Los atentados suicidas se han prodigado sangrientamente en el universo musulmán al término del Ramadán. Centenares de muertos en la capital de Bangladesh, Bagdad, Istanbul y Arabia Saudí.
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Lunes, 02 de diciembre 2024
Los atentados suicidas se han prodigado sangrientamente en el universo musulmán al término del Ramadán. Centenares de muertos en la capital de Bangladesh, Bagdad, Istanbul y Arabia Saudí.
Las víctimas del Daesh en Occidente tienen una gran repercusión mediática. Pero la mayor parte de muertos por el terrorismo del Estados Islámico se registran en el mundo musulmán.
Arabia Saudí es el gran aliado estratégico de Estados Unidos y de Occidente en la región. Los tres atentados seguramente relacionados en el país de los Saud tienen un mensaje inquietante para la monarquía saudí y para la estabilidad en la región. También indica el objetivo de la Jihad para desestabilizar al reino que ha jugado con la ambigüedad de ser aliado occidental y, a la vez, ha alimentado movimientos cercanos a los que han promovido la violencia terrorista.
Uno de los tres ataques se ha producido en la ciudad de Medina, la ciudad donde reposan los restos del profeta Mahoma y la segunda plaza más sagrada del Islam que es visitada por millones de musulmanes cada año.
El Daesh ha expresado su hostilidad hacia Arabia Saudí desde que declaró el Califato con la creación del Estado Islámico en zonas de Siria e Iraq borrando fronteras y estableciendo un germen de violencia que ha llegado a Occidente però que, principalmente, ha destruido vidas y ciudades por los lugares en los que ha pasado.
El ataque a Medina puede interpretarse como un ataque a la legitimidad política y religiosa del rey Rey Salman que oficialmente es proclamado como el guardián de las dos mezquitas más emblemáticas de La Meca y Medina.
Es inútil e insuficiente analizar la violencia que viene de la Jihad con la mirada exclusivamente occidental. El Estado Islámico ha sido bombardeado con desorden por Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia, Arabia Saudí y también ocasionalmente por Israel. El presidente sirio sigue en el poder y la guerra civil prosigue con la matanza diaria de sirios. La batalla ideológica y política entre chiítas y sunitas es antigua y las paces entre las dos facciones del Islam no está en el inmediato horizonte.
La estrategia de Washington de expandir la democracia por la fuerza en Oriente Medio ha sido un fracaso. Se han perdido dos guerras, la de Afganistán y la de Iraq, y los problemas son mayores y distintos de los que había antes de las invasiones militares.
Pero lo más inquietante es el rumbo hacia una confrontación abierta entre las dos facciones del Islam que pueden desestabilizar la región afectando a muchos millones de personas, a los intereses de cada uno de los estados y también para Israel.
Para el líder del Daesh, Abu Bakr al-Baghdadi, los saudíes son los lacayos de los cruzados norteamericanos que son calificados como apóstsatas y heréticos que son peores que los cristianos y los judíos. La dinastía saudí está recogiendo los frutos de su ambigüedad a lo largo de los años. Ha alimentado muchos movimientos salafistas bajo bajo y, a la vez, se ha mantenido fiel a Estados Unidos. Una caída de la dinastía de los Saud en Arabia Saudí sería un acontecimiento de una gran gravedad.
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