Oriente Próximo, Política

Las cuatro causas que empujaron a Arabia Saudita y a sus socios a romper relaciones con Qatar

Para las naciones árabes, Doha refugia terroristas, respalda revueltas, tiene una maquinaria propagandística y debilita el frente árabe-musulmán anti-Irán

Más allá de las variadas interpretaciones y conjeturas de analistas y medios de prensa occidentales sobre las causas que desataron la crisis inter-árabe-islámica en el Golfo, es un hecho que el disparador de la crisis ha sido la política exterior de Qatar que, claramente, entró en conflicto con los intereses de países vecinos como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.

El primer escenario de discordia es que Egipto, Riad y Abu Dabi apoyan y respaldan financiera y políticamente al actual presidente egipcio, Abdelfath Al-Sisi, quien logró desalojar del poder a la Hermandad Musulmana. La organización extremista es el máximo representante del islam político radical y había sido sindicada como terrorista por saudíes, emiratíes y egipcios tras las elecciones que dieron la victoria al actual presidente Al-Sisi.

1-Con posterioridad a la elección, las agencias de seguridad egipcias comprobaron a través de agencias de inteligencia regionales que varios líderes terroristas -altamente peligrosos- de los Hermanos Musulmanes fueron cobijados por Qatar. Doha proporcionó dinero y escondites dentro de su territorio a los dirigentes de la Hermandad y a sus aliados, incluida la agrupación terrorista palestina Hamas, y actualmente financia actividades de los aliados a la Hermandad en la guerra civil en curso en siria. Para las monarquías del Golfo, la Hermandad constituye una de las peores amenazas al statu quo y a la continuidad de sus regímenes.

Además de sus lazos estrechos con la Hermandad Musulmana, existen otros factores fundamentales que inquietan a los petromonarquías del Golfo y que dieron lugar al conflicto político con Qatar.

2- El factor más peligroso y de mayor preocupación para el Consejo de Cooperación de los Países del Golfo (CCPG) son las comunidades chiítas que forman parte del tejido social de Qatar. En Arabia Saudita la minoría chiíta representa entre un 10 y el 15% de la población y fue extremadamente activa al protagonizar fuertes protestas exigiendo mayor visibilidad, derechos y participación política desde que estallaron los levantamientos árabes del año 2011. La mayoría de la población chiíta se concentra en la región oriental del país más rico del mundo en petróleo, en las provincias de Al-Ahsa y Al-Qatif y ha sido la más violenta y combativa en la zona sin ocultar sus lazos directos con el régimen iraní. A esos desmanes, se suman los antecedentes muy presentes en la memoria saudita de la -a priori- inimaginable revuelta de Bahréin, donde el sunita Hamad Al-Khalifa gobierna una población de mayoría chiíta y debió recurrir a los Estados miembros del CCPG para sofocar el salvaje y violento levantamiento de hace seis años, donde claramente Irán alentó los desmanes y crímenes chiítas contra la comunidad sunita con el apoyo de Qatar.

3- Otro factor que resulta hostil para Arabia Saudita y los demás países miembros del CCPG es Al-Jazeera, la cadena televisiva qatarí configura una herramienta propagandística clave de la diplomacia paralela de Doha, su influyente cobertura de la agitación regional, las críticas televisivas a reyes y presidentes árabes, salvo al emir de Qatar, la legitimación a las acciones de Hezbollah en la guerra siria, y no llamarle "partido de Satanás" como lo hacen los medios árabes sunitas, ha enfurecido a la Casa Saud en Riad.

4-El último aspecto es que Qatar ha brindado refugio a opositores sauditas y emiratíes pro-iraníes a los que ha proporcionado nacionalidad y libertad de movimiento.

Con esas conductas, en la visión de Riad, Qatar socava la política saudita de contener a Irán y debilita el frente árabe-musulmán anti-Irán, sumado a que Doha mantiene relaciones estrechas con Teherán desde que apoyó el acuerdo nuclear entre Irán y el grupo 5+1. También en 2013, Doha fue el único miembro del Consejo de Seguridad de la ONU que votó en contra de la Resolución 1696 que exigía a Irán suspender el enriquecimiento de uranio de su programa nuclear. Antes, había firmado con Teherán un acuerdo que permitía abrir su mercado a las inversiones iraníes, lo que significó un apoyo abierto a Irán para evadir las sanciones económicas que pesaban sobre su régimen. Todo esto es una espina clavada en el corazón de los saudíes.

En este escenario, de poco le servirá a Qatar pedir a los líderes de Hamas que abandonen el país cuando su diplomacia mantiene contactos con Ghasem Soleimani, comandante iraní de la fuerza khomeinista Al-Quds que lucha en Siria e Irak contra los yihadistas sunitas. Para Doha, Irán no es sólo su socio a la hora de explotar el campo de gas más grande del mundo (North Dome/South Pars), sino que es el país que junto con Rusia está salvando a Siria de convertirse en colonia saudita.

Las sanciones impuestas a Qatar incluyen el bloqueo aéreo, terrestre y marítimo, así como la expulsión de miles de qataríes de Arabia Saudita y de Emiratos Árabes Unidos (EAU), los sauditas saben que estas medidas pueden tener consecuencias imprevisibles para el país (como la falta de alimentos que llegan a Qatar desde Europa, pero en muchos casos a través de Arabia Saudita) y para la paz mundial.

Sin embargo, en el mundo árabe, la cosmovisión de las relaciones sociales y políticas, más allá de las complejidades y fantasías con que suele enfocarlas Occidente, es simplista y primaria. A menudo los conceptos se reducen a definiciones básicas de: "amigos o enemigos". Pero el  castigo aleccionador para los conceptualizados como traidores al reino saudita suele ser extremo e inmisericodioso.

© Infobae

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