África, Política

Lo que piensa de verdad el Presidente egipcio Sisi

¿Es diferente Sisi de Mubarak en cuestiones tan capitales, por ejemplo, como sus posturas hacia la democracia y el islam, o no es sino un clon más joven?


 El antiguo oficial del aire Hosni Mubarak, de 86 años hoy, llevaba 30 años gobernando Egipto cuando sus compañeros de armas lo depusieron en el año 2011. Tres años y muchos levantamientos más tarde, esos mismos compañeros relevaron a su sucesor con el oficial jubilado Abdel Fattaj al-Sisi, de 59 años de edad. El país, en resumen, hizo la ronda de dictador militar en dictador militar, saltándose por el camino una generación simplemente.

 
Este retorno plantea varias preguntas elementales: ¿Cuánto ha cambiado realmente, asentada toda la confusión? ¿Es diferente Sisi de Mubarak en cuestiones tan capitales, por ejemplo, como sus posturas hacia la democracia y el islam, o no es sino un clon más joven?
 
Sisi conserva cierto aire de misterio. Juega con destreza sus manos; un iniciado que siguió su intervención de investidura en televisión el 8 de junio la describe "repleto de clichés y muy largo". Pasó sin pena ni gloria por las filas militares en tres años, de responsable de Inteligencia Militar y Reconocimiento a miembro más joven del consejo castrense y luego ministro de defensa y presidente, ascendiendo con premura.
 
Afortunadamente, hay un documento muy anterior a su presidencia que evidenciaría las opiniones de Sisi: Un ensayo que data de marzo de 2006, cuando asistía a la Academia General Militar de Carlisle, Pennsylvania. Su trabajo de 5.000 palabras en inglés "La democracia en Oriente Próximo" reviste un valor intrínseco escaso pero despierta un interés enorme, al albergar las opiniones ingenuas de un desconocido brigadier general que al poco tiempo y de forma inesperada saldría elegido faraón de Egipto.
 
Si bien no puede descartarse que se trate del trabajo de un trepa, el tono razonado y las opiniones en general asertivas de Sisi — como sus comentarios negativos de Estados Unidos y del régimen Mubarak — sugieren que se desenvolvía con libertad.
 
En el estudio, Sisi expone dos argumentos principales: La democracia es buena para Oriente Próximo; y para que prospere, han de cumplirse primero muchas condiciones. Sisi también discute otras cuestiones, que ofrecen valiosas perlas de su razonamiento.
 
La democracia es buena para Oriente Próximo
Sisi suscribe la democracia por motivos prácticos, más que filosóficos: Simplemente funciona mejor que la dictadura. "Muchos en Oriente Próximo opinan que el actual gobierno autocrático y el anterior no han dado lugar al esperado avance". La democracia también conlleva otras ventajas: Reduce el descontento con el Estado y contrae la brecha sustancial entre gobernantes y gobernados, contribuyendo ambos factores al atraso de la región. En resumen, la democracia puede obrar maravillas en la región y quienes la promueven "ahora tienen una oportunidad en Oriente Próximo”.
 
En paralelo, Sisi acepta el libre mercado porque funciona mejor que el socialismo: "Muchos países de Oriente Próximo trataron de sostener mercados controlados por el Estado en lugar del libre mercado, y como resultado no se generó ningún incentivo a la hora de impulsar la actividad económica”.
 
Era razonable, hasta previsible, que el General Sisi considerase la democracia y el libre mercado en términos de eficacia. Pero sin un compromiso genuino con estos sistemas, ¿los respetará el Presidente Sisi, aun a expensas de su propio poder y de los beneficios del sector socializado de la defensa gestionado por antiguos colegas?[4] Su estudio de 2006 implica apenas una devoción superficial a la democracia, y parte de sus acciones desde que fuera investido (como reinstaurar a los decanos y los claustros universitarios designados a dedo en lugar de elegidos democráticamente[5]) pintan bastos para la democracia.
 
