Oriente Próximo, Política

La jihad de Maruja Torres

¿Cual es la formación educacional, al menos en materia de historia de Oriente Medio, que debe reunir un individuo para escribir en El País? ¿Se supone que los tacos neofeministas en presunción de mujer liberada valen un doctorado?

George Karim Chaya
En un mundo mediático que parece globalizar hasta la amoralidad, la hipocresía reina en los medios de prensa occidentales hasta convertirse en vergüenza y simulado respeto a los lectores y a la especie.

No cuenta ya quiénes son los muertos o qué balas los asesinan, algo que cualquier profesional honrado debería transmitir en su trabajo. La mercantilización de la integridad moral y la vergüenza dieron lugar a la inocultable rentabilidad mercenaria de aliar la pluma al petrodólar, destruyendo la verdad y favoreciendo ríos de sangre, todo acompañado del constante agravio de la brutal ignorancia. La miseria humana y el profundo odio a la civilización judeocristiana de los escritos de Maruja Torres me mueven a responder misericordiosamente a esta hija de la barbarie.

Aunque he leído en el pasado las torpezas literales desgranadas por la autora, quien demuestra en sus artículos – o al menos en los que han llegado a mis manos – que en lo que al Líbano respecta, este personaje medra por carecer de conocimientos profesionales e históricos y por su parcialidad, nunca he dedicado 3 minutos a un análisis o respuesta suya por considerar honestamente que no vale la pena hacer escuela del ignorante feliz.

No obstante, las reiteradas bajezas y la falta de respeto de esa señora a mi país y mi pueblo me hacen imposible sustraerme a una respuesta breve.

Cierto es que hay varias Europas, como recientemente, con la inteligencia que la caracteriza, ha señalado Pilar Rahola en una Conferencia en Miami. Nunca tan cierta apreciación de la intelectual barcelonesa ha radiografiado con tanta precisión la Europa Miserable, la divagante y sin rumbo, la Europa que funciona a golpe del soborno del petróleo a favor de los terroristas en Oriente Medio, la que eligió bañarse en la sangre de sus hijos en el pasado, esa Europa que favorece la guerra en África, la Europa que sin sonrojarse muestra a diario su indisimulable resentimiento y complejo de inferioridad con la otra costa del Atlántico, con el Vaticano o con Israel. Esa Europa de miserias que padece de miopía y cojea cada día más, la misma Europa Chamberlaina que hizo voto de silencio ante el ascenso de los Hitler, los Mussolini, los Stalin, los Saddam Hussein y los Osamas, asesinos todos que desprecian la convivencia en democracia y para los que la libertad y la vida humanas tienen el valor de una alcachofa, esa Europa miserable, hipócrita y temerosa, es la Europa de la Torres, una australopiteca representatividad.

¿Cual es la formación educacional, al menos en materia de historia de Oriente Medio, que debe reunir un individuo para escribir en El País? ¿Se supone que los tacos neofeministas en presunción de mujer liberada valen un doctorado?

