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Los dos Fidel Castro

El pueblo cubano, acostumbrado melancólicamente a obedecer y a aplaudir, sin autoridad desde hace cincuenta años, espera indiferente el final del amo, con la actitud displicente de quien tiene otras prioridades más urgentes: alimentarse, vestir a la familia, arreglar las malditas goteras, y ver si aparece algún modo de escapar del manicomio.

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