Europa, Política

Angela Merkel, con los sondeos a su favor, aspira a ser la primera mujer canciller de Alemania

Si los pronósticos no fallan, por primera vez en la historia de Alemania, una mujer presidirá el Gobierno de un país que tendrá que decidir apuesta por el cambio tal como se pretende desde la opción cristianodemócrata. En cualquier caso, Alemania necesita un Gobierno con mayoría sólida para afrontar nuevos retos, algo que no tiene el actual gabinete, que ha ido perdiendo elecciones regionales, una tras otra, hasta encontrarse en una situación casi insostenible.

Schroeder pierde terreno frente a Merkel de cara a los comicios del domingo, según el último sondeo
Se trata de unas elecciones adelantadas a instancias del actual canciller, que hace un par de meses decidió someterse a un voto de confianza con la intención de perderlo para favorecer el adelanto de las legislativas. Una vez perdido ese voto, tuvo que ser el presidente del país, Horst Köhler, quien decidiese ese adelanto electoral.

La primera incógnita es por qué hay elecciones. El canciller Gerhard Schröder tenía por delante quince meses antes de que terminara el plazo electoral y si bien su mayoría parlamentaria era exigua, parecía movilizarla con facilidad.

Los grandes problemas que el presidente federal enumeró al disolver el Bundestag (Parlamento Federal) son bien reales. La posición fiscal es inaceptable para las pautas alemanas. Los niveles actuales de la deuda pública transgreden el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea y constituyen una carga para las generaciones futuras. Las tendencias demográficas, por sí solas, requieren reformas importantes en la política social. Además, las instituciones del sistema federal no permiten tomar decisiones rápidas o claras.

La segunda incógnita es en qué discrepan exactamente los principales competidores. Los socialdemócratas y los democristianos están comprometidos con la UE, la OTAN, la “economía social de mercado”, los dogmas de la administración económica corporativista y el mantenimiento de las asignaciones propias de un Estado benefactor.

Por cierto, la campaña electoral ha sacado a luz matices que podrían resultar importantes. El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), dirigido por Schröder, usa la palabra “social” con un poco más de énfasis que en los últimos siete años. En la oposición, Angela Merkel ha vinculado el programa de su partido, la Unión Democristiana de Alemania (CDU), con las ideas ambiciosas de alguien ajeno a él: Paul Kirchhof, ex juez de la Corte Constitucional, quien busca una simplificación drástica del sistema impositivo.

En cuestiones internacionales, Merkel es más escéptica que Schröder respecto a una UE expandida y, en especial, a la inclusión de Turquía. Oriunda de Alemania oriental, también es más prudente en su enfoque de Rusia. Pero estas no son diferencias fundamentales, sino de matiz.

Ralf Dahrendorf explica que “sabemos con bastante claridad qué necesita Alemania. Necesita aceptar que la globalización es, por sobre todo, una oportunidad que debe ser aprovechada por las personas innovadoras, emprendedoras y seguras de sí mismas. Los alemanes necesitan comprender –como lo hicieron, y tan bien, después de 1945– que, como ciudadanos, su futuro está en sus manos y no en el poder de un Estado remoto. Por encima de todo, Alemania debe reconocer que los cambios que necesita son mejoramientos que garanticen su seguridad futura. Lo que más falta le hace es, quizás, una pizca de las políticas de Margaret Thatcher en los 80, combinada con la retórica actual de Tony Blair. Pero queda por verse si alguien se lo propondrá o cuándo.

Los sondeos predicen un final muy ajustado

Hace un par de meses, cuando se anunció la celebración de elecciones anticipadas en Alemania, las encuestas no daban un centavo por la socialdemocracia. Cerca de un 27% de preferencias era todo lo que lograba conseguir en las encuestas el Partido Socialdemócrata (SPD) y muchos se preguntaban de dónde sacaba el canciller Gerhard Schröder ese mínimo de optimismo necesario para lanzarse a una campaña electoral. Ahora, en la recta final, el panorama es diferente. La retadora cristianodemócrata, Angela Merkel, ve esfumarse la holgadísima mayoría que se le auguraba.

