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Por qué Theresa May no será Margaret Thatcher 2

La próxima primera ministra no se distingue de Thatcher porque carezca de ideas políticas, sino porque tiene unas distintas.

Theresa May, de 59 años, ha recibido la confirmación para suceder a David Cameron como líder del Partido Conservador y primera ministra británica. Su fama de buena gestora es una baza importante en un momento en que al Reino Unido le toca llevar a la práctica su salida de la Unión Europea. Pero la hasta ahora ministra del Interior no es una tecnócrata ajena a las ideas políticas. De hecho, algunos de sus planteamientos la separan bastante de Margaret Thatcher.

Las comparaciones entre Thatcher y May, segunda mujer en ocupar el número 10 de Downing Street, eran inevitables. Ambas son conocidas por su determinación, su firmeza en las negociaciones y su enorme capacidad de trabajo. De ahí que algunos medios hayan empezado a hablar de May como la nueva “Dama de Hierro”, el apodo que se ganó Thatcher mientras gobernó entre 1979 y 1990.

No todo son parecidos. Las fuertes convicciones liberales de Thatcher contrastan con el pragmatismo de May, a quien se define como “carente de visión ideológica”. Pero esta caracterización es exagerada: la próxima primera ministra no se distingue de Thatcher porque carezca de ideas políticas, sino porque tiene unas distintas.

May también tiene su agenda

Al igual que Cameron con su propuesta del “centro compasivo”, May está decidida a alejar al Partido Conservador del liberalismo de mano dura de Thatcher. Y aunque ve necesarias las medidas de austeridad, su empeño por hacer de los tories un partido más inclusivo viene de lejos.

Cuando Thatcher fue elegida líder de los tories en 1975, May estudiaba geografía en Oxford. Cuenta Gaby Hinsliff en un largo artículo publicado en The Guardian que sus colegas conservadores estaban muy polarizados por entonces, y diferían en la forma de hacer frente a la inflación y al poder de los sindicatos. Pero May “supo mantenerse al margen de los feroces debates ideológicos” y “permaneció firme en el centro”.

Se podría pensar que su postura respondía a la indecisión ideológica. Sin embargo, Hinsliff despeja esta sospecha cuando habla de la arriesgada intervención que tuvo May –diputada desde 1997– durante una convención del Partido Conservador, celebrada en 2002. May lamentó que los tories fueran vistos como unos desalmados (“nasty party”, dijo literalmente) y pidió a los suyos que dejaran atrás su pasado tóxico. Lo que, a su juicio, pasaba por incorporar como diputadas a más mujeres. De ahí que, tras la tercera victoria consecutiva de los laboristas en 2005, lanzara la campaña Women2Win.

Cuotas en las listas electorales

Aquí aparece otra de las diferencias entre las dos líderes conservadoras. “Mientras Thatcher decía de sí misma que no era feminista y llenaba con hombres sus ministerios”, escribe Hinsliff, May “suele aconsejar a las jóvenes que nunca tengan miedo de hacer las cosas de forma diferente a como las hacen los hombres”.

Previsiblemente, Thatcher –firme defensora de la meritocracia– tampoco estaría de acuerdo con las cuotas que defiende May. En 2006, el Partido Conservador adoptó un sistema de listas propuesto por la diputada tory para favorecer las candidaturas de mujeres, gais y miembros de minorías étnicas en las distintas circunscripciones. Como se ve, el pragmatismo de May no está ayuno de causas.

De todos modos, si se compara a May con Boris Johnson o Michael Gove, dos de los aspirantes a suceder a Cameron que se han quedado por el camino, no cabe duda de que el suyo era el perfil más pragmático. Puede que Theresa May no sea el tipo de líder “capaz de atraer y de hacer reír a un corro de gente”, explica al New York Times un exdiputado tory. Pero “su prudencia le será de gran utilidad cuando estalle el caos a su alrededor” en la era post-Brexit.

© Aceprensa

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