Oriente Próximo, Política

La importancia de las próximas elecciones palestinas

El próximo 22 de mayo se celebrará la primera vuelta electoral. De ser necesario, el ballotage se disputará en julio

Según el gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), el próximo 22 de mayo los ciudadanos palestinos deberían concurrir a las urnas. Aunque muchos analistas y medios de prensa puedan poner en duda el acotado alcance que pudieran tener las futuras elecciones, el hecho de concurrir a las urnas es la mejor opción que disponen los palestinos como alternativa legal y no violenta para superar la característica hegemónica de sus instituciones, y al mismo tiempo, la única forma de configurar un punto de partida de cara a una nueva era en la que el pueblo participe de las reformas necesarias para impulsar un programa político diferente a lo visto en todos estos años.

El presidente de la Autoridad Palestina (ANP), Mahmud Abbas hizo el anuncio a mediados de enero de este año indicando que la elección tendrá carácter parlamentaria y al mismo tiempo presidencial. Se celebraran con una primera ronda durante el mes de mayo y la segunda en julio. En el caso que se lleven adelante según el cronograma electoral dado a conocer por Abbas, serían las primeras elecciones para la ANP despues de 15 años, ya que desde 2009, cuando finalizo su mandato, el presidente Abbas -un político ya anciano de 85 años- se negó a convocar a elecciones de manera terminante.

Sin embargo, luego de los últimos 4 años sumamente dificiles para la ANP por las decisiones y los recortes de dinero del ex-presidente Donald Trump en los asuntos palestinos, Abbas está tratando de establecer buenas relaciones y congratularse con la nueva administración estadounidense del presidente Biden para recuperar los fondos recortados por su antecesor en el salón Oval.

Un mirada de superficie muestra que las elecciones de la ANP parecen ser un avance positivo. Los últimos 14 años fueron un tiempo caracterizado por el desorden en el proceso de la política palestina que se encuentra claramente fracturada por los 2 actores que dividen fuerzas en lo territorial como en lo político (Hamas en Gaza y la ANP en Cisjordania). El hecho más grave se produjo en 2007, cuando la ruptura geográfica e institucional le quito poder a la ANP liderada Fatah, la organización política representativa en Cisjordania y la grieta se hizo más pronunciada con la política de la resistencia encabezada por Hamas en el enclave gazerí. Esa crísis tuvo lugar luego del ascenso al poder de Hamas en la Franja a través de un cruento golpe de estado a la ANP e impuso  un escenario de estancamiento político, económico y social grave para los palestinos donde se profundizo el problema de las libertades y los derechos humanos de los palestinos en virtud de que ambas organizaciones (tanto Hamas como la ANP-Fatah) gobiernan los territorios bajo su dominio como estados represivos y sin un rumbo económico dependiendo de la asistencia humanitaria internacional con los problemas que eso significo en los recortes de presupuesto ejecutados por la gestion de Donald Trump.

Esa modalidad de ejercer el poder por parte de ambas facciones disparó un sentimiento de frustración e insatisfacción en sus ciudadanos ante la falta de voluntad de los dos grupos para reconciliarse en favor de la política interna. El reclamo más enérgico de los palestinos hacia su dirigencia va desde la mala gestión política hasta los nulos resultados del gobierno para alcanzar políticas que les permitan establecer su propio estado ante los obstáculos de Israel, a quien consideran el enemigo para la consecución de ese logro.

No obstante, la celebración de elecciones para la ANP en Cisjordania será útil al sólo efecto de reforzar su estructura política y en beneficio de sus posiciones frente a Hamas, aunque ello signifique una carga muy pesada para el pueblo palestino. Algo similar ocurre en la Franja de Gaza. Sin embargo, según los medios de prensa palestinos, tanto la ANP como Hamas argumentan que una reforma institucional significativa es lo más importante y debería ser la prioridad inmediata para abordar luego los problemas de fondo que enfrenta la población palestina. Los argumentos que sostienen ambos bandos tienen su importancia aunque pareciera que están soslayando un elemento de vital importancia: ello es que no hay un futuro posible sin una reforma -que dicen buscar- pero sin desalojar a aquellos que se niegan a los cambios y que actualmente están aferrados al poder como si fueran monarcas.

