Discriminada durante el régimen de Mubarak y perseguida ahora durante los enfrentamientos entre los Hermanos Musulmanes y el ejército, la minoría copta de Egipto ha optado por la opción menos mala: ponerse del lado de los militares que al menos les defienden de los ataques terroristas.
En sendas declaraciones, la Iglesia copta católica y la ortodoxa –un 9% de los 85 millones de habitantes– aclaran que los atentados son obra de extremistas, cuya violencia es rechazada por los musulmanes moderados.
Desde que estallaron los disturbios en El Cairo el pasado 14 de agosto, los coptos sufren el acoso de integristas islámicos. En los tres días siguientes unas 40 iglesias fueron quemadas y otras 23 saqueadas, según informa Associated Press. Por su parte, AsiaNews ofrece un registro aproximado del número de coptos asesinados, secuestrados o heridos, así como de las iglesias, conventos, escuelas, viviendas, coches y comercios regidos por cristianos que han sido saqueados o incendiados.
Una de las afectadas por la violencia de esos días fue la hermana Manal, directora de un colegio franciscano en Bani Suef (Alto Egipto). Manal fue obligada a desfilar como “botín de guerra” junto con otras dos religiosas ante una multitud de radicales. Las tres religiosas lograron escapar gracias a la intercesión de una profesora musulmana y de su marido. Otras dos profesoras del colegio fueron violadas.
Durante una entrevista concedida a Associated Press, la hermana Manal denuncia que la policía no apareció ante sus llamadas de socorro. En cambio, el obispo copto católico de Luxor, Joannes Zakaria, logró salvar la vida gracias a la policía que en esta ocasión sí detuvo a los islamistas que intentaban quemar su casa.
El ejército y la policía egipcios no han actuado siempre con la celeridad que requería el acoso a los cristianos. Pero al menos en estos momentos están decididos a frenar a los seguidores más radicales de los Hermanos Musulmanes. En general, los líderes de esta organización islamista han instigado la violencia, si bien ahora algunos de ellos empiezan a condenar tímidamente los ataques.
Los coptos, chivo expiatorio
Ante esta situación, el patriarca de la Iglesia católica copta, Ibrahim Isaac Sidrak, ha publicado una declaración en la que agradece el empeño del ejército egipcio por mantener a raya a los radicales. En concreto, el patriarca de Alejandría manifiesta en nombre de los obispos católicos coptos “nuestro apoyo firme, consciente y libre a todas las instituciones del país y en particular a la policía y a las fuerzas armadas por todos los esfuerzos que están realizando para proteger al país”.
Frente a la tendencia de algunos medios occidentales a presentar como víctimas a los seguidores del depuesto presidente Mohamed Morsi, forzado a abandonar el poder por los militares, Sidrak aclara que “lo que está sucediendo en Egipto no es un conflicto político entre facciones diversas, sino una lucha de todos los egipcios contra el terrorismo”.
En una entrevista realizada por la organización Ayuda a la Iglesia Necesitada, el obispo católico copto de Assiut, Kyrillos William, explica un poco más por qué los coptos están en el punto de mira de los extremistas: “[Los Hermanos Musulmanes] creen que los cristianos son los culpables de que Morsi fuera depuesto. Pero los cristianos no estaban solos: más de 35 millones [de egipcios] salieron a la calle para protestar contra Morsi. Los cristianos estamos siendo castigados. Nos han convertido en un chivo expiatorio”.
A crear este clima de hostilidad ha contribuido el líder de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, que a principios de agosto acusó a los cristianos de haber contribuido (junto con el ejército egipcio y EE.UU.) al derrocamiento de Morsi para “crear un Estado copto en el sur de Egipto”.
Para el obispo de Assiut, los simpatizantes en Occidente de los Hermanos Musulmanes no han comprendido la naturaleza del conflicto que se está librando. “Los gobiernos occidentales –dice William– hablan de derechos humanos; estos grupos [los simpatizantes radicales de los Hermanos Musulmanes] tienen derecho a manifestarse, pero sin armas”.
A su juicio, la realidad en Egipto es que “cristianos y musulmanes están unidos”. Prueba de ello es que en diversas partes del país los musulmanes moderados han protegido las iglesias cristianas de los extremistas. “El problema es que [los Hermanos Musulmanes] siguen empeñados en instaurar un Estado islámico, mientras que la mayoría de los egipcios están contentos de que no haya prosperado. Quieren un Estado laico”.
Frenar a los extremistas
En la misma línea, el portavoz de los obispos católicos de Egipto, el padre Greiche Rafic, insiste en que los atentados contra las comunidades coptas católica, ortodoxa, greco ortodoxa, anglicana y protestante son obra de islamistas radicales. “Los ataques a las iglesias se han producido por todo el país, pero se han concentrado sobre todo en las zonas de Al Minya y Assiut, porque es allí donde se encuentra el cuartel general de los yihadistas, responsables de esta violencia”, explica a la Agencia Fides.
“Hay que destacar –añade– que los musulmanes que viven en los alrededores de las iglesias afectadas han ayudado a los religiosos y religiosas a apagar los incendios de los edificios de culto”. Y concluye: “Esto no es una guerra civil entre cristianos y musulmanes, sino una guerra contra el terrorismo. Y la mayoría de la población se opone al terrorismo y al extremismo religioso”.
La Iglesia ortodoxa copta de Egipto también acaba de publicar un comunicado en el que declara que los ataques de estos últimos días “se oponen a cualquier religión, moralidad y humanidad”. De ahí que los jerarcas ortodoxos expresen “su apoyo firme al respeto a la ley, las fuerzas armadas y a todas las instituciones civiles de Egipto” que combaten a los extremistas. Asimismo, critica cualquier esfuerzo por legitimar y prestar protección política a esas “sangrientas organizaciones radicales y a sus afiliados”.
En vísperas de celebrarse una reunión en la que la Unión Europea estudiará una respuesta política al conflicto, Bernardino León, enviado especial de la UE para el Mediterráneo Sur, explica a El País que “lo ocurrido en Egipto es más complejo que un golpe de Estado”. Tras dejar claro que “la violencia viene de ambas partes”, subraya que el derrocamiento de Mursi se produjo en un contexto de gran inestabilidad donde “había cientos de miles o millones de personas en las calles y una amenaza de enfrentamiento entre todos los colectivos”.