Política

El “No” y la nueva “revolución francesa”

“Los fundadores de la UE no calcularon que el rechazo pudiese extenderse hacia la mayoría del electorado tradicionalmente socialdemócrata e izquierdista. En Francia, mientras una mayoría de los militantes del Partido Socialista respaldaron al Sí, el 60% de los votantes de dicho partido optaron por el No.”

Isaac Bigio
El rechazo que Francia ha dado a la constitución europea ha sido contundente. Ha
votado entre el 70 y 80% de la población y el No se impuso con más del 55%.


Los derrotados son las direcciones de los dos grandes aparatos políticos
galos: la derecha gobiernista y el partido socialista. La victoria es festejada
por la derecha ultra-nacionalista que no quiere disolver más la soberanía
francesa y permitir que arriben más inmigrantes del Este. Mas, el principal
promotor del No han sido los sindicatos y la izquierda socialista, comunista y
trotskista adversos al ´neo-liberalismo´ y a restringir la ´protección social´.


La oposición pide ahora nuevas elecciones. Si una cabeza podría caer
sería la del impopular premier Raffarin, aunque varias voces piden que Chirac
dimita (algo difícil de conseguir dada su naturaleza de eterno sobreviviente).


Esto hiere mortalmente a la constitución europea, pero no anula a la UE
sino que conllevará a una redefinición de su carta magna.

La Unión
Europea se encuentra en su peor crisis desde que hace 48 años se gestó su primer
embrión. Antes Suecia, Irlanda y Dinamarca votaron No en plebiscitos menores
acerca de cuestiones europeas, pero son países pocos poblados cuyos resultados
el resto pudo esquivarles u obligarles a retractarse convocando otros
referendos.

Sin embargo, Francia (una de sus 2 grandes fundadores y
potencias continentales) se ha pronunciado (masivamente) contra la constitución
europea. Algo que podrá ser respaldado por el referendo holandés de este
miércoles.

El avance de Europa hacia un nuevo supra-estado ha quedado
retenido. El euro ha bajado. La UE no seguirá consolidándose o ampliándose por
un buen tiempo. Se ha golpeado la concordancia entre los gobiernos de
centroizquierda y centroderecha. Se ha alentado a ultra-nacionalistas y a la
izquierda que plantea retomar discursos socializantes.

Podría llevar a
que la UE se fragmente en distintos niveles haciendo que su núcleo central
adopte acuerdos que le diferencie del resto de la UE.

El rechazo a la
constitución europea ha producido la mayor crisis de la Unión Europea desde que
hace 48 años se firmó el Tratado de Roma. Este no se ha dado con un
levantamiento popular violento como los que Francia solió conocer entre 1789 y
1870 o con huelgas como las de 1968 sino mediante una consulta popular que ha
demostrado un distanciamiento creciente entre los electores y sus representantes
pro-europeos. También implica la muerte de la actual carta magna que tanto
trabajo costó aprobar cupularmente entre los gobiernos europeos.

Entre
Julio y Octubre 2004 intensas negociaciones condujeron a que los mandatarios de
la UE adoptasen una extensa constitución de 448 páginas en las cuales se
aprobaba seguir acercándose a una super-Estado continental. La UE no era una
simple unión económica (como lo son el resto de bloques comerciales que hay en
el mundo desde el MERCOSUR o las comunidades andina o centroamericana) pero
tampoco una nueva unión política (tipo Estados Unidos de
América).

Implicaba un modelo intermedio. Cada uno de los 25 países
componentes de la UE mantendría su propia soberanía, leyes y jefe de estado,
pero se rendirían algunas de sus leyes y derechos (como comercio exterior,
mercado interno, agricultura, pesca o medio ambiente) a un ente supranacional
conjunto. La UE – quien ya tiene en común una bandera, himno, servicio civil,
corte suprema y parlamento – avanzaría a tener una presidencia y cancillería
propias.

Si bien Europa quisiese avanzar hacia una única política
externa, esto se ha demostrado inviable durante la guerra iraquí (donde el coro
central se opuso a la guerra y los ´nuevos´ miembros tendieron a respaldar a
Bush y Blair). Sin embargo, la idea era tener un portavoz internacional que
trate de lograr consenso para que los 25 componentes de la UE tengan una sola
voz externa en muchos puntos.

