Economía y Sociedad, Política

Argentina: Las causas reales del aumento de precios

Martín Simonetta argumenta que el aumento de precios en Argentina no se debe a los “peces gordos” de los hipermercados o almaceneros sino más bien a la actual política económica.

Martín Simonetta
El comercial televisivo de una cadena de hipermercados muestra a los prestigiosos periodistas Mónica Cahen D´ Anvers y César Massetti prometiendo, en un clima dramático, “el precio más bajo del mercado” a los efectos de “liderar la lucha sobre la suba de precios”.

Éste aviso, quasi culposo, parecería asumir un supuesto falso aunque popularmente aceptado: que la causa del ya no tan silencioso aumento de precios radica en el “afán de lucro desmedido” de los supermercadistas, almaceneros y productores de distintos rubros, y no de la política monetaria y el modelo económico del actual gobierno. Paradójicamente, las estadísticas nos indican que la desmesura de estos actualmente “cruentos” empresarios era más moderada diez años atrás, por lo que la inflación en 1996 era del 0,1% mientras en el 2006 alcanzó al 9,8% , según los cuestionados datos oficiales.

Tras el tragicómico cambio de autoridades dentro del Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INDEC), y el consecuente “mejoramiento” de las cifras que llegan a la población, emerge la pregunta sobre cuál es la verdadera inflación. En consecuencia, cada argentino ha comenzado —de forma más o menos conciente— a generar su propio índice de inflación a partir de un dato muy simple: cuánto menos puede comprar cada mes con sus ingresos.

A efectos de estimar el aumento real de los precios, sostiene Juan Llach que debemos tener en cuenta el crecimiento de la recaudación impositiva: 33,6% considerando marzo 2007 contra marzo 2006, especialmente la del IVA, lo cual se encuentra muy por encima de la inflación declarada.

Góndolas vacías y desabastecimiento selectivo

Mientras las disqusiciones teóricas avanzan, la brecha entre la inflación formal y la percibida por la gente va dejando de ser un debate técnico y golpea con más fuerza a los sectores de menores ingresos. Para un 27% de la población, que según el INDEC es pobre o indigente, el aumento de precios significa la diferencia entre alimentar saludablemente a los hijos o simplemente hacerlo con fideos y arroz.

Por parte del gobierno, la única respuesta ha venido del lado del control de precios y de transferir la responsabilidad al sector privado, tal como Alfonsín hizo en los años previos a la gran hiper del 5000% anual en 1989.

Para controlar a los culpables, el Secretaría de Comercio, a cargo del ya popular Guillermo Moreno apuntó sus armas para controlar férreamente a los “peces gordos”, léase las cadenas de hiper y supermercados. La consecuencia natural, como en otras épocas, ha sido una nueva ola de desabastecimiento que los afecta negativamente y que ha traído nuevamente a nuestra mente, como flashbacks, las góndolas vacías de otras épocas. Por su parte, los “peces flacos”, es decir los almacenes y carnicerías de barrio —que se hallan más dispersos y cuyos precios son más difíciles de controlar— pueden mantener y vender a precios mayores pero reales, aunque superen a los decretados oficialmente. Mientras tanto, en los últimos 12 meses la base monetaria creció nominalmente un 34%.

El hecho de que los precios suban por el ascensor y los salarios por una muy empinada escalera nos lleva a preguntar sobre el derrame de un modelo de economía cerrada a través de un tipo de cambio real alto (en comparación al 1=1) que sobrepotencia la exportación de productos primarios, lo cual es “mordido” por el gobierno a través de los elevadas retenciones que representan cerca de un 12% de los ingresos fiscales.

En síntesis, Mónica y César tal vez no puedan permanecer tranquilos pues —ceteris paribus— la tendencia incremental de los precios permanece intacta. Sin embargo, deben saber que la culpa de la actual inflación debe encontrarse en la esencia de la actual política económica y no en el comportamiento del sector privado.

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