Europa, Política

El optimismo de Juncker y las crisis de la UE

Después de meses de abatimiento ante las crisis de la Unión Europea, el optimismo regresa a Bruselas: “El viento vuelve a las velas de Europa”, ha dicho el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en su último discurso sobre el estado de la Unión.

Pero surge la duda de si el recién estrenado entusiasmo no ha dado por cerrado demasiado pronto el debate sobre “la crisis existencial” de la UE, a la que se refirió el propio Juncker en su discurso del año pasado.

“Nunca antes había visto tanta fragmentación, tan pocas cosas en común en nuestra Unión”. Esto lo dijo Juncker en septiembre de 2016. Y, ciertamente, había motivos para estar preocupados: sin haber remontado aún las consecuencias de la crisis económica, el drama de los refugiados dividía a Europa entre los Estados partidarios de buscar una solución conjunta y los que habían decidido actuar por su cuenta, con el cierre de sus fronteras. Además, estaba el ascenso de los populismos, la amenaza del Brexit –consumada en junio de ese año– o la creciente tensión entre la Comisión Europea y Polonia y Hungría.

 

En la práctica, su proyecto para la UE supone el rechazo a la idea de una Europa a varias velocidades o a la carta

 

Pocos días después de ese discurso, los jefes de Estado y de gobierno de la UE –salvo Theresa May– se reunieron en Bratislava para iniciar un proceso interno de reflexión sobre el modo de relanzar el proyecto europeo. Medio año después, en marzo de 2017, la Comisión Europea publicó un Libro Blanco, en el planteó que hasta cinco escenarios posibles para la UE en 2025: desde “seguir igual” hasta limitar la cooperación de los 27 al mercado único, pasando por la propuesta de una Europa a varias velocidades o a la carta, en la que “los que desean hacer más, hacen más”.

En su último discurso sobre el estado de la Unión, pronunciado el 13 de septiembre, Juncker considera que “ahora es el momento de extraer las primeras conclusiones de este debate. De pasar a la reflexión a la acción”. Y por si a alguien le sorprende la celeridad con que se está llevando a cabo el debate, trae a colación “los más de 2.000 actos públicos que la Comisión organizó desde marzo”.

Ventana de oportunidad

En la cumbre de Bratislava ya quedó patente la urgencia de algunos líderes de la UE por pasar cuanto antes a la acción. Lo novedoso es el tono entusiasta del discurso. ¿Qué razones hay para el optimismo? Las más evidentes son la que no cita Juncker: las victorias de Emmanuel Macron en Francia y de Mark Rutte en Holanda han supuesto un respiro frente al alarmismo de la narrativa que advertía sobre el ascenso de los partidos populistas en Europa. El previsible triunfo de Angela Merkel en las elecciones generales de este domingo –el último de los tres grandes comicios del llamado “super año electoral” de la UE–, reforzará la tendencia.

En cambio, Juncker ha optado por destacar los logros económicos: la UE en su conjunto ha crecido por encima del 2%; el paro ha descendido al nivel más bajo de los últimos 9 años; se han reducido los déficits públicos… Pero es exagerado celebrar que “la recuperación de la economía es finalmente una realidad”, cuando no siempre se nota en los sueldos. Tampoco parece que sanear la economía vaya a resolver las crisis políticas que siguen abiertas. Él mismo se cura en salud: “Ahora tenemos una ventana de oportunidad, pero no va a estar abierta siempre. Aprovechemos al máximo el impulso para llenar de viento nuestras velas”.

De todos modos, su discurso revela –como dice The Economist– “un nuevo estado de ánimo en Bruselas: seguro, pero no presuntuoso; impaciente por cambiar después de años de incómodo inmovilismo, pero nervioso ante la posibilidad de perder el terreno ganado”. Y aunque el éxito de sus propuestas dependerá de la disposición de los Estados miembros, el discurso “por lo menos muestra que todavía hay signos de vida en Bruselas”.

Escenario Juncker

En la primera parte del discurso, el presidente de la Comisión Europea desgrana sus cinco prioridades para este curso: impulsar nuevos acuerdos de libre comercio, por ejemplo, con Australia y Nueva Zelanda, México y otros países de América Latina; renovar la industria, con una nueva estrategia centrada en “la innovación, la digitalización y la descarbonización”; liderar la lucha contra el cambio climático; reforzar la ciberseguridad; y reformar la política migratoria, con varias medidas: apoyar a los países que más hacen por salvar vidas –“Italia está salvando el honor de Europa en el Mediterráneo”–, erradicar los flujos irregulares, abrir nuevas vías legales…

 

“Italia está salvando el honor de Europa en el Mediterráneo”

 

Y junto a las prioridades, la visión. A los cinco escenarios planteados por el Libro Blanco, Juncker añade su “propio escenario nº 6”, que quizá no estaba en condiciones de formular cuando los vientos no eran tan favorables: “Una Europa más unida, más fuerte y más democrática”, lo que en la práctica supone el rechazo a la idea de una Europa a varias velocidades o a la carta.

Su visión también incluye la afirmación de la UE como “una unión de valores”. Concretamente, tres: libertad, igualdad y Estado de derecho. “Para mí, Europa es más que un simple mercado único. Algo más que dinero, más que el euro. Siempre fue una cuestión de valores”. Sin embargo, la atención que se llevan los valores en el discurso es claramente inferior a la que reciben otras cuestiones.

A medida que desglosa cada uno de los elementos que forman su visión de la UE, van apareciendo propuestas concretas. Por ejemplo, para lograr “una Europa más unida” propone “abrir inmediatamente el espacio Schengen a Bulgaria y Rumanía”, impulsar la adopción de la moneda única y la incorporación a la unión bancaria.

La “unión más fuerte” pasa, a su juicio, por crear la figura de un ministro europeo de Economía y Finanzas, usar el voto por mayoría cualificada por parte del Consejo para determinadas cuestiones y reforzar la lucha contra el terrorismo.

Y la “unión más democrática” incluye la acogida de dos medidas propuestas por Macron: las listas transnacionales en las elecciones al Parlamento Europeo de 2019 y la organización de “convenciones democráticas”, megadiálogos en los que los ciudadanos puedan debatir el futuro de la UE, en la línea –dice– de lo que se viene haciendo.

A la espera de que lo hagan, Juncker ha presentado ya su hoja de ruta hasta 2019. / aceprensa

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