de la aventurada charlatanería de Foley y White, que desvia la atención de su incapacidad para desarrollar una política eficaz de dirección laboral.
En realidad, los miembros del gremio en el San Francisco Chronicle están preocupados por la posibilidad de que no logren un nuevo contrato cuando el presente acuerdo se agote a finales de junio. Pueden terminar en un piquete en huelga. Con burócratas como Linda Foley ocupados en una campaña para desacreditar el poder americano, y desinteresados en temas básicos de sindicato, los empleados del Chronicle pueden encontrarse en la calle. Los veranos normalmente son frescos en San Francisco, como recuerdo bien.
Stephen Schwartz (EE.UU., 1948) es periodista y escritor, conocido por sus escritos sobre política exterior. A pesar de haber adoptado el nombre de Suleyman Ahmad Schwartz cuando se conrivtió al Islam, continúa utilizando su nombre original en su labor periodística. Es columnista regular de la revista The Weekly Standard y colaborador en varios otros medios de comunicación. Ha escrito varios libros sobre asuntos internacionales entre los que se destaca "Las dos caras del Islam: la familia real saudí de la tradición al terror", que condena la influencia del Wahhabismo y defiende la corriente musulmana Sufi.