América, Política

Hay muchas piezas móviles en la Guerra Global contra el Terror

Se dice que Irving Kristol, el reconocido padre del neoconservadurismo, ha formulado una importante norma de la política: “Ten presente quiénes son tus amigos”. Agregaría a este consejo que uno debe tener presente también quiénes son sus enemigos serios.

 

 A menudo he repetido otras sentencias que considero indispensables para el activismo intelectual moderno: "El arte de la política es el de hacer distinciones, no el de confundirlas" y, "Aprende a anticiparte a los acontecimientos, no a reaccionar a ellos". Los dos últimos parafrasean a Trotsky, lo que sin duda provocará desprecio en boca de los neocon-hostigadores. Que así sea.

 

Los acontecimientos recientes en el mundo musulmán, así como el circo político de Washington del que me he ausentado brevemente, me recuerdan estos principios. En primer lugar, Egipto ha celebrado elecciones, y se han registrado ciertos incrementos en los candidatos "independientes" de la Hermandad Musulmana, una organización que comparte mucho, pero que no es idéntica, a la ideología de la religión estatal wahabí de Arabia Saudí, la inspiración de al-Qaida. La Hermandad Musulmana incrementó su representación en un parlamento de reglas tan confusas que es difícil informar con claridad de las noticias electorales egipcias, que es el motivo por el que los medios de Occidente y Extremo Oriente ya deliran con una toma islamista y la caída de Hosni Mubarak.

 

El motivo de tal histeria más importante es que los observadores ajenos a la comunidad islámica global han demostrado desde el 11 de septiembre del 2001 que carecen de contexto, estándares o demás guías con los que juzgar los peligros que representan los diversos grupos islamistas: algunos demócratas musulmanes turcos cerriles, musulmanes bosnios nacionalistas moderados, iraquíes chi´íes, clérigos iraníes, la Hermandad Musulmana, los wahabíes saudíes, los movimientos jihadistas Jama´ati paquistaníes e incluso al-Qaida, van en una sola categoría: "el islam político". En Occidente ha comenzado el debate acerca de si algunos "islamistas políticos" pueden merecer cooperación, o incluso ayuda de gobiernos occidentales — siendo el ejemplo más obvio el del ayatolá Alí Sistaní de Irak, que resulta ser iraní de nacimiento, chi´í de tradición, admirador del trabajo filosófico, que no del sistema político asociado, de Jomeini — y que es el mejor amigo que tiene Estados Unidos en Mesopotamia.

 

Otros comentaristas compiten por llamar la atención sobre diversos grupos fundamentalistas marginales, que son hinchados por parte de los expertos hasta convertirlos en amenazas importantes. En Washington, hemos visto este fenómeno en torno a dos fenómenos muy minoritarios: el grupo musulmán de predicación llamado Tabligh-i-Jama´at (Súplica del creyente) y una entidad sectaria conspiratoria y minúscula, Hizb-ut-Tahrir, o HT (Partido de la liberación). Tratar en profundidad Tabligh requeriría una gran cantidad de explicaciones, la mayor parte de ellas tediosas, HT es mucho más fácil de clasificar inteligentemente.

 

Hizb ut-Tahrir es una agrupación ideológica repugnante que predica el odio a los judíos y a América. Pero no mata gente; de hecho, como observé en mi reciente visita a Indonesia, se organiza abiertamente en el mayor país musulmán del mundo, en donde constituye un elemento pequeño del mosaico islámico, y nadie lo considera una amenaza al orden público.

Desafortunadamente, sin embargo, un artículo del número más recientes de Foreign Affairs produce una letanía de asaltos retóricos exagerados acerca de HT. HT es descrito como "vanguardia ideológica del islamismo fundamentalista sunní" — una frase fácil que arrastra de un golpe los 250 años de historia del wahabismo y la expansión durante 70 años de la Hermandad Musulmana y el Jama´atismo paquistaní. Se acredita a HT de crear "la creciente sensación entre los musulmanes de que su principal identidad se deriva de, y su principal lealtad se debe a, su religión, por encima de su raza, étnia o nacionalidad". Esto es otro truco de la historia, en la que un pequeño movimiento se presenta como fomentador de una tendencia mundial en el pensamiento islámico que se remonta a décadas de antigüedad, por no decir siglos.

 

Mientras que en Foreign Affairs se indica que HT "no es en sí misma una organización terrorista", en el mismo párrafo es etiquetada como "una potente amenaza". Pero, ¿cómo ser una "amenaza potente" sino se implica en violencia? El artículo de Foreign Affairs incluye aseveraciones de que HT cuenta con "hasta decenas de miles de miembros" en Uzbekistán, entre otros países. Esto es una información absolutamente falsa y de baja estofa que procede de la sangrienta dictadura de Islam Karimov en Tashkent. He estado dos veces en Uzbekistán y me he entrevistado con funcionarios uzbecos profusamente, así como con un desertor de HT. Si HT tuviera decenas de miles de partidarios, por no decir miembros reales en Uzbekistán, ya no sería una conspiración, sería un movimiento de masas.

 

No existe prueba ninguna de que HT disfrute de apoyo significativo en Uzbekistán, pero el régimen uzbeco, en lugar de presentarse ante el mundo como un baluarte de la moderación islámica, lo que le convertiría en un aliado valioso y respetable, prefiere ser visto como víctima permanente del terror islamista, vacilando al borde del caos. Esto representa la continuación de la antigua estrategia soviética según la cual los dictadores impopulares mantienen su control sobre el pueblo manipulando el abanico de enemigos, externos e internos. En realidad, el islam radical fue derrotado entre los uzbecos cuando el Movimiento Islámico de Uzbekistán, que luchó en Afganistán, fue bombardeado hasta desaparecer por la coalición liderada por Estados Unidos tras el 11 de Septiembre.

