El peor error de un político es ignorar la realidad y en la elección de consejeros constitucionales de hoy pasaron cosas, y varias. Porque si bien el asunto constitucional es uno de los aspectos a analizar de la votación, no es el único: cualquiera sabe que toda elección en medio de un mandato presidencial implica un examen a la coalición gobernante. El Presidente Boric, ofuscado, rechazó de antemano ese significado de la votación de hoy, incluso atribuyéndole oscuros propósitos.
Los resultados son abrumadores, la izquierda y el Gobierno sufren una derrota aplastante, especialmente el Frente Amplio. Sólo se escapa el Partido Socialista. Boric es el gran perdedor de esta elección, aunque como veremos más adelante, tiene una posibilidad de alguna redención.
Configurando una tendencia ya a partir de la votación del 4 de septiembre del 2022, se percibe un fortalecimiento de la derecha que pasa a ser la primera fuerza política del país. Pero no es lo único; además, surge Republicanos como el partido más votado con cerca de 35%, una votación espectacular, adelantando por mucho a Chile Vamos que sufre una merma importante, pese a que la UDI es el segundo partido más votado en la elección. Republicanos y su líder José Antonio Kast son los grandes ganadores.
La izquierda experimenta una derrota y también una remisión a su expresión más dura. La derrota es brutal, pero la izquierda dura se fortalece relativamente ya que el partido Comunista, sumado al Frente Amplio y ahora al partido Socialista, alcanzan cerca de un 30% de las preferencias totales, votantes que en los hechos apoyan un proyecto refundacional. El desplazamiento del Partido Socialista a la izquierda es también un tema; pero quizás el más impactante es la debilidad extrema que alcanzan el centro y la centroizquierda que desaparecen como expresión electoral. Estamos aquí frente a un fenómeno de polarización, que no es una tendencia únicamente chilena sino mundial y también frente a un problema de liderazgo (o falta de él) digno de analizar y remediar.
Para hablar del futuro volveremos al movimiento de placas tectónicas que se ha producido en la política chilena, eso que ya habíamos anticipado al consignar el desastre en materia de orden público y económico que viven los chilenos. Pero antes, debemos referirnos a dos cuestiones más inmediatas: el proceso constitucional y el futuro de este Gobierno.
En cuanto a la Constitución, la primera responsabilidad la tiene Republicanos. Después de haber cuestionado el proceso, siendo hoy la lista más votada y eligiendo un número decisivo de consejeros, se ve enfrentado a la decisión de conducirlo exitosamente hacia una Constitución en la que quepan todos, pero al mismo tiempo queden muy bien resguardadas las libertades que la Convención anterior amenazaba acercándonos a los experimentos seudo democráticos del socialismo del siglo 21.
Así lo insinuó José Antonio Kast en el discurso de anoche. Esta tarea, que deberá realizar de la mano de Chile Vamos y quienes se les sumen, tiene el desafío de no pecar por exceso, ni tampoco por defecto. Deberá reprimir la tentación de pasar máquina, que fue lo que hizo perder a Boric y los suyos una oportunidad de oro para avanzar hacia el socialismo, y también defender con valentía las libertades que la izquierda quiere arrebatar a los chilenos, frente a lo cual algunos en la centroderecha han sido débiles.
En el primer afán no se puede olvidar que no debiéramos tener una Constitución que sólo permita gobernar a la derecha. En el segundo, no caer en las trampas semánticas de la izquierda, como cuando dice que “no se puede constitucionalizar el sistema de Isapre”, siendo que lo que busca es impedir que la gente pueda elegir el sistema de salud que prefiere.
En la pericia que la derecha muestre en este ejercicio, sintonizando con lo que la gente quiere y mostrando unidad hasta que duela, se juega su futuro político y en concreto la posibilidad de ganar el próximo gobierno.
La izquierda por su parte tendrá un desafío no menor. Aceptar la realidad de que ya no tendrán la Constitución socialista que querían, sino una que admite distintas fuerzas políticas en el gobierno y puede ampliar las posibilidades que les ofrece nuestra constitución. De lo contrario, deben quedarse con la que tenemos, a la que ellos le atribuyen tantos problemas. El Partido Comunista siempre jugará al límite, pues su mayor lealtad no es con el Presidente Boric, sino con un socialismo totalitario.
Para el Frente Amplio, en cambio, y en particular para el Mandatario, boicotear el proceso y jugar al Rechazo significa hacer fracasar el proyecto generacional que encarnan y quedarse con las manos vacías, adelantando el fin de un Gobierno fracasado. La amplia participación cercana al 80% sepulta la posibilidad del Rechazo. Podemos esperar entonces una nueva Constitución.
Respecto a lo que queda de Gobierno, Boric deberá convencerse de que su tarea es implementar la nueva Constitución, postergando su proyecto refundacional y reformas estructurales. Su pérdida de poder es inocultable y mientras más se resista a ella, peor serán los resultados de su mandato. Debe resignarse a hacer un Gobierno de administración que mitigue los dolores de los chilenos. Su redención, paradojalmente, estaría en mejorar la situación de orden público y la economía. Si el Partido Socialista no colabora en esa tarea y se suma a la negación, la izquierda sólo puede perder.
Para terminar, vuelvo al análisis de mediano plazo. Todas las fuerzas políticas deben caer en cuenta de su dificultad para interpretar las prioridades y demandas de la gente. Hacerse cargo de la inmediatez sin caer en el populismo. Reconocer que la sociedad civil se ha empoderado e independizado de las ideologías que los partidos representan y están cansados de que los políticos no trabajen para las prioridades de seguridad, orden público y bienestar económico de las familias, sino que privilegien las ventajas para la burocracia estatal, su crecimiento excesivo y su indolencia frente a los dolores de las personas.
Para que se entienda mejor, recurro a José Joaquín Brunner que en El Mercurio definió a la sociedad civil como la “vasta organización de clases y grupos, territorios y actores colectivos, movimientos sociales e identidades, hogares y sistemas productivos, comunidades y asociaciones, mercados y consumidores”. En ellos reconoce una creciente autonomía y poca predictibilidad. Por eso, a mi juicio, los protagonistas de los treinta años, en la centroizquierda y en la centroderecha, no pueden reclamar mejores derechos para conducir la nueva etapa que vendría con una nueva Constitución, como por ahí se ha insinuado. Deben renovar o validar sus liderazgos, especialmente menguados en la centroizquierda, y competir de igual a igual con nuevos actores dominantes.
La manera en que este proceso puede ser virtuoso es que los actores políticos hablen con la verdad, no escapen ni renieguen de sus posiciones; pero muestren ductilidad para negociar con quienes piensan de manera diferente. Finalmente, deberán ir al arbitraje de las personas en un ejercicio de democracia representativa.
Columna de Luis Larraín, Presidente del Consejo, publicada en El Líbero.-