Oriente Próximo, Política

En Irán no todo es blanco o negro

La esperanza en un Irán más democrático ha vuelto a reavivarse con motivo de las elecciones del 26 de febrero, en las que se renovará el Parlamento y la Asamblea de Expertos. Hablamos sobre la relevancia de estas elecciones con Emma Hooper, licenciada en Historia de Oriente Medio por la School of Oriental & African Studies, de Londres, y doctora por la London School of Economics. Actualmente es investigadora titular asociada del prestigioso think tank CIDOB.

– Tras el levantamiento de las sanciones a Irán, hay mucha expectación en el mundo con lo que ocurra en estas elecciones. ¿Qué hay en juego?

– En cierta medida, los resultados de las elecciones a la Asamblea de Expertos son previsibles, pues se han vetado a casi todos los candidatos no conservadores.

Ambas elecciones marcarán el curso del resto de la presidencia de Hasan Rouhani, sobre todo si continúa en el cargo tras su primer mandato. Pero también tendrán consecuencias después de su presidencia. Los miembros de la Asamblea de Expertos tienen un mandato de ocho años. De modo que es probable que a la próxima Asamblea le toque elegir por segunda vez en sus tres décadas de historia al siguiente líder supremo de Irán y supervisar sus acciones. Sobre todo si tenemos en cuenta la edad del actual líder, Alí Jamenei, de 76 años. Estas elecciones podrían ser decisivas para el futuro del país.

Apoyos inesperados

– Las informaciones periodísticas sobre las elecciones legislativas en Irán tienden a establecer dos bandos bien diferenciados: de un lado, los candidatos “reformistas” o “moderados”, partidarios de continuar con la apertura iniciada por el presidente Hasan Rohani; de otro, los “conservadores de línea dura”, que dominan actualmente el parlamento y ven en la apertura un riesgo de la influencia extranjera en el país, como advierte el líder supremo Ali Jamenei. ¿Echa en falta algún matiz?

– En Irán no todo es blanco o negro: a menudo las líneas se difuminan y aparecen los tonos grises. El contexto político es volátil y habría que tener cuidado con reducir todo a solo dos bandos. Los iraníes han aprendido por la fuerza que muchas veces es más sabio “esperar y ver qué pasa”.

Entre los grupos conservadores que se presentan hay varias listas de candidatos que se solapan. Según muchos analistas, la principal batalla a la que hay que estar atentos en estas elecciones es la que se librará entre el influyente político Hassan Rafsanjani y la “lista de los principlists probados de la Revolución”.

Como asesor de Jamenei, Rafsanjani tuvo un papel decisivo en su elección como líder supremo. Rafsanjani ya no tiene el poder que tuvo en 1989, pero es un secreto a voces que le gustaría recuperarlo otra vez. Como ha explicado hace poco Arash Karami en Al Monitor: “Jameini no ha dicho públicamente quién le gustaría que fuera su sucesor. Pese a la determinación de Rafsanjani de influir en el futuro del país mediante la elección del próximo líder supremo, es muy probable que otras poderosas instituciones quieran decir algo también. Los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, cuyo deber es proteger la Revolución Islámica [de 1979], pueden querer ejercer su influencia para mantener candidatos afines dentro de la Asamblea y evitar que sea líder supremo alguien a quien consideren débil frente a los países enemigos”.

Pero, además, hay que tener en cuenta un hecho significativo ocurrido en los pasados días: la entrada en las elecciones del muy respetado y querido general Casem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds [una unidad especial de la Guardia Revolucionaria]. El general ha dado su apoyo a Alí Lariyaní, el actual portavoz del Parlamento, quien ha sido criticado por los conservadores de línea dura.

El apoyo de Soleimani a Lariyaní –un principlist moderado y defensor de los valores del difunto ayatolá Jomeini– podría dar un vuelco a la situación y dañar, o incluso descarrilar políticamente, la campaña de los conservadores de línea dura contra los candidatos reformistas o moderados.

Lariyaní está afiliado con la lista de candidatos reformistas. Mientras Soleimani es un símbolo político para la línea dura, a Lariyaní se le ve como alguien que se ha desviado de los ideales de los conservadores; un aliado del presidente Rouhani, a quien apoyó activamente para lograr el acuerdo nuclear. La enorme popularidad de Soleimani podría influir notablemente a favor de Lariyaní.

Los conservadores controlan el poder

– Hace unos días, el poderoso Consejo de Guardianes –las 12 personas responsables de velar por el cumplimiento de la Constitución y de la ley islámica– vetó a la mayor parte de los candidatos reformistas por razón de su ideología. Aún el caso de que los moderados ganen la mayoría en el parlamento, ¿les sería posible avanzar en la línea reformista teniendo en cuenta que el mismo Consejo –controlado por los conservadores– puede vetar las leyes?

– Si bien es cierto que el veto tajante de los conservadores ha acabado con casi todos los candidatos no conservadores, serán unas elecciones muy disputadas, incluso aunque sea poco probable que los moderados obtengan la mayoría en el Parlamento. También es importante destacar el papel que pueden tener los votantes indecisos, que representan entre el 10% y el 20% del electorado.

Con todo, todavía persiste la percepción de que estas elecciones no van a traer un auténtico cambio a la vida de la gente corriente. Los conservadores controlan los resortes del poder. Los medios de comunicación, el ejército, los sistemas de inteligencia y los recursos financieros están en sus manos. Se trata de un sistema político dual, y el bando conservador es todavía muy poderoso.

