Política

Irán: provincias intranquilas

Amir Taheri

Una de las promesas electorales del Presidente Mahmoud Ahmadinejad fue que su equipo ministerial y él visitarían cada una de las treinta provincias de Irán durante su primer año en el puesto. La idea era zanjar problemas locales con solera en una sola sesión del gabinete. Sin embargo, mientras Ahmadinejad se prepara para conmemorar el primer aniversario de su presidencia, parece cada vez más improbable que pueda mantener su promesa.


 


Hasta la fecha Ahmadinejad tiene un historial de visitas de casi la mitad de las provincias, y está decidido a hacer alguna más pronto. Sin embargo, unas cuantas provincias se han convertido en áreas prohibidas para el Presidente. El motivo son las crecientes tensiones étnicas y sectarias en partes del país.


 


La última provincia en verse afectada es Azerbaiján Oriental, a la que los iraníes se refieren como “la cabeza de Irán”.


 


La semana pasada, Tabriz, capital de Azerbaiján Oriental, era escenario de manifestaciones anti-gobierno que a pesar de las afirmaciones de algunos grupos en el exilio, en gran medida fueron espontáneas. El detonante de las manifestaciones fue una viñeta publicada en un periódico propiedad del gobierno mostrando a los azeris, la mayor minoría étnica y lingüística de Irán, como “cucarachas estúpidas”.


 


Nadie sabe cuántos iraníes tienen raíces azeri. Sin embargo, las estadísticas oficiales indican que los azeris conforman la mayoría en cuatro provincias: Azerbaiján Oriental, Azerbaiján Occidental, Ardebil y Zanján. Teniendo en cuenta a los azeris residentes en otras provincias, en ocasiones durante generaciones, la comunidad podría tener una presencia de 15 millones.


 


Durante siglos, los azeris han jugado un papel crucial y servido como la vanguardia de sucesos históricos tales como la Revolución Constitucional de 1906. Su fe chi´í y apasionado apego a la nación iraní les han convertido en el esqueleto de la nación-estado iraní moderna.


 


Los azeris también jugaron un papel relevante al llevar al difunto ayatoláh Jomeini al poder en 1979. Inmediatamente después de la revolución, sin embargo, Jomeini maniobró para impedir el ascenso de la influencia azeri en su recién creada república islámica.


 


Una de tales maniobras consistió en privar de privilegios al Gran Ayatoláh Kazem Shariatmadari, un destacado teólogo azeri y una de las figuras chi´íes más respetadas del último siglo. La mayor parte de los azeris vieron la maniobra como un ataque directo contra ellos. También se enfurecieron por el hecho de que Jomeini hubiera olvidado que él debía su propio título de ayatoláh a un decreto firmado por Shariatmadari en 1963.


 


Lo que se percibió como la postura anti-azeri de la república islámica recibió más atención en 1989 cuando el Presidente Hashemi Rafsanjani volaba a Bakú, capital del Azerbaiján soviético, a pedir a la población que no buscase la independencia de la URSS.


 


La visita de Rafsanjani llegaba en un momento en el que Bakú intentaba recobrarse aún de un ataque lanzado por tropas soviéticas, unidades navales incluidas, a las órdenes de Mijail Gorbachov. Los azeris iraníes habían esperado que Teherán apoyase a sus compañeros chi´íes del Azerbaiján soviético en lugar de invitarles a permanecer bajo la broma colonial soviética.


 


En los años que siguieron, el tema empeoró, en lo a los azeris concierne. En la guerra por el enclave del Alto Qarabagh, la república islámica apoyó a la Armenia cristiana frente al Azerbaiján chi´í. Teherán también incitó a la minoría sunní de la región de Talesh, en el Azerbaiján soviético, contra el gobierno chi´í de Bakú.


 


También hay tensiones en la provincia de Kurdistán, en la frontera con Irak, y los barrios de mayoría kurda de Azerbaiján Occidental.


 


Algunos grupos kurdos de la oposición, incluyendo una organización conocida como Pejak y un grupo comunista más antiguo conocido como Komaléh ya se han embarcado en una campaña de guerrilla contra el régimen islámico. Ambos grupos poseen bases dentro de la región autónoma kurda de Irak, y se sabe que tienen vínculos con el Partido Kurdo del Trabajador (PKK), un movimiento de guerrillas que lucha contra Turquía.


 


Sin embargo, lo que más preocupa a Teherán es la creciente oleada de protestas por parte de poblaciones no armadas en algunas ciudades kurdas.


 


Durante los últimos seis meses, al menos treinta personas han sido asesinadas por las fuerzas de seguridad durante manifestaciones anti-régimen en diversas ciudades kurdas. Según fuentes de la oposición kurda, cientos de personas han sido arrestadas, a menudo sin cargos. El gobierno también ha clausurado muchas publicaciones en lengua kurda.