Lo concreto es que aunque las elecciones de la ANP tienen un alcance limitado y no garantizan logros en materia de reformas genuinas, sí pueden ser el único instrumento del que disponen los palestinos para superar el monopolio autoritario sobre sus instituciones para poner en marcha un proceso de reformas de necesidad inmediata. Dicho de otro modo, las reformas urgentes no solo necesitan un programa unificado de criterio político fortalecido para su pueblo, lo que necesitan es que ese pueblo no sea dividido como viene ocurriendo hasta ahora.

No obstante, los propios palestinos tienen dudas sobre las próximas elecciones en cuanto a que ellas pudieran no ser libres ni justas. Más de la mitad de los residentes en Cisjordania y Gaza son escépticos del proceso electoral. Según datos recientes de encuestas locales e internacionales, la sensación de pesimismo es grande en la ciudadanía y se fundamenta en las malas experiencias de elecciones anteriores y en gestiones de gobiernos anteriores que no solo han sido fallidas sino que fueron decepcionantes, excepto durante el breve mandato como primer ministro del economista Salam Fayad en el año 2008, quien fue presionado por Fatah y como declaro años después debió apartarse del cargo y renunciar.

La era de Mahmud Abbas (ANP) se caracterizó por la intransigencia y la monopolización del poder institucional y por la persecución a la disidencia o a cualquier tipo de oposición política. En tanto en Gaza, el gobierno de facto de Hamás desde que se afianzó en el poder en 2007 se puede caracterizar en términos similares.

En resumen, ambas opciones han sido autoritarias, represivas y policiales. En consecuencia, no es extraño que sus motivaciones subyacentes para la celebración de elecciones generen dudas en la población sobre los deseos genuinos de su dirigencia para restaurar el proceso democrático y encaminarlo a las reformas necesarias para alcanzar los objetivos de un estado palestino propio, libre y soberano que renuncie a las actividades violentas más allá de los postulados históricos de liberación, cuando desde el enclave, Hamas no esta dispuesto a declinar las acciones violentas que lo han caracterizado contra sus vecinos civiles israelíes e incluso contra sus hermanos de la ANP.

Aunque las facciones políticas consensuaron semanas atrás en El Cairo, Egipto; una serie de medidas destinadas a salvaguardar el calendario y los resultados de las elecciones, la cantidad de años de represión y frustraciones ha diezmado la confianza de la población en su clase política pero tampoco hay evidencias de que grandes sectores civiles se inclinen por alguna de las escasas ofertas que puedan denominarse de oposición a ambas agrupaciones.

También debe ser dicho que hay responsabilidad de la comunidad internacional que no pocas veces abandono la posibilidad de democracia en las instituciones palestinas, principalmente al negarse a aceptar la victoria electoral de Hamas en 2006, lo cual finalmente condujo a una ruptura que dividió la política palestina de forma sangrienta y condujo a enfrentamientos todavía vigentes que no ayudan a cerrar la grieta entre ambas facciones. Así, todos esos elementos fueron minado la confianza de la gente en un resultado democrático libre y justo de cara a la próxima elección. Sin embargo, la elección será importante y vale la pena a pesar del historial de hechos negativos ya que puede brindar la oportunidad a los palestinos de apartar o al menos debilitar con su voto el control discrecional sobre las instituciones de gobierno de muchos de sus dirigentes.

Históricamente el liderazgo de Fatah y Hamas han colocado demasiados palos en la rueda para bloquear elecciones en el pasado. Ambas organizaciones saben que las urnas son un mecanismo de rendición de cuentas y una amenaza al control exclusivo que han demostrado perseguir con sus acciones, en esta oportunidad, aunque el escenario previo para una elección transparente no pareciera ser optimo de todos modos ofrecera una nueva oportunidad para que -tal vez- nuevas voces e ideas surjan en la política palestina.

Desde la Cumbre de Madrid en los años 90 y por supuesto desde los acuerdos de Oslo, que crearon a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) como única entidad de gobierno reconocida de forma provisional su gestión no debía extenderse más allá de los 5 años en los que debía establecer los términos finales para que Israel y la ANP negociaran la paz de forma definitiva. Sin embargo, más de 20 años después la ANP todavía gobierna Cisjordania sin haber alcanzado ningún logro ni haber cumplido ese mandato diplomático que le dio vida, y aunque se ha convertido en la entidad política central de la vida palestina su gestión resulto improductiva para su pueblo y su causa nacional.

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