Economía y Sociedad, Política

Argelia apuesta por el “au revior”de Francia

Amir Taheri
Sacando tiempo del ataque obsesivo contra América, la élite francesa está dirigiendo su furia contra un nuevo objetivo: Argelia. El motivo es que Argelia, habiendo prometido firmar un tratado de amistad y cooperación con Francia hace tres años, ha decidido que ya no está interesada.

La causa ostensible del cambio de opinión argelino fue una decisión del parlamento francés el año pasado de volver a redactar los libros de texto escolares con el fin de incluir “estudiar los aspectos positivos del colonialismo” en las antiguas colonias francesas, sobre todo Argelia. La idea ha enfurecido tanto a los argelinos que rebajaron los contactos con París y dejaron en suspenso el tratado propuesto.

Además, Argelia anunció que boicotearía la tan anunciada Cumbre de Naciones Francófonas programada para septiembre. El traspiés es particularmente doloroso para Jacques Chirac, que había planeado la escena como el colofón de su mandato presidencial de doce años que finaliza en abril del 2007.

DURANTE LOS ÚLTIMOS MESES, las autoridades de Argel han clausurado más de 40 escuelas francófonas privadas con el argumento de que representan una amenaza para “la identidad nacional argelina”. Al mismo tiempo han autorizado una docena de escuelas anglófonas privadas. Entre la élite argelina en el poder, muchos envían hoy a su descendencia a Gran Bretaña o a Estados Unidos para la educación superior, en lugar de a Francia.

“Hemos perdido Argelia por segunda vez”, afirma un alto funcionario diplomático francés. “La primera vez frente a los soviéticos en 1962, y ahora frente a los americanos”.

Diversos factores han contribuido a la pérdida de influencia por parte de Francia, que se hizo obvia por primera vez en 1993-94, cuando Argelia afrontaba una criminal insurrección islamista.

El entonces presidente Francois Mitterrand estableció contactos con la cúpula islamista. Se había engañado haciéndose creer que el movimiento islamista global era sobre todo antiamericano y anti judío, y que, con las condiciones adecuadas, él podría negociar un modus vivendi con Europa.

En un momento en que los islamistas argelinos estaban masacrando mujeres, niños y ancianos dondequiera que tuvieron oportunidad, Mitterrand señalaba públicamente su disponibilidad a trabajar con cualquier régimen islamista que emergiese en Argel.

Mitterrand no fue el único en este fallo a la hora de distinguir el amigo del enemigo en la guerra civil argelina. La élite francesa percibía como “falsos” en cierto sentido a aquellos que que se resistían a los islamistas, sufriendo “una crisis de identidad”, y mereciendo por tanto que los terroristas los degollasen.

Hacia 1995 – habiendo reducido a los islamistas – los argelinos decidieron que tenían que buscar amigos en otra parte.

A la cabeza de su lista aparecían las dos potencias “anglosajonas” a las que los franceses culpan de la mayor parte de los males del mundo: Estados Unidos y Gran Bretaña. Las embajadas argelinas en Washington y Londres fueron ascendidas de nivel y extendidas, y diplomáticos veteranos nombrados embajadores. En la década que siguió, el comercio con Gran Bretaña casi se triplicó y se intercambiaron visitas de alto nivel.

El comercio también aproximó Argelia a los anglosajones – el año pasado, Estados Unidos importó petróleo procedente de Argelia por valor de 13 billones de dólares. Y en 1994 Estados Unidos también estableció lazos formales con las fuerzas armadas argelinas y ofreció entrenar a alrededor de treinta oficiales argelinos al año. Los acuerdos para intercambiar información de Inteligencia acerca de de la región del Mediterráneo fueron a continuación, y diversos aliados norteamericanos, notablemente Corea del Sur, entrenaron y ayudaron a equipar a centenares de argelinos en tácticas de contra-insurgencia.

Hacia el 2003, Argelia estaba preparada para ingresar en una sociedad de especial con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

En los dos últimos años, Argelia ha emergido como un aliado clave de la guerra global contra el terrorismo en el frente del Norte de África. Fuentes de la OTAN afirman que Argelia encabeza la lista de naciones mediterráneas que probablemente forjarán vínculos aún más cercanos con la Alianza a falta del ingreso oficial.

LA RELACIÓN ESPECIAL entre Argel y Washington ha ayudado a la administración Bush de un buen número de maneras. Ha atajado la disputa de 30 años entre Argelia y Marruecos a causa del antiguo Sahara español, permitiendo a los dos vecinos cooperar a la hora de rastrear terroristas que operan por todo el Norte de África.

La relación especial también ha ayudado a persuadir a la Liga Árabe de poner fin al boicot al nuevo régimen iraquí y aceptar la caída de Saddam Hussein como fait accompli. Argelia fue el primer miembro de la Liga en reabrir su embajada en el Bagdad liberado, pagando un elevado coste humano cuando los islamistas asesinaron allí a dos de sus diplomáticos.

Hoy existen rumores incluso de Argelia actuando como mediador entre Washington y Teherán para arbitrar un diálogo y evitar el conflicto militar. Según nuestras fuentes, la idea ha recibido “una bienvenida cauta” en Teherán pero sólo ha sido “observada” en Washington. En 1979 Argelia jugó un papel similar al mediar en la liberación de diplomáticos norteamericanos rehenes en Irán.

En los protocolos adjuntos a los acuerdos, firmados entre el régimen Jomeinista y la administración Carter en 1980, a Argelia se le concedía el papel de árbitro y catalizador a la hora de promover la normalización eventual entre la República Islámica y Estados Unidos.

LA PRESENTE crisis en la relación franco-argelina apenas es uno de los dolores de cabeza de París relativos a su pasado colonial. Por ejemplo, el papel que algunos dictadores africanos, sobre todo el Presidente de Gabón, Omar Bongo, han jugado en la financiación de diversos partidos políticos durante décadas apenas empieza ahora a atraer la atención seria en Francia.

También existen peticiones de mayor transparencia con respecto al modo en que la ayuda francesa a África se gasta y asigna. A primera vista, parece que ayuda francesa por valor de algo más de 100 billones de dólares desembolsados desde 1960 se ha desvanecido sin dejar rastro.

A pesar de las recientes revelaciones respecto a la corrupción sistemática de las relaciones francesas con África – incluyendo los escándalos concernientes a las compañías petroleras estatales francesas – el resultado final está aún por decidirse.

En lugar de enfurecerse con Argelia, lo que Francia necesita es una nueva política africana diseñada para responder a las aspiraciones del continente a la democracia y al desarrollo económico. Esto es preferible a buscar sencillamente una estabilidad esquiva que, en la práctica, significa sostener a los déspotas y enriquecer a empresarios y políticos franceses corruptos.

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