El ajustado triunfo de Lula da Silva frente a Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de Brasil termina de configurar un nuevo mapa político latinoamericano, uno muy diferente del de antes de la pandemia. En 2021 y 2022, los electores de siete países de la región eligieron democráticamente cambiar el signo político de su gobierno nacional. En la mayoría de ellos (un total de cinco Estados), el cambio implicó la salida de una administración con un enfoque más identificado con la derecha y la entrada de un gobierno más progresista o del espectro de la izquierda. Estamos hablando de Perú, Honduras y Chile en 2021, a los que se les suman Colombia y Brasil en 2022.
Sólo en dos de los países latinoamericanos que tuvieron elecciones presidenciales en los últimos dos años se produjo un cambio en la dirección inversa, a saber: Ecuador, cuyo gobierno saliente afín a la izquierda fue sucedido por uno más de derecha en 2021, y Costa Rica, donde el signo político cambió desde una ideología de centro a una más conservadora en 2022.
De esta forma, la mayor parte de América Latina, incluyendo a los países más poblados y las mayores economías, cuentan con gobiernos que se definen como de izquierda. También se evidencia una clara polarización del espectro político, al ser una excepción los gobernantes que se presentan como de centro o que evitan asociarse —al menos abierta o fehacientemente— con la derecha o la izquierda, tal como sucede en El Salvador, Panamá y República Dominicana. Resta por verse si esta ola de alternancia política se prolongará hasta 2023, cuando tres países latinoamericanos concurrirán a las urnas para elegir a su jefe de Estado: Guatemala, Paraguay y Argentina.