“Hola Bea”. “Buenas noches señor Piñera”. Así comenzaron algunos de los muchos programas televisivos que se han sucedido por estos días con ocasión de las elecciones primarias que enfrentarán a los precandidatos de Chile Vamos y del Frente Amplio.
La forma como se desarrollaron esos programas revive la discusión acerca del rol del periodista. ¿Debe éste expresar abiertamente su opinión sobre el tema que se está debatiendo o hacer un esfuerzo por presentar las posiciones de manera objetiva? ¿En cuánto entrevistador, debe preguntar de manera que el entrevistado pueda expresar lo más claramente posible su punto de vista, con todos los matices que éste tenga, o debe tener un objetivo estratégico, como por ejemplo mostrar que el candidato tiene, en cierto tema, una posición determinada que se aleja de las convicciones del periodista o de un determinado grupo de opinión?
¿En relación a actuaciones pasadas del entrevistado, debe el periodista intentar mostrar cómo reacciona el candidato frente a ciertas situaciones, o puede transformar la interrogación en un juicio público actuando de acusador para demostrar una conducta que a él le parece alejada de sus convicciones o cánones morales?
Todas estas preguntas son especialmente pertinentes en los programas que ha participado Sebastián Piñera, con los periodistas de Chilevisión y CNN.
En Tolerancia Cero, Daniel Matamala, Mónica Rincón y Fernando Paulsen gastaron más de la mitad de su tiempo en preguntas, contrapreguntas, opiniones y afirmaciones acerca de los negocios, los impuestos y el patrimonio de Sebastián Piñera. ¿Es ese realmente el tema que más le interesa a la ciudadanía en relación a este candidato? No se trata acaso de conocer el pensamiento del candidato acerca de los temas que interesan a los chilenos ad portas de una elección primaria? Si bien Piñera respondió documentadamente cada una de las preguntas sobre estos temas, incomodando a veces a sus entrevistadores como cuando quedo claro que alguno no sabía cuál era la tasa de impuesto corporativo a las empresas sobre la que preguntaba, perdió mucho tiempo en ello sin tener oportunidad de explicar cuáles son sus propuestas en otras materias de interés para la ciudadanía.
En el programa Aquí está Chile, de los mismo canales, hay un formato atractivo que permite que las inquietudes que tiene la ciudadanía sobre distintos temas se reflejen en las preguntas iniciales que se hacen al entrevistado. Este atributo del programa, no obstante, se desperdicia cuando el grupo de periodistas tiene, con una posible excepción, uniformemente una sola posición política, que deja ver en sus preguntas y contrapreguntas. Los periodistas muy pronto dejan de lado a los ciudadanos para reflejar sus propios prejuicios y se dedican a atacar al candidato, cada uno en su estilo. Alguno lo hace de manera implacable, tratando, por ejemplo de mostrarlo como anti inmigrantes, que no lo es, y reflejando en su lenguaje corporal un ánimo persecutorio que sorprende. Otro lo acosa, tratando de demostrar que sus estándares morales no son aptos para un candidato, usando información parcial y sesgada, como cuando presume culpables a personas de su entorno en procesos que no los han condenado. Algún otro, simplemente no da el ancho al recurrir a ejemplos odiosos, como la propiedad raíz de parientes del candidato, haciendo afirmaciones al respecto que prueban ser falsas. Otro lo conmina a donar parte de los terrenos que posee y le pide explicaciones de por qué no actúa como quienes sí los han donado.
En fin, guardando diferencias en la forma, algunos periodistas más preparados e informados que otros, uno más contendido que los demás en la manera de preguntar, pero todos ellos, con una excepción, mostrando sus profundas diferencias personales y hasta encono en algunos casos con el candidato; que con un dominio de escena y de cada uno de los temas que es excepcional se defiende con brillo. Pese a ello no logra transmitir cabalmente a la ciudadanía cuáles son sus propuestas programáticas, simplemente porque los periodistas no lo dejan hablar de otra cosa que de sus prejuicios, no le permiten sino ocupar su tiempo en esquivar las pequeñas celadas que le tienden; en un ejercicio concertado donde cada uno toma un tema y repite con majadería sus premisas y no lo suelta hasta que le toca el turno al otro, que sigue con el inútil ejercicio de demostrar que Sebastián Piñera no es idóneo para ser el próximo Presidente de Chile.
Hasta aquí el más probable Presidente de Chile a contar del 11 de marzo del 2018 ha pasado la prueba holgadamente; pero sus interrogadores no nos han permitido conocer nada nuevo sobre él, sobre sus proyectos para Chile, ni sobre sus motivaciones para hacer el enorme sacrificio de postular otra vez a la Presidencia. Mal por ellos.
Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en El Líbero.-
© LyD