Gonzalo Robles Orozco
El drama que estamos viviendo estos días con la llegada masiva de inmigrantes a Mauritania no es más que una consecuencia del “efecto llamada” de las leyes de inmigración del Gobierno del Partido Socialista. El aumento de la vigilancia en el estrecho de Gibraltar y la actitud del Reino de Marruecos han hecho que del fenómeno de Marruecos y las pateras hayamos pasado al de Mauritania y los cayucos.
Desde hace ya algunos meses, los inmigrantes se aventuran a llegar a nuestras costas desde Mauritania, cambiando el litoral andaluz por el de las Islas Canarias y los 50 ó 100 kilómetros del estrecho por los 800 que separan los dos países.
Con toda esta situación, hemos sabido que la Guardia Civil remitió en diciembre de 2005 un informe en el que se alertaba de la muerte masiva de inmigrantes desde comienzos del mes anterior, entre 1.200 y 1.700 personas, en aguas del Atlántico al intentar alcanzar las costas canarias. Aunque el portavoz del PSOE en el Congreso dijo estar convencido de que el informe no llegó a manos del Ejecutivo, el gobierno admitió que sí conocía dicho informe y que “se procedió a trasladar la información recibida a las unidades implicadas para que se adoptasen medidas que pudiesen paliar esta situación”.
A parte de esto ¿Qué está haciendo el Gobierno para intentar paliar la crisis de los inmigrantes que llegan desde Mauritania? La respuesta: repatriar inmigrantes. Ya se ha llegado a un acuerdo con el gobierno de aquel país para poder devolver a todos los inmigrantes que lleguen a nuestras costas procedentes de Mauritania. Para apoyar a las desbordadas autoridades mauritanas, el gobierno español, a través de AECI, envió varios aviones del ejército del aire con material para instalar un centro de acogida en la localidad de Nuadibú, 35 militares y 5 miembros de la AECI. En todo este proceso, llama la atención como la AECI se ha convertido, básicamente, en una agencia de repatriación al servicio del ejército que es quien está teniendo todo el protagonismo en la gestión de esta crisis.
Pero estas dos circunstancias (el alto componente militar de las acciones de la cooperación española y el papel de la AECI reconvertida en una mera agencia de repatriación) son a las que el gobierno nos tiene acostumbrados en sus últimas actuaciones.
En sus días de oposición, el PSOE criticó durante al gobierno del PP por el uso del ejército en las acciones de la cooperación española. Pero en dos años de gobierno socialista vemos como el peso del ejército en dichas acciones, lejos de disminuir, ha aumentado como ha quedado demostrado en la catástrofe del tsunami, en el terremoto de Pakistán o, ahora, con el drama de los inmigrantes en Mauritania. El ejército ha tenido en todas estas crisis un papel más que relevante y, en ocasiones, mayor que el de la Agencia Española de Cooperación.
Por otro lado, la política de inmigración del gobierno se resume, como estamos viendo ahora en Mauritania, en la repatriación de inmigrantes. De todas formas, esta política ya no nos sorprende. Basta recordar los resultados del viaje que el Ministro de AAEE y de Cooperación hizo por varios países africanos a mediados de diciembre de 2005. En Ghana, Níger y Malí Moratinos, intentó firmar acuerdos para repatriar inmigrantes o que se pusieran los medios necesarios para que estos países no fueran lugar de paso de la inmigración. Como contrapartida, se abrió una línea de financiación para Níger y Malí por 2.5 millones de euros y se cerraron algunas operaciones de condonación de deuda (recordemos que estos dos países son los más pobres del mundo). En Angola y Mozambique, el Ministro fue a negociar la permanencia de las empresas españolas en los caladeros de pesca entre otros acuerdos económicos y financieros.
En fin, ni en el viaje a África del pasado mes de diciembre ni en la crisis que se está viviendo ahora en Mauritania hemos oído hablar de políticas de codesarrollo, de lucha contra la corrupción o de otras medidas que ayuden a estos países a ser partícipes de su propio desarrollo. Tan solo vemos como Moratinos intenta cerrar acuerdos de repatriación (y de negocios) con los países más pobres del mundo a cambio de escasas ayudas y de algunas operaciones de condonación de deuda.
Con estas políticas, lo que veremos en un futuro no muy lejano, es como las rutas de la inmigración pasarán de Mauritania a Senegal, de los 800 kilómetros de distancia entre ambas costas a los 1.500, de los cayucos a no se sabe qué otro tipo de embarcaciones y de los 1.500 muertos a los 2.000 ó 2.500. Porque intentar, los inmigrantes lo van a seguir intentando mientras las únicas políticas que ofrezcamos sean las de devolverlos desde donde han llegado, en lugar de solucionar las causas que generan esta inmigración en sus países de origen.