Si el diario El País y/o Maruja Torres se molestasen en abrir un libro, descubrirían que la Guerra Civil del Líbano – que viví en primera persona además – comenzó en abril de 1975, y terminó con los Acuerdos de Taif de Arabia Saudí a finales de 1989. Con tal ilustre padre, ¿alguien se extraña de que los Acuerdos nos sirvieran sino para impulsar los intereses islamistas ?. Los acuerdos fueron acatados por todas las milicias que combatieron en esa cruel guerra, a excepción del hijo predilecto de El País, Hezbolá, que no se desarmó, no se desarma y no se desarmará y que incumple y viola la Resolución 1559 del Consejo de la ONU. Pacifistas y partidarios a ultranza de la ONU, insospechados compañeros de cama para Hezbolá. Todo el posible en la caverna del neocomunismo en la calle Yuste. Pero es que si como dice la Torres, invitada de honor en no pocos actos de patrocinio sirio, “donde empezó la guerra que duró de 1957 a 1989, con una masacre de civiles palestinos”, es que El País debe haber creado ya un segundo país llamado Líbano, porque yo viví en Beirut, en el barrio de Ahsrafieh – un sitio que tanto fastidia a esta pobre, inculta y maleducada mujer – entre los años 1962 y 1978, y no me enteré de que estuviéramos en guerra aparte de por los bombardeos de nuestro barrio cortesía de las milicias chi´íes del Amal, de los palestinos, y de los sirios; hasta abril de 1975, momento éste en el que por ser cristiano y maronita, me fui para salvar el cuello. De los amigos de Maruja Torres. Tampoco nos reímos del dolor o la muerte de ninguna persona del sector o la creencia religiosa que fuera, porque nuestro propio dolor nos invadía cuando enterrábamos a nuestros muertos de noche, para evitar ser secuestrados, torturados y asesinados por los palestinos que entraron a mi país haciéndose pasar por refugiados y que eran dueños de las calles a la luz del día; Hace bien Maruja Torres en adulterar las fechas y los hechos, porque de lo contrario tendría que explicar que ellos venían de ser masacrados a miles en los campamentos árabes de Jordania, Siria, Egipto y Arabia Saudí. En el Líbano los recibimos y pudieron vivir hasta que decidieron, también en 1975 (aunque lo siguen haciendo ahora con la complicidad de la prensa occidental), comenzar a robar bancos para financiar la liberación de Palestina e iniciar su guerra de guerrillas contra Israel y el que se ponga a tiro – nunca mejor dicho. Claro que la señora sabe que esa liberación de Palestina no la lanzaron desde Gaza, sino desde Beirut, Aley, Saida, El Chouf, Akkar, Trípoli, Damour, Amioun, Chekka, y de cuanto pueblo o ciudad invadieron, saquearon y masacraron en el Líbano. Que no es mi excusa para vender libros, sino que es mi país y lo que yo viví. Nosotros, los malos y fieros cosmopolitas libaneses de Ashrafieh – según la Torres – partíamos al exilio sin ningún derecho, “ni siquiera el derecho al odio”, desafortunado titulo del articulo-propaganda que esta pobre mujer ha elegido para “destratar y subestimar” a mi país y mi pueblo.

Para acabar, puesto que realmente me resulta ignominiosa tanta infamia desgranada en los artículos de la servidora de vaya usted a saber qué intereses, alguien debería informar a la señora de que no es noticia que los libaneses hablemos 3 o 4 idiomas, ¿A cuento de qué viene que alguien hable francés en el Líbano? ¿Pretende ser la nota multicultural de El País, ese diario multicultural en el que cualquier cultura que no sea la musulmana radical – si es que se puede denominar eso cultura – es atacada, censurada, ridiculizada y aislada? En el Líbano – el Líbano real, no es que se encuentra en la calle Yuste de Madrid – lo habla un taxista y un empresario, lo aprendemos en la escuela primaria junto al inglés y al árabe. A estas alturas no sé si condonar misericordiosamente a esta mujer, o si pasar página ante tanta pobreza intelectual e ignorancia.

Por último, ¡los cristianos maronitas son una tribu! ¡Secta cristiana, religión misteriosa, iglesia disidente! ¡La Papisa del islamismo palestino declara a los cristianos maronitas en cisma luterano de la iglesia particular que casualmente siempre ha estado unida a Roma, – y que pese a su veneno – tenemos la voz cantante en la historia del Líbano! ¿Por qué son los maronitas el destino predilecto de la censura y el veneno de la Torres? ¿Quiénes son siempre la excusa para promulgar la reocupación siria del Líbano para evitar “tanto caos y crímen”? Que Alá la perdone…

George Chaya es licenciado en Derecho y Ciencias Sociales y analista en geopolítica y Oriente Medio. Asesora a varios gobiernos de América Latina en materia de Oriente Medio, y dirige la oficina de prensa del Consejo Libanés de la Revolución de los Cedros.

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