Desde estas mismas columnas hemos denunciado abiertamente la claramente ilegal invasión rusa a Ucrania. También la enorme brutalidad desplegada por las tropas rusas para consumar esa agresión. Las instancias de brutalidad se multiplican y la violencia desplegada contra civiles inocentes, también.

La presencia del líder checheno Ramzan Kadyrov en Ucrania vuelve a testimoniar la brutalidad denunciada.

Se trata de un hombre violento, intimidante, implacable, que comanda una milicia profesional de sicarios, vestidos de negro, que venden sus servicios al mejor postor. Para ellos no hay “límites” en la guerra, salvo su propia voluntad. De allí que se los tenga por violadores contantes de las normas que, en los conflictos armados, protegen a los civiles inocentes. Para Vladimir Putin todo sirve, cuando de alcanzar sus objetivos se trata. También la convocatoria al sanguinario Kadyrov. Por esto está actualmente operando en Ucrania con su brutal milicia profesional de sicarios. Ni para Rusia, ni para Kadyrov, las normas que regulan los conflictos armados existen. Para ellos no hay límites. Se puede bombardear impunemente edificios civiles, hospitales, maternidades, sembrando así el horror. Como acaba de suceder en Mariupol. De allí que la convocatoria a Kadyrov denuncie, una vez más, los crímenes de guerra cometidos en Ucrania luego de la ilegal agresión dispuesta por Vladimir Putin. No sorprende demasiado, es cierto. Para la Federación Rusa, más de lo mismo, lamentablemente. A cara descubierta. El tiempo de asumir la responsabilidad por conductas que ofenden a la civilización llegará en algún momento y las autoridades rusas no podrán eludir que se haga justicia, donde fuere y cuando fuere.

(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.