Condiciones para que la democracia prospere en Oriente Próximo
Sisi detalla tres requisitos para que la democracia prospere en Oriente Próximo:
 
(1) Ha de adaptarse al islam. Describe "la naturaleza religiosa" de Oriente Próximo como "uno de los factores más relevantes" en afectar a la política de la región. El islam hace de la democracia allí algo tan distinto de su prototipo occidental que "podría guardar un parecido escaso" con el original. En consecuencia, "no va a evolucionar por fuerza según la plantilla occidental", sino que "cobraría su propia forma o presencia, acompañados de vínculos religiosos fuertes”.
 
Esos vínculos religiosos significan que la democracia de Oriente Próximo no puede ser secular, porque separar la mezquita del Estado "no es probable que sea recibido de forma favorable por el grueso de las poblaciones de Oriente Próximo", integradas por musulmanes religiosos. La democracia ha de sentarse más bien "sobre mandamientos islámicos" y "mantener el sustrato religioso". Las ramas ejecutiva, legislativa y judicial "han de tener en consideración los pilares islámicos confesionales al desempeñar sus deberes". Presumiblemente, esto se traduciría en que las autoridades islámicas del Presidente Sisi habrían de examinar los proyectos de ley para proteger los valores islámicos, con independencia de lo que desee la mayoría del electorado.
 
(2) Occidente debe ayudar, pero no interferir. Occidente tiene gran importancia para Sisi, que teme su influencia negativa al tiempo que busca su apoyo.
 
Tiene muchos motivos de preocupación: Las grandes potencias desean una democracia que se parezca a las instituciones occidentales, en lugar de aceptar una democracia "fundada sobre pilares islámicos confesionales". Interpreta la denominada por entonces guerra global contra el terror como "una máscara en realidad para el establecimiento de la democracia occidental en Oriente Próximo". Para satisfacer sus necesidades energéticas, los occidentales "tratan de influenciar y dominar la región". Las guerras iniciadas por ellos en Irak y Afganistán han de quedar resueltas antes de que pueda arraigar la democracia. El apoyo a Israel despierta desconfianza de cara a sus intenciones.
 
El principal motivo de preocupación de Sisi es el rechazo estadounidense a las democracias "que puedan no tener sintonía con los intereses occidentales". Él exige que Occidente no interfiera cuando sus rivales ganan los comicios: "El mundo no puede exigir democracia en Oriente Próximo, pero denunciar su aspecto porque llegue al poder una formación menos pro-occidental". Traducción: No hay que llamar anti-democrático al Presidente Sisi por seguir políticas que no son del agrado de Washington.
 
Pero las poblaciones de Oriente Próximo también necesitan a Occidente. En el terreno económico, no es probable que prosperen "sin el apoyo externo de las democracias occidentales". En consecuencia, suplica que el gobierno estadounidense asista "a las naciones económicas de Oriente Próximo que se presten, como Egipto". El Presidente Sisi quiere que el contribuyente estadounidense siga corriendo con sus gastos.
 
Occidente también es la respuesta, en opinión de Sisi, a los opacos y sicofánticos medios convencionales de Oriente Próximo. "Si la corrupción surge en el Estado, es probable que pase desapercibida". En consecuencia, quiere que quienes estén en el poder "tengan control sobre los medios". A la hora de construir una prensa mejor, Sisi se fija en Occidente, en los gobiernos y los conglomerados informativos internacionales en concreto. En la medida en que el Presidente Sisi se puso enseguida a intimidar a los medios egipcios hasta la obediencia en cuanto fue investido, es bueno saber que, en principio, valora la libertad de prensa. Los occidentales que se reúnan con él deberían de recordarle esto sin parar.
 
