El Congreso no puede mantenerse ajeno al espíritu y propósito del Gobierno y a la preocupación de buena parte de la opinión pública. En las elecciones legislativas de 2025 no deberían figurar en las listas del Pro, de la Libertad Avanza y del partido Radical, personas sin antecedentes técnicos y profesionales y sin ninguna experiencia en la actuación de gobierno, sin conciencia de su responsabilidad ciudadana. Se necesitará gente que colabore en la reacción que se pretende iniciar en el Congreso, que constituya un paso más en la modificación de la estructura política y económica que necesita el país. Éste tiene que actuar con sistemas, principios, ideas, métodos y gente que aseguren el cumplimiento de aquellos propósitos y que justifiquen la organización partidaria, en un momento en que se anuncia la proliferación de partidos políticos. Sería útil acercar a ex funcionarios públicos de amplia experiencia que se han desperdiciado en la actualidad y podrían ser de gran utilidad; siguen deseando servir a su país hombres de carrera y conocimiento en los problemas complejos de la administración pública. Habría que comenzar a arrimarlos a la vida política para que defiendan los mismos propósitos e ideas económicas y sociales ligados a la libertad.
La renovación del sistema de ideas que comenzó en los 90, y que ha tomado con decisión el actual gobierno, debe contar con gente idónea para los cargos, es lo que llevaría al éxito final. También habría que avecinar a personas independientes con las mismas ganas de ayudar. Los argentinos, en general, tienen un papel esencial: darse cuenta de la necesidad de renovar el criterio de selección de las personas que los representan en el Congreso. Habría que comenzar a pensar en constituir una nueva conciencia que permita, en el futuro, tener el Congreso que ambicionamos. La gente será la responsable de un cambio bienhechor, de encauzar la vida democrática, el futuro no solo del parlamento, sino del país.
La incomprensión, las luchas internas, el egoísmo de políticos, junto a la implementación de un sistema económico fracasado en todo el mundo, han anulado las brillantes perspectivas que Argentina podía tener. Es por ello que se precisa un acuerdo firme y duradero entre los partidos que comulgan con las mismas ideas: fijar los principios y el sistema más conveniente para la Argentina, a fin de lograr paz y bienestar. Ello podría hacerse realidad si no se desestima la importancia de elegir hombres que desde el Parlamento orienten y dirijan la política del país cuyo ejecutor es el Poder Ejecutivo. Dejar de lado la defectuosa practica de elegir funcionarios con cierto caudal electoral o digitado por las autoridades superiores de un partido, sin que cuenten con los conocimientos necesarios para cumplir con tan importantes tareas. Muy lejos ha quedado el Parlamento donde hombres brillantes de iguales y distintas ideologías o partidos, discutían y jerarquizaban la función.
No debería el oficialismo dormirse en los laureles, los sacrificios necesarios que requiere este periodo para lograr una salida exitosa de la honda crisis, creada por el gobierno anterior, merece la preparación para dar batalla con alfiles de primer orden, gente respetada por la ciudadanía, quienes en la comparación con los impresentables candidatos del kirchnerismo, muestren unas enorme diferencia. Es el país lo que está en juego.
Por su parte el Gobierno, al que se le reconoce, buena parte de su gestión, debería dejar de lado la arrogancia y la suficiencia, estar dispuesto a escuchar y a tratar con amabilidad a quienes se acercan con ideas o críticas con el propósito de ayudar a mejorar su desempeño. Le convendría acercar definitivamente a quienes comparten, considerablemente, su pensamiento; necesitará siempre de la sana oposición dispuesta a respaldarlo en las cuestiones más importantes del cambio de modelo. El estar ante una emergencia requiere, tanto del Gobierno como la oposición dialoguista, evitar el triste espectáculo de las luchas intestinas, los enfrentamientos en los altos niveles jerárquicos, frente a los cuales la gente nunca se sentirá atraída. El apoyo que se necesita no se conseguirá con luchas posicionales de los bandos en pugna, todo proceder contrario a la posibilidad de armoniosa convivencia política en el Congreso, constituye una actitud equivocada. Los legisladores deben comprender que los recursos de los que han de valerse deben tender a una actitud reflexiva y constructiva, es el criterio con que se deben atender cuestiones de alto interés público.
Es indispensable que las ideas de la libertad adquieran gravitación electoral. Para lograrlo todos los funcionarios tendrían que esforzarse para que los argentinos entiendan que las dificultades actuales se deben al pésimo gobierno anterior, es preciso que se sepa hacia dónde vamos, dentro de que sistema nos movemos y de las dificultades que se tienen que afrontar.
El kirchnerismo ha demostrado una enorme falta de capacidad en la atención de sus finanzas internacionales, aunque se resuelva el problema de los pagos inmediatos la forma en que se ha manejado este problema, de cualquier manera, ha dejado mal parado al país. Ha acentuado la destrucción del crédito exterior, le va a costar al gobierno actual recuperarlo, se ha dejado la sensación de que Argentina puede dar una embrollada sorpresa.
La actual administración intenta liberar drásticamente la economía, instrumentar orgánicamente dicha liberación, negociar con el FMI y anticipar a la opinión pública del país y del exterior los futuros propósitos. Está implementando, en el orden interno, las medidas de saneamiento económico, financiero, monetario y presupuestario, en una palabra, revirtiendo consciente, deliberadamente y públicamente, la mayor parte de lo que se ha venido haciendo hasta ahora. También, desinstalando la corrupción organizada de las empresas estatales, la reiteración con que ha ocurrido a lo largo de los años indica que se deben tomar medidas para poner punto final al creciente desbarajuste que ello significa, como al agujero económico que ha representado para al país. Para ello el Presidente debe lograr el apoyo, la energía, y la libertad política, como para poder sostener el cambio hasta el fin, establecer las bases para la futura recuperación sin olvidar restaurar la confianza con muchas otras medidas, en las cuales crean los inversores nacionales y extranjeros. La confianza es el motor de los buenos resultados que se esperan; la desconfianza general provocada por los errores recurrentes de gobiernos anteriores determinó la destrucción del crédito externo. El sostén del campo es fundamental, deberían ofrecerlo también los demás sectores de la economía, hasta poder volver a la normalidad. Después de las dificultades iníciales se espera la recuperación y el mejoraramiento en todos los órdenes, de nuestro nivel de vida.
Sin embargo, el cambio, en última instancia -como nos dice el sociólogo estadounidense Robert Nisbet- es obra de los individuos, pero dentro de un contexto de crisis. Depende más de ello que de la casualidad, de la constitución biológica, del contexto físico o del carisma. Pero no podemos pronosticar su éxito con validez científica, aunque sea tentador. Nos movemos con conjeturas, aunque haya quienes son más hábiles y tienen más suerte para predecir que otros, no hay un pronóstico histórico inevitable. Ojalá, entonces, éste sea el período en que los argentinos no piensen en regresar a la política dirigista y estatista del kirchnerismo, abandonen esa idea y apuntalen a quienes, realmente, aman las ideas de la libertad, con la esperanza de vivir tiempos mejores.
Elena Valero Narváez, Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias. Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas).