Max Boot
Durante los tres últimos años, la administración Bush ha seguido una política de ilusiones en Irak, operando bajo la premisa de que algo deus ex machina – ya sean elecciones o la captura de líderes insurgentes – salvaría la situación en deterioro. Bien, Irak ha celebrado ya tres comicios nacionales con éxito. Saddam Hussein ha sido capturado. Abú Musab Zarqawi ha sido abatido. Y la violencia continúa intensificándose aún en Bagdad y las provincias sunníes al oeste y el sur.
La situación es particularmente cruda en la capital de Irak. En mayo, según el Los Angeles Times, 2155 homicidios tuvieron lugar en Bagdad, el 85% del total nacional. “La situación ha empeorado considerablemente en el último par de meses“, escribe la blogger Alaa en messopotamian.blogspot.com el 16 de junio. Una semana después, el New York Times informaba de que el caos se extiende hasta el barrio de Mansour, el Beverly Hills de Bagdad. “Está cayendo en manos de los terroristas“, decía un residente. “Ahora avanzan hacia nosotros. Nadie les está deteniendo“.
El examen directo no puede ser despreciado como negatividad a ultranza procedente de pesimistas de los medios porque encaja en la imagen pintada por el embajador norteamericano Zalmay Jalilzad. En un cable del 6 de junio reimpreso en el Washington Post, informaba de que los empleados de la embajada local encontraban difícil realizar sus tareas fuera de la zona verde entre el crimen, el fundamentalismo y el sectarismo rampantes.
El Primer Ministro Nouri Maliki ha lanzado la Operación Avance Juntos en una tentativa por conservar el control de su propia capital. Esta lucha se encuentra solamente en su segunda semana, y es demasiado pronto para decir si funcionará, pero desde que empezó ha habido varias atrocidades terroristas. El problema es que Avance Juntos depende bastante de funcionarios de policía que son tan sectarios y que están tan corruptos que son parte del problema, no de la solución.
No ha sido enviado a Bagdad ningún soldado americano (o iraquí). El ex enviado L. Paul Bremer informaba de que el general Ricardo Sánchez le dijo en el 2004 que con 2 divisiones extra, “controlaría Bagdad”, pero esas divisiones extra – de 35.000 a 40.000 soldados – nunca han llegado.
En su lugar, las noticias filtraron este fin de semana que empezando en otoño, podría tener lugar una reducción de las fuerzas norteamericanas. Es posible que este plan de retirada, al igual que los anteriores, sea archivado, pero este anunció envía el mensaje equivocado en un momento crítico. El mensaje es que el Pentágono está más preocupado por encontrar una estrategia de salida que una estrategia ganadora: precisamente la acusación que los Republicanos plantean a los Demócratas.
Nunca he sido dogmático en el tema del volumen de tropas. No fui uno de los que criticaron la fuerza de invasión original en el 2003 por ser demasiado pequeña. Había suficientes tropas para tomar Bagdad, y había motivos legítimos para temer que enviar demasiados americanos pudiera provocar un contraataque. Mejor haberse centrado en apoyar a las fuerzas de seguridad iraquíes – excepto en que no había nadie a quien apoyar. El ejército iraquí era disuelto por Estados Unidos, y no se hizo ningún esfuerzo serio por desplegar una fuerza de reemplazo durante un año entero, generando un vacío de seguridad que nunca ha sido llenado.
Pero hoy debería ser obvio que el enfoque “de ligera presencia” no ha funcionado, ha incrementado, no ha reducido, el resentimiento hacia Estados Unidos, porque los iraquíes se sienten agraviados por la ruptura de la ley y el orden. Pero no parece haber un serio replanteamiento de esta estrategia fallida ni en el Pentágono ni en la Casa Blanca.
La administración puede pensar que no tiene más tropas que enviar. Es cierto que las fuerzas armadas están demasiado comprometidas y necesitan ampliarse, pero apenas hay 150.000 tropas americanas en Afganistán e Irak, de 2,6 millones en activo, reservistas y Guardia Nacional. Pueden encontrarse más soldados en la policía de Bagdad si se juzga una prioridad.
Algunos de la administración pueden pensar que incrementar los niveles de tropas, que podrían atraer más bajas, sería un veneno político. Pero lo que realmente está perjudicando políticamente a los Republicanos no es el número de tropas en Irak, ni siquiera las continuas bajas. Es la percepción de que no estamos ganando. Si una presencia militar incrementada puede restablecer la seguridad de Bagdad, el presidente y su partido obtendrían una recompensa en las encuestas.
El hecho de que la administración continúe “manteniendo el curso” con una estrategia perdedora sugiere la necesidad de un cambio en los estrategas. El Presidente necesita un nuevo secretario de Defensa – y probablemente generales nuevos – que estén más centrados en encontrar un modo de ganar, en lugar de un modo de retirarse.