En el fondo, los políticos electos están bajo el dominio de los clérigos, de los juristas islámicos y de sus opacas instituciones y, en último término, bajo la autoridad del líder supremo al que todos obedecen. Incluso si sus aliados de línea dura perdieran las elecciones parlamentarias frente a sus rivales moderados, el ayatolá Jamenei seguiría conservando su autoridad suprema, mientras que los presidentes y los legisladores vienen y van. De modo que un gobierno de mayoría reformista también tendría que seguir la pauta marcada por el líder supremo y la Guardia Revolucionaria, quienes trazarán y determinarán el rumbo del país.

El pueblo iraní quiere reformas

– Junto al debate “apertura sí/apertura no”, está el de la mejora económica del país, tema estrella en estas elecciones. El levantamiento de las sanciones a Irán y los millonarios acuerdos conseguidos por Rohani en Europa –por ejemplo, con Hollande y Renzi– son una buena baza para los candidatos que apoyan su línea. Pero sus rivales les reprochan los niveles actuales de desempleo –sobre todo, juvenil– y el hecho de que supuestamente quieran favorecer a los más ricos. ¿Qué opinan los jóvenes?

– Si entran más reformistas en el Parlamento, existe el potencial de emprender mejoras muy necesarias en cuanto a empleo, crecimiento, vivienda, asistencia médica masiva para los iraníes. Pero esta potencial apertura amenaza los intereses económicos del establishment conservador, en particular, los de las empresas de propiedad estatal y los de los Guardianes de la Revolución. Podría tener una repercusión negativa.

Ciertamente los jóvenes iraníes tienen elevadas aspiraciones, pero los niveles de realismo también son altos, en cuanto a su capacidad para influir en los resultados. La violencia en la región, en la post-Primavera Árabe, no ha pasado desapercibida a la gente, y no parece que haya un deseo de que ocurra algo similar en Irán. Muchos de los votantes más jóvenes ven las elecciones de este viernes como la única manera de reformar el país y sus propias perspectivas de futuro.

Es notorio que la mayoría de los iraníes, no solo los jóvenes, quieren reformas, y así lo expresan cada vez que tienen ocasión. Por eso eligieron a Mohammad Jatami [reformista] como presidente en 1997, y por eso tomaron las calles en 2009 y votaron por el actual presidente Hassan Rouhani.

La estrategia de desarrollo económico de Rouhani ha sido ‘Hacia una economía basada en el conocimiento, de conformidad con la economía global´. Su posición es que la prosperidad económica depende de una mayor productividad, no del incremento del dinero procedente del petróleo, y que una economía que se mantiene al margen de la competencia global, como estuvo la iraní bajo el régimen de sanciones, no puede aumentar su productividad ni su tasa de crecimiento. Los conservadores, que se opusieron al acuerdo nuclear a cada paso del proceso, claramente prefieren tomar distancia de la economía global. Habiendo “perdido” la batalla de las sanciones, ahora buscan erigir nuevos obstáculos para interrumpir la integración de Irán en la economía global, y particularmente en la economía occidental.

Otro tema electoral clave es el acuerdo nuclear y las relaciones más estrechas con Occidente. Hay indicios de que muchos moderados han puesto a un lado sus diferencias en estas elecciones. En la mayoría de las ciudades, están haciendo campaña en la misma plataforma, definida por el acuerdo nuclear y por los vínculos más cercanos con el resto del mundo.

Aunque es improbable que el apoyo popular a las reformas se traduzca en resultados electorales, las esperanzas de cambio no están necesariamente perdidas. Muchos iraníes creen que el cambio llegará, incluso si ahora mismo pareciera improbable. Muchos sienten que ha llegado el momento de construir un Estado, pacíficamente, por vía electoral. Si no puede ser en estos comicios, será en los próximos. Aunque los iraníes suspiran por un Estado moderno y democrático, también son lo suficientemente realistas y pragmáticos para entender que el cambio no puede venir de una contrarrevolución. Tiene que ser gradual. Y eso puede llevar tiempo.

Persuadir a los jóvenes

– Cerca de un tercio de los iraníes tienen de 15 a 30 años. ¿Está la mayoría de ellos a favor de los ideales de la Revolución de 1979? ¿Podrían llegar a convertirse en una fuerza de cambio en el régimen iraní?

– Satisfacer las aspiraciones de los jóvenes iraníes, cada vez más numerosos, será algo prioritario para quien gobierne. Varios partidos han prestado atención a las opiniones de los jóvenes en sus plataformas y han presentado a candidatos jóvenes. Hay indicios de que los jóvenes se inclinan más por los reformistas. Además, se espera que las redes sociales jueguen un importante papel en estas elecciones, incluyendo Telegram, una nueva aplicación rusa que cuenta con alrededor de 20 millones de usuarios en Irán y que ofrece nuevos canales, de momento sin control del gobierno. Por tanto, la juventud iraní importa en estas elecciones.

Sin embargo, la historia de los movimientos populares –provengan de la juventud o de la sociedad civil en sentido amplio, incluido el Movimiento Verde– no ha tenido demasiado éxito a la hora de lograr cambios dentro del gobierno. La pregunta es cómo encauzar las aspiraciones de la juventud por otras vías que no sean la de la revolución. Lo que está claro es que, gane quien gane las elecciones, tendrá que satisfacer las aspiraciones económicas básicas, hasta un nivel todavía por determinar. Es poco probable que esta situación provoque un cambio de gobierno, pero quien logre satisfacer las necesidades económicas y las aspiraciones del pueblo iraní bien podría cambiar las reglas del juego. Pero, como ya he dicho, esto llevará tiempo.

© Aceprensa

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