(3) Dar más responsabilidad a la población. La democracia no surge de forma espontánea, afirma Sisi, sino que "precisa de un buen clima — como una situación económica favorable, una población formada y una sensibilidad moderada hacia las cuestiones religiosas". El problema en Egipto es que "la naturaleza de la población ha girado en torno a la dependencia y el favor del Estado". ¿Cómo romper esta dependencia? "La educación y los medios son los factores clave hacia el establecimiento de la democracia; debe de haber un cambio de los medios públicos a los medios civiles". El General Sisi entendía que Egipto necesita una ciudadanía madura, pero ¿permitirá que emerja el Presidente Sisi?
 
Examinando sus tres requisitos, los dos primeros dan a Sisi libertad de actuación anti-democrática como gobernante. Solamente el tercer componente ayudaría, en la práctica, a generar la democracia.
 
Oriente Próximo como región unificada
Un tema imprevisto que surge de su estudio se refiere a las esperanzas de Sisi (probablemente neo-Nasserista) en que Oriente Próximo se convierta en una unidad única: "Oriente Próximo debería de organizarse como región". Quiere que Oriente Próximo (zona que no define; no está claro que Israel fuera incluido) se considere "al estilo de la Unión Europea", insinuando cierta convergencia de costumbres, una moneda única, desarme de fronteras y política exterior común. Ofrece esto como objetivo de elecciones libres: "La democracia en Oriente Próximo… ha de descubrir un motivo de convergencia que aglutine Oriente Próximo en una región unificada".
Sisi se enfrenta claramente a demasiados problemas internos para unificar un Oriente Próximo profundamente dividido[6] y cada vez más anárquico[7]; de aguantar en el poder, sin embargo, éste podría convertirse en uno de sus objetivos y tal vez incluso cobrar la forma de una alianza anti-Hermandad Musulmana a sus órdenes.
 
Islamismo
Lo que conduce al misterio más profundo en torno a Sisi: ¿Es un islamista, alguien que aspira a implantar la ley islámica en toda su totalidad y toda su gravedad?
 
Religioso practicante a nivel personal, se rumorea que se sabe el Corán de memoria. Según el Financial Times, "No sólo su esposa lleva la cobertura islámica exhibida hoy por la mayoría de las mujeres egipcias, sino que se dice que una de sus hijas lleva el niqab"[8] (una prenda integral que solamente deja al descubierto los ojos). Llegó a ministro de defensa porque la Hermandad Musulmana le consideraba un aliado. Desde entonces, sin embargo, ha demostrado ser enemigo jurado de la Hermandad Musulmana al tiempo que se alía con salafistas todavía más radicales — islamistas que tratan de vivir como Mahoma. Aunque el ensayo de Sisi en 2006 no aclara estas contradicciones, sí da pistas.
 
Varias de sus observaciones acerca del islam temprano dejan claro que Sisi se alinea con los salafistas. Igual que ellos, rememora el periodo de Mahoma y los Cuatro Califas Justos (612-660 d.C.) no sólo por "muy especial" y "la forma ideal de gestión" sino también por ser "la meta de cualquier nueva forma de gobierno". Con estos primeros califas como referente, sueña que los musulmanes se unen "para el restablecimiento de la forma más temprana de El Kalafa [califato]". De paso, denigra gratuitamente a los chiítas del islam temprano (por tratar de ofrecer influencia "a los parientes [de Mahoma] en lugar de los líderes más cualificados").
 
Otras intervenciones de Sisi, sin embargo, vierten críticas a los islamistas. Cuando hace poco se declaraba un califato real en Siria e Irak,[9] respondía una semana más tarde con hostilidad deliberada. Poco antes de defender su estudio en 2006, Hamás, vástago de la Hermandad Musulmana, se alzaba con la victoria en las elecciones legislativas palestinas, suscitando la observación amable pero crítica de Sisi de que los islamistas electos se enfrentarían probablemente "a retos de gestión interna". Añadía que "hay esperanzas de que los sectores religiosos más moderados pueden paliar las medidas extremistas", aunque la presente línea dura de Sisi contra la Hermandad Musulmana en Egipto sugiere que habría renunciado a cualquier esperanza de esa índole (junto a millones de egipcios más). Sisi llega a afirmar que el islam da problemas políticos a los dirigentes: "La naturaleza religiosa de Oriente Próximo genera retos a las autoridades gubernamentales”.
 