 

El artículo también lanza el falso debate de que los autores materiales de las atrocidades del 7 de julio en Londres eran "miembros de un grupo filial de HT". Principio y final, como si fuera lenguaje legal: tras el 7 de julio, los medios británicos removieron cielo y tierra con respecto a HT y un grupo minúsculo competidor, al-Muhajiroun (Refugiados de la fe). Mientras que es cierto que al-Muhajiroun, un insignificante movimiento fundamentalista árabe, incluye a gente que apoyó una vez a HT, no es cierto que los terroristas de Londres, cuyo origen étnico era paquistaní y caribeño, tuvieran algo que ver con HT o al-Muhajiroun, a excepción de haber leído su literatura.

 

Tanto HT como al-Muhajiroun se centran en los árabes musulmanes de Gran Bretaña, no en los paquistaníes, y las comunidades sunníes paquistaníes de Gran Bretaña están tan absolutamente saturadas de radicalismo islamista procedente del propio Pakistán como para hacer innecesaria cualquier importación árabe. Pero los medios británicos no quieren admitir este hecho porque la corrección política les hace tener miedo de que identificar a los sunníes paquistaníes del Reino Unido como cautivos del fundamentalismo islámico sea fijar estereotipos racistas. Así que los periodistas británicos metieron mucho ruido con HT y al-Muhajiroun, ninguno de los cuales (particularmente el último) se toma en serio como un factor del jihadismo. Al-Muhajiroun prácticamente ha dejado de existir hoy.

 

El comentario de Foreign Affairs también incluía la siniestra afirmación de que "hay pruebas de presencia soterrada del HT en Estados Unidos"). Este tipo del lenguaje facilón no se va a recomendar: HT opera en Estados Unidos de manera bastante abierta. No hay necesidad de "pulir" los hechos en interés de sembrar la alarma.

 

El mismo artículo argumenta que aunque el HT no es terrorista, "se puede pensar en él a efectos prácticos como una cinta transportadora para los terroristas". Mientras que se puede pensar en él de ese modo, hacerlo no es útil; es un cliché sin sentido del tipo que debería haber desaparecido hace años durante la Guerra Fría. Siempre han existido ultraconservadores chiflados que afirman que los sindicatos son la puerta al socialismo y a la revolución comunista por tanto; los pseudo-intelectuales del hostigamiento contra los judíos intentan pintar el movimiento Trotskista de los años 30 como el camino al neoconservadurismo. Estos argumentos son infantiles, por no decir peligrosos. El jihadismo no necesita ninguna "banda transportadora"; la predicación fundamentalista de los clérigos wahabíes de Arabia Saudí o jama´atistas en las comunidades paquistaníes es directa, sonora y extensa. Los jihadistas no son "seducidos" por, o "ayudados" en, la participación en actividades criminales.

 

Finalmente, a los lectores de Foreign Affairs se les plantea la propuesta de que HT, con sus filas, ha concedido credibilidad al concepto de un califato reanimado, o autoridad global religiosa para los musulmanes sunníes. También esto es una noción extremadamente compleja que no se presta a puntos fáciles u opiniones escritas condensadas. La abolición del califato otomano en los años veinte fue la devastadora causa de la inestabilidad en el mundo musulmán; el reestablecimiento de un califato sunní moderado podría aguar, más que animar, el fundamentalismo. HT utiliza "el vocabulario del califato" en los antiguos estados soviéticos de Asia Central con el fin de proyectar la idea de que un estado islámico puede reemplazar a las redes sociales del Comunismo que todo lo abarcan: empleo permanente, pensiones, atención médica, etc. Pero hablar acerca de un nuevo califato es un punto de menor importancia en la agitación jihadista mundial.

 

Hay muchas piezas móviles en la Guerra Global contra el Terror, así como recursos finitos en el bando de las democracias, así que establecer prioridades es crítico; por repetir, es necesario aclarar las distinciones en las filas del enemigo, no oscurecerlas. Los clérigos wahabíes sunníes reclutan sunníes para ir al norte de la frontera iraquí-saudí a matar musulmanes chi´íes y tropas de la coalición; los financieros wahabíes saudíes, que crearon al-Qaida, continúan paseando por las calles del reino tranquilamente. Los fundamentalistas paquistaníes sunníes dominan las mezquitas de Gran Bretaña, que, junto con Estados Unidos, constituye uno de los dos países del mundo en donde el jihadismo impera casi totalmente en el islam. Todos los demás países musulmanes ven un debate, y en ocasiones conflicto armado, entre moderados y fundamentalistas. Hasta Arabia Saudí ha comenzado una transición de alejamiento de la dictadura ideológica wahabí, y las estúpidas maniobras del nuevo presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad — purgas de diplomáticos y demás funcionarios públicos incluidas junto con sus declaraciones genocidas acerca de Israel — contribuyen al debilitamiento del fundamentalismo chi´í.

 

Ten cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos. El principal problema del mundo hoy — musulmanes y no musulmanes por igual — continúa siendo Arabia Saudí, y es representado por el wahabísmo. Hasta el rey saudí Abdaláh ha convocado una conferencia de clérigos musulmanes procedentes de todo el mundo que puede abrir el proceso de desmantelamiento del control totalitario wahabí sobre La Meca y Medina, y que podría minar el atractivo de los terroristas en Irak. Bagdad, en donde HT carece de presencia, es el frente hoy, seguido de Pakistán, donde el HT es trivial. Defender la distracción de los Estados Unidos de los lugares y objetivos en los que debería concentrar su atención no es prudente.

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