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EE.UU-Cuba: Nuevas relaciones, persistentes problemas

El 20 de julio se materializó el giro de la posición política de Estados Unidos hacia Cuba mantenida durante décadas. Más de 50 años después de que Estados Unidos y Cuba rompieran relaciones diplomáticas en 1961 (poco después de la revolución de Fidel Castro), hoy ondea la bandera cubana en la embajada cubana situada en la Calle 16 NW, en Washington DC.


Ahora ésta también cuelga en el Departamento de Estado, al lado de las banderas de todos los otros países con los que Estados Unidos mantiene relaciones diplomáticas amistosas. Este cambio marca el comienzo de una nueva era en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, aunque con mucho menos pompa y circunstancia que la ceremonia a las puertas de la embajada.

En su primera visita a Estados Unidos, el canciller cubano Bruno Rodríguez encabezó la ceremonia para izar la bandera de la isla ante unos 300 invitados, entre ellos periodistas y miembros del equipo diplomático. En su discurso, Rodríguez elogió la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, pero no estuvo dispuesto a dejar de lado los temas polémicos: Rodríguez pidió el fin del embargo comercial y el desmantelamiento de la base naval de Estados Unidos en Guantánamo.

La nueva política de la administración Obama sigue enfrentándose a un futuro incierto. Quedan batallas por librar. Sólo el Congreso de Estados Unidos puede levantar el embargo y será el Congreso el que tenga la última palabra sobre si el presidente podrá enviar un embajador de Estados Unidos a Cuba.

Cuba será un tema candente en 2016

De hecho, no todo el mundo está de acuerdo con el presidente Obama y su afirmación de que este cambio de política constituya un “histórico paso adelante”. Las declaraciones de Rodríguez en la embajada ponen de relieve algunas de las tensiones en juego en la normalización de las relaciones Cuba-Estados Unidos. Desde sus inicios, el acuerdo ha causado fracturas en ambos lados del espectro político – y es probable que Cuba se convierta en un tema candente en las próximas elecciones de 2016.

Marco Rubio y Ted Cruz, ambos posibles contendientes en la carrera presidencial del próximo año (y ambos con vínculos personales con Cuba), han declarado abiertamente que no apoyan las iniciativas de la administración Obama. Rubio ha dicho que, de ser elegido, piensa revertir la política de Obama y cortar vínculos con Cuba hasta que la democracia se restaure por completo en la isla. Los opositores, entre los que también está el exgobernador de la Florida Jeb Bush, han expresado su temor de que las acciones del presidente Obama se interpreten como tolerancia hacia un régimen intolerante.

No obstante, el senador Rand Paul marcó diferencias con otras figuras del Partido Republicano al declarar que él cree que la apertura hacia Cuba podría ser un paso positivo para el muy necesitado cambio de régimen en la isla. En ello, Paul coincide con la aspirante demócrata a la presidencia, Hillary Clinton, que ya era partidaria de la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba desde sus días como secretaria de Estado. Las encuestas de opinión también reflejan el apoyo al cambio, especialmente en áreas como Miami, que presumen de tener una alta densidad de cubano-americanos. Según el Centro de Investigación Pew, el 63% de los estadounidenses aprueba el acuerdo; sin embargo sólo el 32% cree que los restaurados lazos con Estados Unidos harán de Cuba un país más democrático.

Después de haber vivido tantas décadas con poca o ninguna esperanza, la mayoría en la isla está a favor del acuerdo. Pero Rubio y Cruz no se están presentando a las presidenciales en Cuba – no les importará ser impopulares allí. Su posición de principios, basada en el respeto a las libertades políticas y económicas así como por todas las libertades que damos por sentado, significa poco para un pueblo como el cubano al que le han lavado el cerebro durante medio siglo de constante adoctrinamiento gubernamental.

Las relaciones diplomáticas no son garantía de progreso

El gobierno de Obama y los libertarios al estilo Rand Paul no están solos en su respaldo a una mayor apertura. Hay exitosos líderes en la comunidad empresarial americano-cubana, como los reunidos en el Grupo de Estudio de Cuba, que están a favor de la política actual. Su optimismo es en su mayoría genuino pero pocos están dispuestos a lanzarse a hacer grandes inversiones.

Las relaciones diplomáticas no son garantía de progreso. Tampoco lo son inexistentes embargos. Tomemos el caso de Venezuela, un país cuyos líderes pregonan que les gustaría ser como Cuba. Luis Henrique Ball, un testigo directo, cree que no hay nada en el actual acuerdo que impida a Cuba continuar imponiendo las mismas políticas que han condenado a la pobreza o al exilio a sus ciudadanos y a los venezolanos.

Incluso algunos exiliados cubanos, que se quejan de que el actual acuerdo ha hecho caso omiso de los derechos de las víctimas del comunismo, creen que hay posibilidades de que las condiciones materiales mejoren. Uno de ellos, Alberto Mestre, pronostica que la transición podría ser como la de Vietnam (país que visitó recientemente): “Nuestro guía nos dijo que los comunistas siguen gobernando, y eso es malo, ‘pero yo vivo mejor´”. Otto J. Reich, exembajador de Estados Unidos en Venezuela y de origen cubano, pronostica que los cubanos seguirán el modelo de la Rusia de Putin. Probablemente el ejército mantenga el poder después de la muerte de los Castro y tratará de captar empresas dentro y fuera del país, consolidando así su poder.

Probables alianzas entre militares clientelistas e intereses capitalistas clientelistas

Y aunque pueda parecer que habrá menos necesidad de “operaciones de espionaje”, muy probablemente la apertura de las embajadas sirva para que ambos lados amplíen sus actividades de espionaje. Serán más baratas y la recolección de datos de inteligencia en bruto será menos arriesgada. La gente del Departamento de Estado a cargo de los asuntos de América Latina tiende a temer más la inestabilidad que los envites contra la libertad. Y estarán monitoreando las tendencias y a los líderes. Cuba está a sólo 90 millas de distancia de Estados Unidos y si la población se enfrenta a gran inestabilidad e incluso a más pobreza, cientos de miles, si no millones, podrían tratar de huir a la Florida.

Mi pronóstico es que vamos a ver alianzas entre militares clientelistas e intereses capitalistas clientelistas. Los militares tendrán acceso a toda la información recogida por las agencias cubanas de inteligencia; los intereses les ayudarán a abrir las puertas de empresas listas a hacer negocio si alguien les garantiza beneficios. Si paga bien, hacer negocio con tiranos se vuelve atractivo.

Los que amamos la libertad tendremos que hacer un esfuerzo adicional para seguir documentando y exponiendo los abusos contra los derechos humanos perpetrados por los comunistas cubanos durante todas estas décadas, así como su respaldo a actividades terroristas y subversivas. Vamos a tener que resistir la tentación de crear una ceguera estratégica y silenciosa con el fin de no obstaculizar la posibilidad de progreso. Progreso que para algunos podría significar negocios más ventajosos, pero que para nosotros debería traducirse en mayores libertades.

 

© Libertad.org (Versión en español)

© Forbes.com (Versión original en inglés)

Agradecemos a Mariana Zepeda por la investigación de los datos para este artículo.

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