Se está rompiendo la cómplice amistad entre Estados Unidos y Europa que ha estado vigente desde que el presidente Wilson introdujo el concepto de seguridad colectiva y el derecho de autodeterminación de los pueblos en la conferencia de París de 1919 al término de la Gran Guerra. El siglo XX tuvo color norteamericano en los ámbitos de la ciencia, la política, la diplomacia, la economía y la hegemonía militar.
Europa fue salvada de nuestros fantasmas fratricidas en las dos guerras mundiales y en la guerra fría, que fue ganada contra la Unión Soviética, que se descompuso internamente sin disparar un solo misil.
El presidente Trump ha desatado la guerra arancelaria contra países aliados y contra enemigos históricos. Ha convertido la política en un negocio que tiene que dar resultados siempre favorables a los intereses norteamericanos. Ha roto la tradición de varias generaciones de expansionismo económico, diplomático, militar y cultural que ha desembocado en la globalización, que ahora quiere detener a golpe de tarifas que alteren el funcionamiento del comercio mundial.
La guerra de los aranceles muestra la inseguridad de una economía que no domina hegemónicamente la producción y los mercados. La retórica de las fronteras arancelarias y de los muros para contener a la inmigración ilegal son muestras de debilidad.
La retórica incontinente de Trump puede dar miedo, pero no genera respeto. Se me ocurre la lapidaria frase de Talleyrand, el gran superviviente de la Revolución Francesa, cuando dijo de sus adversarios que no tenían razón porque gritaban demasiado. Supongamos que cumple todas las medidas arancelarias con Canadá, México, China y Europa. Será una sacudida de dimensiones desconocidas para el mundo, de la que EE.UU. puede salir también muy perjudicado.
La política es rica en promesas incumplidas. El desconcierto en Europa es manifiesto, pero si acierta en reaccionar con inteligencia y con la unidad necesaria para parar el golpe del amigo americano, será una oportunidad para recuperar el impulso perdido en los últimos años.
No solo en los campos del rearme y la seguridad, sino en el aumento de la productividad, la investigación y las nuevas tecnologías, tal como recomendaba el informe Draghi. Europa debe despertar de un largo sueño de autocomplacencia burocratizada.
Uno de los efectos positivos del quiebro del vínculo atlántico por parte de Trump es la vuelta del Reino Unido al centro de decisiones estratégicas europeas. El Brexit es hoy una sombra de la bravuconada de un grupo de nacionalistas radicales ingleses que utilizaron la mentira para romper con la Unión Europea. Finlandia, Suecia, Polonia, Lituania, Estonia, Letonia, Chequia, Bulgaria y Rumania se agarran a Bruselas como a un clavo ardiendo. Noruega es europea y Canadá comparte los criterios básicos. Los gobiernos de Eslovaquia y Hungría son una excepción.
El pánico cunde en una Europa en la que la extrema derecha y la izquierda extrema no critican las agresiones de Putin, que no tiene intención de perder el control de toda Ucrania ni de recuperar territorios que fueron zaristas y soviéticos en tiempos no muy lejanos.
Esta Europa, además, tiene que enfrentarse con un Trump que pretende borrar el papel político y económico de la Unión Europea desfigurando las alianzas que han sido fundamentales durante más de ochenta años. Parece como si esta concepción de Europa en paz consigo misma, tras siglos de guerras internas e incubadora de conflictos mundiales, estorbara porque es un proyecto democrático, plurinacional, que pretende respetar al otro siempre y cuando acepte las reglas cívicas y convivenciales vigentes en sus naciones.
Para ello es necesario y urgente rehacer los puentes internos rotos, hacer más pedagogía del esfuerzo y buscar la paz con un rearme defensivo adecuado. Putin puede continuar la agresión en tierras ucranianas y Trump comprar Groenlandia sin contar con los nativos. Europa debe reaccionar ya con determinación para evitar la guerra en la que al final no habrá ni buenos ni malos sino muertos por la imbecilidad de los humanos.
Publicado en La Vanguardia el 2 de abril de 2025.