Los últimos resultados del “barómetro político”, un sondeo que presenta regularmente el segundo canal de la televisión pública alemana, indicaron que a una semana de los comicios, la Unión Cristianodemócrata aventaja por sólo dos puntos al SPD. 38% contra 40%. Una inquietante decepción para los partidarios de Merkel y una renovada esperanza para los seguidores de Schröder. La distancia se agranda, sin embargo, si se toman en cuenta otras consideraciones de más largo aliento, según la misma encuesta. Pero, de todos modos, ninguno de los bandos en pugna tiene asegurada la mayoría necesaria para gobernar. Ni el SPD con su socio actual de coalición, Los Verdes, ni la CDU con su aliado oficial, el Partido Liberaldemócrata (FDP), obtendrían el 50%. Y eso ya es un triunfo para la campaña de Schröder, teniendo en cuenta su misérrimo punto de partida.

Merkel promete resucitar la economía

“Lo único que funcionan son las exportaciones, pero el consumo está parado”, explica Jürgen Donges, director del Instituto de Política Económica de Colonia y ex presidente del Consejo de Expertos Económicos del Gobierno alemán. Y añade que, aunque la clase empresarial apoya en principio un Gobierno de coalición de la CDU con los liberales (FPD) como el que se instalaría en Berlín de no formarse una gran coalición, todo está parado hasta ver qué medidas toma el nuevo Ejecutivo.


En la recta final, el canciller alemán ha utilizado todas sus armas para captar los votos de los indecisos y, como no, de las minorías. Así, esta misma semana ha ´lanzado´ un guiño a la inmigración turca, colectivo que incluye a medio millón de ´nuevos alemanes´ con derecho a voto, y les ha recordado que su Gobierno es el abanderado del ingreso de Turquía en la UE, frente al rechazo conservador a la incorporación de ese país.


Pero, quizá, su principal estrategia para minar las fuerzas de Merkel ha sido ´dinamitar´ la reforma del experto fiscal de la candidata conservadora, Paul Kirchhof, que abogaba por introducir un tipo impositivo único del 25% en Alemania.

“Estamos acostumbrados a que no se cumpla lo que prometen los partidos. La credibilidad de los políticos está por los suelos”. En eso coincide con Donges un personaje que poco tiene que ver con el economista. Se trata de Wolfgang Becker, el director de la película superpremiada Good bye, Lenin!, una reflexión irónica y amarga sobre la vida cotidiana de la RDA. “Alemania lleva años endeudándose, desde tiempos de Kohl, pero sólo ahora la gente se da cuenta de la situación en la que estamos. No me puedo creer que de repente los políticos hayan abierto la caja y se hayan dado cuenta de que no hay nada dentro”, dice Becker. “Ningún otro país europeo ha tenido que soportar el coste de la reunificación, no tenían un hermano pobre que sacar adelante. Pero además ahora tenemos la competencia de los países del Este. Todo esto genera mucha frustración y hace que la gente pierda la confianza en los políticos. Ya nadie vota un programa o unos valores, votan para evitar que el otro partido, que es peor todavía, suba al poder”, opina el cineasta.

Todos coinciden en que la coyuntura económica es una de las principales fuentes de alimentación de la especie de depresión colectiva que atraviesa Alemania. A pesar de que parten de una situación privilegiada respecto al resto de los europeos, los trabajadores alemanes han visto recortados sus derechos sociales en los últimos años. Y eso les produce una suerte de vértigo con el que no se acostumbran a convivir. Los de Volkswagen (el coche del pueblo) son estos días el vivo retrato del pesimismo. Esta semana les han comunicado que la empresa piensa recortar en 10.000 trabajadores la plantilla, y por si esto fuera poco, ha salido a la luz una trama de corrupción en la que aparecen implicados el jefe de personal de Skoda y el presidente del comité de empresa. Al parecer, la empresa pagó viajes exóticos con servicios de prostitutas incluidos a los representantes sindicales para allanar el camino en las negociaciones.

La factoría, la más grande del mundo, es lo más parecido a un parque temático del motor. Hay una escuela de educación vial, otra de idiomas, centro de fisioterapia, un hotel de lujo, parque de juegos infantiles, ferrocarril, estadio de fútbol, restaurantes y un teatro. Seis mil personas acuden cada día a recoger directamente sus coches o a visitar esta rareza del Estado de Baja Sajonia, la patria política del canciller. La fábrica, modelo de cogestión por el que los trabajadores participan de las decisiones de la empresa, está participada en un 17% por el Estado federado. En Volkswagen se cobra un 20% más que en el resto del sector. Mientras, cerca de 220 kilómetros más allá, Merkel se prepara para triunfar en Berlín ante sus seguidores. Tratará de convencerles para que dejen atrás el pesimismo, tengan fe en sus recetas económicas y se ilusionen con sus promesas.

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