Cuando el 4 de Marzo se convocó en Francia
al referendo la opinión pública estaba inicialmente (un 60% contra 40%) a favor
de la nueva constitución. Una de las principales naciones promotoras del
proyecto europeo sentía un natural deseo de respaldar a las jefaturas de sus dos
principales fuerzas políticas: la gobernante centro-derechista UMP y la
oposición socialista.

Los artífices de la constitución europea han sido
las dos grandes fuerzas internacionales que gobiernas distintos países europeos:
la centro-derecha y la socialdemocracia. Ambos sectores esperaban el rechazo de
la extrema derecha nacionalista quien siempre busca explotar los temores
populares a la rendición de aspectos de la soberanía nacional y a un flujo
masivo de inmigrantes. También preveían un rechazo por parte de los
anti-capitalistas.

Lo que ellos no calcularon era que el rechazo pudiese
extenderse hacia la mayoría del electorado tradicionalmente socialdemócrata e
izquierdista. En Francia, mientras una mayoría de los militantes del Partido
Socialista respaldaron al Sí, el 60% de los votantes de dicho partido optaron
por el No. El rechazo a la constitución europea se centró en las capas
asalariadas temerosas que la nueva carta magna socave derechos laborales y el
sistema de bienestar social. Este ha sido contundente. Votó más del 70% de los
inscritos y entre el 55 y 56% se pronunció por el No.

Ciertamente España
ratificó la constitución en un referendo con una alta tasa de abstención y otros
8 países (Austria, Grecia, Hungría, Italia, Lituania, Eslovenia, Eslovaquia y
Alemania) han votado a favor de éste a escala parlamentaria, pero el rechazo
francés tiene cuatro grandes características. Una, implica un fuerte veredicto
popular. Dos, parten de una de las principales potencias europeas. Tres, elimina
la imprescindible unanimidad que debería haber. Cuatro, amenaza con producir un
No en Holanda (y con ello en dos de los cuatro miembros fundadores) y generar
una ola popular de descontento.

El eje del No galo han sido clases
trabajadoras y sectores opuestos al ´neo-liberalismo´. Esto ha puesto a la
izquierda como el principal motor del movimiento de rechazo.

Tras el No
es de esperar una fuerte crisis en el gobierno. Chirac podrá sacrificar a su
impopular primer ministro Raffarin y querrá sobrevivir en la presidencia. No
obstante, sus dos últimos años en palacio serán como las de un ´muerto en vida´.


A escala europea buscarán crecer socialmente los ultra-nacionalistas,
pero, sobre todo, una izquierda que se venía sintiendo marginada tras el
desplome soviético y el giro de la socialdemocracia hacia el centro. Ello,
incluso, podría alentar a una ola de marchas callejeras.

Del No también
sacarán provecho los neo-conservadores en EEUU (quienes quieren evitar que se
consolide un polo alternativo y crítico al norteamericano) y también sectores
ultra-conservadores católicos hostiles a que en la UE entren estados
musulmanes.

Un hecho interesante es que una de las principales caras
públicas del No ha sido Laurent Fabius, quien en 1984-86 fuera primer ministro
socialista francés. El hombre que antecedió a Blair en la necesidad de
acomodarse a las reformas monetarias, se ha reciclado y devenido en un crítico a
éstas. Gracias a ello ha recobrado popularidad y podría acabar disputándole a
Holland la candidatura de la izquierda en las presidenciales galas del 2007. En
Reino Unido también existe una tendencia dentro del laborismo a distanciarse del
´nuevo laborismo´ de Blair y regresar hacia posiciones primigenias. La izquierda
socialdemócrata buscará valerse de los resultados galos para pedir que se pare
la adaptación el ´monetarismo´ y se busca restablecer antiguas políticas de
´protección social´.

El No francés no destruye al euro o a la UE pero si
crea una parálisis y crisis internas. Implica un golpe al intento de cooptar
nuevos miembros (en particular Turquía) y debilita al euro.

Lo más
probable es que tras el resultado francés se produzca un reacomodo cupular y se
busca un consenso para salvar puntos en los que muchos están de acuerdo (una
sola chancillería y nuevo sistema de presidencia). Es también posible que el
corazón de la UE se diferencie de los nuevos miembros. La guerra iraquí mostró
fisuras. Ahora hay un centro que puede marchar hacia una política exterior,
social y militar común mientras que la periferia es más propensa hacia una mayor
apertura al libre mercado y a ligarse más a Bush.

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