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Toma de posesión en México: falta un rey, sobra un dictador

El próximo martes, cuando entre los rostros de los invitados a la ceremonia oficial, que abrirá el mandato de Claudia Sheinbaum, esté el de Miguel Díaz-Canel, será como un aguijón clavado en el dolor de nuestros migrantes, presos políticos y víctimas de la intolerancia oficial.

La encendida polémica que se ha desatado entre México y España al conocerse que el rey Felipe VI no está invitado a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum ha dejado en segundo plano los nombres de los mandatarios que sí han sido convocados para la ceremonia del próximo 1 de octubre. En la relación oficial que se ha difundido entre los medios de prensa, destaca el nombre del gobernante cubano Miguel Díaz-Canel, agasajado con frecuencia en los últimos años por el presidente saliente Andrés Manuel López Obrador.

El sucesor de Raúl Castro ha sido un convidado asiduo a las ceremonias oficiales y actos públicos del país vecino en este sexenio. En septiembre de 2021, pocas semanas después de las históricas protestas populares que sacudieron la Isla el 11 de julio de ese año, López Obrador no solo fue el anfitrión de Díaz-Canel por varios días sino que compartió con él la tribuna durante la celebración por el Día de la Independencia en México, el famoso “Grito de Dolores”.

El acercamiento, que ha servido de apuntalamiento diplomático al régimen de La Habana, también ha incluido un soporte económico a través de abultadas partidas petroleras. En 2023 la estatal mexicana Pemex envió crudo a Cuba por un valor cercano a los 400 millones de dólares. López Obrador ha contribuido, además, a aplacar las críticas de cancillerías y Gobiernos de América Latina tras la represión de las manifestaciones que, al grito de ¡Libertad! y ¡Patria y vida!, recorrieron las calles cubanas hace más de tres años. El gobernante mexicano ha jugado un papel activo a la hora de diluir los señalamientos al castrismo por los más de mil presos políticos que mantiene en sus cárceles, la asfixia al periodismo independiente y por empujar al destierro a tantos activistas y opositores.

Ahora, cuando el relevo presidencial toca a la puerta del fundador del partido Morena, la asunción del poder de Sheinbaum parece llegar marcada por la misma impronta del anciano líder hacia el autoritarismo impuesto en Cuba hace más de seis décadas. Los guiños entre ambos Gobiernos, la complacencia ante los desmanes del Palacio de la Revolución de La Habana y el silencio cómplice frente a las tropelías del régimen castrista seguirán siendo la tónica que marcará la relación entre ambos países. En esa diplomacia de la complicidad, las autoridades mexicanas ni siquiera han trasladado su preocupación al Ministerio de Relaciones Exteriores de la Isla por los miles de cubanos obligados a atravesar su territorio escapando de su país ante la falta de libertades y la crónica crisis que atenaza sus vidas.

El próximo martes, cuando entre los rostros de los invitados a la ceremonia oficial, que abrirá el mandato de Claudia Sheinbaum, esté el de Miguel Díaz-Canel, será como un aguijón clavado en el dolor de nuestros migrantes, presos políticos y víctimas de la intolerancia oficial. ¿Pedirá alguna vez disculpas la presidenta mexicana por esta ofensa? ¿Estará dispuesta a cambiar el rumbo de una relación bilateral que solo entroniza el autoritarismo? ¿Cree acaso que el tiempo hará olvidar el nombre de aquellos que auparon al dictador que nos amordaza?

Artículo publicado originalmente el 27.09.24 en DW. 

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