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Victoria Donda Pérez y el respeto al “Estado de Derecho”

Acaba de hacer designar a su actual novio, Federico Diberto, de profesión biotécnico, en la Cancillería.

La vida de la conocida joven activista y abogada argentina Victoria Donda Pérez fue, en su momento, trágicamente empañada por la violencia que se precipitó tempranamente sobre ella.

Nació en 1977, en cautiverio y de padres enrolados en los montoneros. En la entonces llamada ESMA, lo que define cuanto seguramente ha sufrido.

Fue luego “apropiada” por quienes, por los motivos que fueren, asumieron, de contramano a la ley, el triste papel de “padres falsos”. La vida pudo, no obstante, ofrecer luego a Victoria algunas satisfacciones.

Hoy ella –de la mano de Cristina Fernández de Kirchner- preside el INADI. Con algunos notorios conflictos abiertos, incluyendo el que ha tomado estado público, contra su propia ex empleada doméstica, a la que pretendió aparentemente pagarle el sueldo no con dinero, sino con “planes sociales”. Con dineros del Estado, entonces. De los demás, obviamente.

Pero Victoria Donda parece creer que, por su particular pasado, ella tiene una suerte de “privilegio” o “inmunidad”del que sería beneficiaria y que supone poder tomar a la ley como algo relativo, que ella puede o no cumplir. A su mero antojo.

Acaba de hacer designar a su actual novio, Federico Diberto, de profesión biotécnico, en la Cancillería. En la “Comisión de Cascos Blancos”, concretamente, que preside la conocida “camporista” Marina Cardelli.  Lo que, como cuestionable designación política que es, ha generado el obviamente un previsible, inmediato y extendido rechazo del cuerpo profesional.

Se trata de un cargo para el que el mencionado Diberto claramente no es idóneo. Que, además, es remunerado. Bien remunerado, más bien. Y esa es, precisamente, “la madre del borrego”. Como en tantas ocasiones.

Diberto, cabe señalar, mantiene alguna disputa anterior, aún abierta,con el Estado Nacional, por suministros emanados de contrataciones pasadas.

Donde las dan, las toman, dice el refrán. Y doña Donda Pérez lo sabe bien y lo demuestra en sus lamentables actos. Una pena, por cierto.

(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.

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