Anti-Mubarak
Aunque Sisi representó en la Academia General Militar a las fuerzas armadas egipcias, su estudio incluye algunos posicionamientos precisos y valientes críticos con la gestión de su país, llegando a dar el nombre de Mubarak:
 
· Democracia de pega: "Muchos líderes autocráticos están a favor de los ideales y las formas de gestión democráticas, pero son reacios a renunciar al control del electorado en sus regímenes". Asimismo:  Los gobiernos de Oriente Próximo que dicen ser democráticos tienen en realidad "un control centralizado muy estricto e influencian de forma injusta los resultados electorales a través de los medios convencionales y la intimidación flagrante”.
 
· Malas políticas económicas: "El excesivo control público y las nóminas públicas desproporcionadas asfixian la iniciativa y tienden a cristalizar la base electoral de las formaciones políticas del poder. En el Egipto del Presidente Sadat, los controles públicos se desarmaron en una iniciativa encaminada a estimular el crecimiento económico; sin embargo, estos esfuerzos no han florecido con el Presidente Mubarak”.
 
· Servicios serviles de Inteligencia: "Las fuerzas del orden de un país han de desarrollar una cultura que ponga de manifiesto el compromiso con el país, en lugar de para con la formación en el poder”.
 
· Apoyo estadounidense a regímenes que no lo merecen: Al perseguir sus intereses, "América ha apoyado a regímenes no democráticos y ciertos regímenes no muy respetados de Oriente Próximo. Los ejemplos incluyen los regímenes de los estados del Golfo, Arabia Saudí, el primer régimen Sadam, Marruecos, Argelia, etc." (Imagínese a Sisi incluyendo en la lista a Egipto en una primera galerada y luego — por precaución — quitándolo).
 
Además de mostrar el valor de criticar a sus tiranos, aunque solamente en un texto académico, estos sensibles comentarios ponen de manifiesto las más profundas aspiraciones del propio Presidente Sisi con Egipto — así como lo que no tenía presente, como combatir la amenaza islamista o el papel del ejército en la economía egipcia.
 
Conclusión
El Brigadier General pre-político de 2006 era el anticipo del algo contradictorio jefe de gabinete, ministro de defensa y presidente. Sisi es un musulmán religioso ambivalente con los islamistas; hincha del califato en teoría que en la práctica lo rechaza; crítico de la gestión de Mubarak que permitió el renacimiento de su formación política[10]; hincha de la democracia que "obtiene" el 97% de los votos;[11] oficial militar que postula nuevas formas de democracia; partidario de unos medios convencionales independientes que permite imputar cargos de terrorismo a periodistas; un crítico de la tiranía que alienta el auto-bombo.
 
Sisi permanece sin definirse claramente, un caballero de 59 años que sigue tratando de descubrir su identidad y lo que piensa al tiempo que gobierna un país de ochenta y seis millones de habitantes. El aprendizaje en prácticas es literal en este caso. En medio de los siniestros políticos y los rigores del Egipto actual, la esencia de sus ocho años de ideas probablemente emerja dominante: una forma de democracia fuertemente condicionada, segura al mismo tiempo del islam y para el islam; experimentos para rebajar el control de los servicios de espionaje, la economía, la educación y los medios convencionales; diversas tácticas hacia los islamistas así como un renovado intento de convertir en potencia mundial la región de Oriente Próximo.
 
¿Pero tendrá el tiempo y la ocasión de lograr estas múltiples mejas? A menos que demuestre tener unos niveles de competencia desconocidos hasta la fecha,[14] sus probabilidades son escasas.

Las potencias extranjeras pueden colaborar cooperando con Sisi en los problemas inmediatos — armamento, contraterrorismo y espionaje — y presionándole en las cuestiones largoplacistas — operaciones empresariales militares, estado de derecho y derechos humanos

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