Asia-Pacífico, Política

Hong Kong y las libertades

Protestan para reivindicar sus libertades. Podría ser el comienzo de cambios profundos en el gran gigante asiático.


 El número de países democráticos en el mundo no tiene precedentes. Tampoco habían existido nunca tantos estados soberanos. Cuando se aprobó la ONU en 1945 en San Francisco, el número de países fundadores era 51 y hoy se eleva a 192. En casi 70 años se han prácticamente cuadruplicado. No todos son democráticos pero es remarcable que incluso en los regímenes autocráticos se han amortiguado las políticas de control estricto de sus ciudadanos.

 
El hecho de que desde Vladivostok hasta Lisboa y desde Ciudad del Cabo hasta Argelia o en todo el continente americano, las urnas se abran con la periodicidad establecida era difícil de imaginar hace sólo 30 años. El voto es un derecho universal que se practica en un mayor o menor grado de libertad. Pero se ejercita.
 
El ejemplo más difícil de encajar en esta corriente universal es el de la República Popular China, que ayer cumplía 65 años de existencia bajo el régimen comunista instaurado en Pekín por el camarada Mao el primero de octubre de 1949. La evolución china es formidable. Ha pasado de ser un país de ortodoxia comunista inquebrantable a compartir la ideología oficial con un sistema capitalista que le ha situado como la segunda potencia económica mundial.
 
Las protestas de Tiananmen de 1989 fueron eliminadas por la fuerza de los tanques que rodaban por la inmensa plaza de Pekín. El país se instaló en el crecimiento continuado con la urbanización de cientos de millones de agricultores. A mayor progreso, mayor crecimiento de las clases medias y, finalmente, mayores libertades.
 
La censura de prensa, las represión de los opositores y la estructura rígida de los 80 millones de miembros del Partido Comunista constituyen un severo control. El sistema puede tropezar con lo que está ocurriendo en Hong Kong, la colonia británica que pasó a manos de China en 1997 por un periodo de medio siglo garantizando “un alto grado de autonomía, excepto en temas de defensa y exteriores”.
 
La formidable potencia de Pekín se enerva estos días por las manifestaciones de cientos de miles de ciudadanos de Hong Kong que quieren celebrar las elecciones del 2017 sin que los candidatos tengan que ser aprobados por las autoridades de Pekín.
 
El símbolo de las protestas es el paraguas amarillo que han exhibido muchos manifestantes desde el pasado lunes. En otros tiempos, Pekín habría liquidado el problema de Hong Kong de forma expeditiva y radical. De la represión de manifestantes del principio se ha pasado a ignorarlos. Las celebraciones oficiales del primero de octubre se olvidaban de Hong Kong. Pero el mundo y los propios chinos continentales estaban pendientes de lo que ocurría en ese territorio que goza de mayor libertad y prosperidad. Protestan para reivindicar sus libertades. Podría ser el comienzo de cambios profundos en el gran gigante asiático.

Publicado en el Blog de LLuis Foix

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