 


En la mayor parte de los casos, las protestas parecen haber sido espontáneas u organizadas localmente. Sin embargo han sido juzgadas lo bastante prometedoras por algunos partidos kurdos como para intentar asumir su liderazgo. Uno de ellos es el Partido Democrático Kurdo de Irán, cuyo líder, Ghani Bolourian, acaba de abandonar Europa rumbo a Irak y está ocupado montando un comité de coordinación para liderar lo que cree que es una emergente revuelta popular.


 


El Presidente Ahmadinejad es incapaz de visitar ninguna de estas tres provincias donde los kurdos étnicos conforman o bien la mayoría, o un segmento sustancial de la población. (En conjunto, los kurdos étnicos componen el 9% de la población de Irán, de casi 70 millones).


 


Otra provincia que afronta creciente inestabilidad es el Juzestán, que produce casi el 80% del petróleo de Irán. La provincia es el hogar de la mayor parte de los árabes étnicos de Irán, estimados en 3,2 millones. Aunque los árabes étnicos suponen menos del 40% de la población de la provincia, hay barrios, como Dasht Mishan o Susangerd, donde representan hasta el 80%.


 


Aquí, también, los agravios étnicos y lingüísticos combinados con la insatisfacción por las políticas económicas y sociales de Teherán han generado una situación explosiva, que las autoridades han intentado controlar por la fuerza. A lo largo de los seis últimos meses, 18 personas al menos han sido asesinadas por las fuerzas de seguridad y centenares han resultado heridos. Los grupos de la oposición juzestaní afirman que más de 400 personas han sido secuestradas por las fuerzas gubernamentales y llevadas a destinos desconocidos.


 


Numerosos grupos están activos en el movimiento juzestaní, incluyendo el Frente para la Liberación de Al-Ahwaz (FLA) o la Asociación Ahwaz de Derechos Humanos, o el Partido de la Prosperidad del Juzestán. Sin embargo, no está claro si tales grupos son capaces de proporcionar una dirección conjunta a lo que en gran medida es una revuelta local espontánea contra las políticas opresoras y las dificultades económicas.


 


La verdadera zona prohibida para Ahmadinejad, no obstante, es la provincia al sureste de Sistán y Balochistán, una vasta región de montañas y desiertos que limita con Pakistán y Afganistán. En Teherán la llaman “la frontera salvaje”, debido a que ha sido el escenario de frecuentes batallas entre fuerzas de seguridad e insurgentes armados. Solamente el mes pasado, veinte efectivos de seguridad iraníes eran abatidos por lo que Teherán ha llamado “salteadores”, que se dice operan desde Pakistán.


 


Parte de la violencia en Sistán y Balochistán puede ser el trabajo de traficantes de drogas armados y redes de contrabando respaldadas por tribus locales. Sin embargo, al menos dos grupos políticos, el Frente de Liberación Baloch (BLF), una formación de izquierdas, y el Consejo de Protección Baloch, afirman estar activos en la provincia. Ambos disponían de sede en Bagdad antes del 2003, y podrían haberla transferido ahora a Pakistán.


 


Otras dos regiones pueden convertirse en focos de violencia.


 


Una es el arco de estepas en la frontera noroeste de Irán con la República de Turkmenistán. Allí, turcomanos étnicos, que representan el 2% de la población de Irán, forman la mayoría y, siendo musulmanes sunníes, nunca han tenido aprecio al gobierno instituido por mulás chi´íes. Los turcomanos de Irán fueron los primeros en levantarse contra la república islámica en 1979 cuando, con la ayuda de la guerrilla marxista-maoísta conocida como los Fedayínes del Pueblo, crearon una república popular propia de vida corta. La “república del pueblo” fue aplastada por Jomeini al precio de cientos de vidas turcomanas. El otro foco de violencia probable es el Talesh iraní, en el Mar Caspio.


 


Allí, los musulmanes sunníes, que hablan dialectos no persas, conforman la mayoría de la población de 1,5 millones. Nunca tuvieron aprecio al régimen de los mulás chi´íes, y han escenificado revueltas periódicas que a menudo provocan una respuesta contundente por parte de Teherán.


 


Reunir las minorías étnicas, lingüísticas y religiosas de Irán, supone alrededor del 40% de la población. La mayor parte están ubicadas estratégicamente a lo largo de las largas fronteras de Irán, y son así vulnerables a la manipulación externa.


 

Mientras estaba en Indonesia este mes, el Presidente Ahmadinejad habló de sus ambiciones de unir y liderar al mundo musulmán en “un choque de civilizaciones” contra “el infiel”. Muchos en Irán creen que primero debería tratar los problemas que le han hecho imposible visitar tantas provincias, y antes de que sea demasiado tarde.

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