Economía y Sociedad, Europa

Los males ocultos de la economía alemana

Un economista influyente provoca discusión en Alemania al advertir que el éxito del país adolece de bases débiles por el estancamiento de la productividad y la falta de inversiones.


Los países europeos descontentos con la amarga medicina de austeridad que receta la doctora Merkel tienen ahora un abogado en Alemania misma. Marcel Fratzscher, presidente del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW), hace una seria advertencia al gobierno en su libro Die Deutschland-Illusion, para que rectifique el rumbo.


El aviso ha caído bien en la mitad izquierda del ejecutivo. En la presentación de la obra, el pasado 19 de septiembre, el autor estuvo acompañado por el ministro de Economía, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, que la calificó de “lectura obligatoria”. Pero la mitad derecha no da muestras de cambiar de política.
El Alemania el crecimiento del PIB y de los salarios es inferior a la media de la zona euro, y la expansión del empleo esconde un aumento del trabajo precario o de jornada parcial
 
Fratzscher, economista de 43 años con experiencia internacional (trabajó en el Banco Central Europeo [BCE], en Harvard y en el Banco Mundial), quiere sacar a los alemanes de la complacencia en sus logros y de su exceso de confianza. La “ilusión” en que viven, dice, se basa en tres méritos que les han permitido resistir firmes a la crisis. Son: la reforma laboral de la década anterior, que al flexibilizar el mercado trajo un aumento del empleo; las abundantes exportaciones de la competitiva industria nacional, y el equilibrio presupuestario, tan distinto del irresponsable endeudamiento de los países rescatados. Moraleja: si los vecinos en apuros quieren salir a flote, habrán de someterse a la misma dolorosa cura, y no quedarse esperando a que Alemania les saque las castañas del fuego.
 
Síntomas preocupantes
Pero, según Fratzscher, Alemania no va tan bien como parece. Presenta síntomas preocupantes: tres años creciendo menos del 1%, incluidos tres trimestres bajo cero (–0,6% es el dato más reciente); salarios casi estancados, más cortos que a principios del siglo para dos de cada tres trabajadores. En esos dos capítulos, Alemania está por debajo de la media de la zona euro. ¿Qué ocurre entonces?
 
El economista Marcel Fratzscher recomienda aumentar el gasto público y la inversión privada, y liberalizar los servicios
 
Fratzscher explica que los éxitos alemanes son notables, pero tienen un lado oscuro. La reforma laboral redujo el paro, pero a costa de aumentar los empleos de dedicación parcial o precarios. Así, aunque en 2013 había 4 millones más de personas empleadas que en 2005, las horas de trabajo totales subieron muy poco, y en proporción, bajaron de 1.431 a 1.388 por trabajador y año. La potencia exportadora no se debe a que haya subido la productividad, sino a que Alemania vende ahora más barato, gracias a los costos salariales contenidos y al euro. Y el déficit presupuestario se ha reducido, sobre todo, porque con dos millones menos de parados que en 2005 se recaudan más impuestos.
 
Después de bajar los humos a sus compatriotas, Fratzscher señala el que, a su juicio, es el problema de fondo de la economía alemana: la falta de inversión y un ahorro desproporcionado. Las inversiones han bajado del 23% al 17% del PIB de los años noventa a hoy. La inversión pública, equivalente al 1,6% del PIB, está bastante por debajo de la media de la UE, que es el 2,2%. Muestra de ello es el mal estado de las otrora ejemplares infraestructuras alemanas, decía hace poco Der Spiegel.
 
Menos austeridad
Contra eso, Fratzscher recomienda lo mismo que piden los gobiernos europeos opuestos a continuar la cura de austeridad: aumentar el gasto público, aun a costa de más déficit. También el FMI lo ha dicho esta semana, al revisar a la baja la previsión de crecimiento de la zona euro, porque ve peligro de vuelta a la recesión. Y el presidente del BCE, Mario Draghi, ha repetido el mismo mensaje porque teme una deflación a la japonesa. Fratzscher añade que el gobierno alemán debería estimular la inversión privada, porque el bajo nivel actual impide que aumente la productividad. En cambio, si los alemanes, en vez de ahorrar tanto y colocar tanto dinero fuera, invirtieran más en su propio país, obtendrían mayores réditos e impulsarían el crecimiento. Otra parte del actual ahorro se debería gastar en importar más de los países vecinos, que es una manera de mover la economía propia y a la vez un beneficio para los socios.
 
Finalmente, hay que liberalizar el sector servicios, poco productivo y competitivo, porque en una parte importante está sometido a organizaciones gremiales y a regulaciones proteccionistas.
 
Las tesis de Fratzscher han provocado una viva discusión. El 20 de septiembre, la canciller Angela Merkel, como dándose por aludida, habló en su alocución semanal de la necesidad de aumentar las inversiones. Pero Fratzscher reprocha al gobierno que emprenda un plan de infraestructuras y no apoye la misma política en Francia o Italia.
 
En estos y otros países hay un conato de rebelión contra las prescripciones alemanas. El primer ministro francés, Manuel Valls, ha anunciado un “presupuesto anti-austeridad”. En cambio, el ministro de finanzas alemán, el democristiano Wolfgang Schäuble, insiste en bajar el déficit, lo que para Fratzscher es “un obejetivo muy extraño en las presentes circunstancias”.
 

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