El sector privado es el motor del crecimiento económico en América Latina, generando empleo, exportaciones, y presencia en todo el mundo. Las empresas de la región han sido tan exitosas en su consolidación internacional que inclusive se ha acuñado el término multilatinas para describir este fenómeno.
Pero a pesar de la expansión económica y de que la región está creciendo actualmente más rápido que las economías desarrolladas, los índices de productividad y competitividad, fundamentales para hacer de este crecimiento económico algo sostenible en el tiempo, no han aumentando en la misma proporción. Según datos de CEPAL, la productividad laboral ha crecido de manera dispar en la región y se ha visto impactada en algunos países por las últimas crisis internacionales. El último Global Competitiveness Report, por su parte, indica que la competitividad regional se ha mantenido relativamente estable, siendo Chile la economía más competitiva, rankeada 31 entre 139 países. Peor aún se encuentran los indicadores de capital humano, la base real de este desarrollo. Los gobiernos por sí solos no parecen tener la capacidad de responder a este desafío, menos aún en un contexto de mayor demanda de calidad educativa por la creciente clase media y de las mismas empresas.
Las multilatinas tienen un rol fundamental en promover la reforma educativa y lo están haciendo cada vez más. A esta conclusión llegamos en un documento recientemente elaborado desde Brookings Institution y Formar Foundation. En este reporte, analizamos una muestra representativa de empresas enfocándonos en su inversión en educación dentro de los presupuestos de responsabilidad social corporativa y sus fundaciones empresarias. Relevamos información cuantitativa, a través de encuestas, y cualitativa, estudiando casos exitosos de inversión social del sector empresarial en la educación.
Proyectamos que en 2011, las empresas relevadas, que incluyen multilatinas y multinacionales con fuerte presencia en la región principalmente de origen americano y español, han contribuido en más de 550 millones de dólares a programas de responsabilidad social enfocada en educación. En comparación, empresas en la lista de Fortune500 contribuyeron algo menos de 500 millones a proyectos educativos fuera de Estados Unidos. En este sentido, el aporte es significativo, aunque todavía pequeño en proporción a los niveles de repitencia, deserción y rezagos de aprendizaje que existen en la región, y los beneficios fiscales corporativos provenientes de apoyar bienes públicos. El gasto privado en educación en la región es menos del 1% del producto bruto. Si mejorar la educación y con eso la productividad, competitividad e innovación de nuestras economías es la prioridad de los líderes empresariales, todavía queda mucho por hacer.
Pero únicamente invertir o gastar más no es la solución, como lo demuestran los abultados presupuestos gubernamentales y la estancada calidad educativa de la región que revelan los estudios de PISA. De acuerdo con nuestro relevamiento, las multilatinas enfocan sus contribuciones a causas educativas que generen mejores relaciones con la comunidad y otras relacionadas con el desarrollo de las habilidades de sus empleados o futuros empleados, según admitió un tercio de los encuestados.
Sin embargo, de acuerdo al estudio, la motivación principal de las empresas no está relacionada con una mejora educativa que contribuya a aumentar el ingreso de potenciales consumidores, o ampliar sus mercados comerciales, dos realidades que suceden en los países de mayor desarrollo. Existe espacio para que las empresas tomen conciencia que su inversión en educación no sólo tiene impacto en una mejor imagen y estrategia de comunicación corporativa, sino que contribuye a crear mercados más desarrollados para sus productos y ciudadanos con mayores ingresos.
Otro aspecto que las empresas resaltaron es la falta de coordinación entre ellas, con otras fundaciones y asociaciones sin fines de lucro, y con los gobiernos. La mayoría de los entrevistados resaltaron que hacen contribuciones directas en áreas como entrenamiento docente (64%), infraestructura escolar (un tercio de la muestra), programas con adolescentes y jóvenes y educación primaria (59% cada uno), educación técnica o vocacional (55%), entrenamiento laboral (55%) y educación superior (55%) pero que generalmente no coordinan con el gobierno federal ni local, y más bien a veces existe desconfianza y falta de diálogo entre ellos.
Si bien el empresariado esta dinamizando el sistema educativo, generando conciencia de la importancia de la calidad educativa y llevando adelante iniciativas en algunas escuelas particulares, esto no tendrá impacto masivo si no se extiende a la escuelas públicas, manejadas generalmente por los gobiernos locales. De aquí que la interacción con el Estado es fundamental, ya que es la única manera de extender la mejora da la educación a todas las escuelas y tener real impacto nacional.
*Gabriel Sanchez Zinny, Blue Star Strategies y Justin Van Fleet, Brookings Institute
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