Política

El hombre del año

La revista Time premia a Bush como “Hombre del Año”. Sin embargo, su liderazgo deberá aprobar pruebas muy duras.

Editorial
La revista Time escogió al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, como el
“hombre del año 2004” por su victoria en las elecciones del 2 de noviembre y su
“fe en el poder del liderazgo”. El mismo reconocimiento lo había obtenido en
2000, tras la decisión del Tribunal Supremo de que se detuviese el recuento de
votos en Florida.

El otro candidato a la portada de Time era su asesor de
campaña y virtual artífice del triunfo electoral, Karl Rove. Rove es un animal
político nato que conoce los procesos mediáticos a la perfección y no hay dudas
de que hubiese sido un justo merecedor de ese galardón. Sucede que en la
redacción de Time, según cuenta el blog de Andrew Sullivan, consideraron que
hubiese sido un insulto al presidente Bush premiar a su consejero político y no
a él que fue, finalmente, quien se alzó con la victoria.

Más allá de
estas consideraciones, el Time premia a un presidente que afronta un segundo
mandato con un opinión pública polarizada, un Irak en llamas y un proyecto de
reforma del sistema de pensiones que puede ser histórico y trascendental. Bush
hoy no las tiene todas consigo y deberá sacar a relucir el carácter y la
convicción que le llevaron a derrotar a John Kerry para culminar este segundo
mandato con la sensación de haber cumplido su tarea.

Pasadas las
elecciones, Bush deberá aparcar sus ideas convencionales y su simpatía
campechana para devolverle a su electorado la confianza recibida y demostrarle a
sus oponentes que estaban equivocados. Y eso no lo logrará saliendo en las
portadas de las revistas de mayor tiraje o en los anuncios televisivos
navideños. Lo logrará con una acertada política en el ámbito doméstico que
incluya reducción de impuestos y menos gasto público.

Esto es improbable
que suceda porque hasta ahora se ha servido de la excusa de Irak para expandir
los gastos federales a niveles fiscales amenazantes. En el último año fiscal que
terminó en septiembre, los números rojos alcanzaron la cifra récord de 412.300
millones de dólares, lo que engrosó una deuda nacional que ya supera los 7,5
billones de dólares.

Tampoco demostró ser un paladín de la libertad en
temas de política económica y comercio exterior. Su debilidad por los subsidios
y los aranceles, así como por extremar las medidas de seguridad hasta el borde
del absurdo, han dejado la sensación que los derechos individuales son materia
opinable cuando a él le conviene. En lo que respecta a las relaciones
internacionales todo parece indicar que su idea es dejar Irak en democracia y en
paz pero los atentados terroristas sucedidos ayer le recordaron que no será
tarea fácil.

Por último, es de esperar que no le ocurra con su plan de
reforma del sistema de pensiones lo mismo que a Bill Clinton con su estruendoso
y fallido proyecto de reestructuración de la sanidad pública. Bush ha dicho que
el sistema “esta abocado a la bancarrota en el futuro y entrará en el déficit en
2018”. Según parece, Bush tiene un excelente programa de pensiones para el futuro,
aunque todavía no lo ha sacado a la luz. Su capacidad de liderazgo para llevarlo a cabo tendrá
la última palabra.

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