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Desconexión con la realidad y discurso sibilino

Vivimos una época en la que en gran medida hay políticos que mantienen un doble discurso a prueba de balas.

Prometen y no cumplen o declaman sobre lo que al instante le dan la espalda con un portazo. Así, por ejemplo, los hay que se las pasan parloteando sobre los “derechos humanos” y al mismo tiempo se asocian con cuanto régimen totalitario aparece en el planeta con encarcelamientos y asesinatos a granel. Los hay mentirosos seriales que creen distraer para cubrir corrupciones y emplean la parla en direcciones opuestas según el destinatario como si los receptores fueran idiotas. Y para peor muchas veces lo hacen gritando y retando al auditorio como si todos fueran infantiles menos el orador.

Antes he escrito sobre la novela y la consiguiente producción cinematográfica que comentaré a continuación y, sobre todo, de su notable creador. Se trata de la fascinación que produce el lenguaje sibilino. Lo vemos en filosofía a través de textos extenuantes de factura incomprensible plagados de neologismos, frases tortuosas y razonamientos circulares. Lo comprobamos en ensayos de economía que parecen fabricados para mofarse del lector inundados de lenguaje críptico, contradicciones permanentes y modelos econométricos inconducentes.

Karl Popper ha escrito en su colección titulada Conocimiento objetivo que “la búsqueda de la verdad solo es posible si hablamos sencilla y claramente, evitando complicaciones y tecnicismos innecesarios. Para mí, buscar la sencillez y lucidez es un deber moral de todos los intelectuales: la falta de claridad es un pecado y la presunción un crimen”. Por su parte, Wilhelm Röpke consigna que “cuando uno trata de leer un journal de economía en estos días, frecuentemente uno se pregunta si uno no ha tomado inadvertidamente un journal de química o hidráulica” y, más recientemente, el sonado escándalo que produjeron Alan Sokal y Jean Bricmont quienes luego de pasar por los referatos del caso y publicar en la revista académica Social Text, declararon que se estaban burlando debido a los disparates conceptuales e imposturas que contenía el trabajo.

En esta ocasión nos detenemos en Jerzy Kosinski como ejemplo de lo dicho, quien fue permanentemente agredido por ramificaciones estalinistas en la universidad de su Polonia natal donde después de infinitos calvarios se doctoró en sociología mientras trabajaba como instructor de ski hasta que logró escaparse a EE.UU. donde trabajó como conductor de camiones de día y en horario parcialmente nocturno de cuidador de un predio de estacionamiento. Al mismo tiempo, estudiaba inglés hasta que pudo aplicar a una beca de la Ford Foundation que obtuvo para estudiar en la Universidad de Columbia donde también se doctoró en psicología social y escribió dos libros de gran éxito editorial: No Third Path donde muestra la inconsistencia de pretender una tercera vía entre la libertad y el totalitarismo y The Future is Ours, Comrade en el que invita al levantamiento de sus coterráneos contra las botas comunistas. Fue profesor de prosa inglesa y crítica literaria en las universidades de Yale y Princeton, recibió el premio de literatura de la American Academy y del National Institute of Arts and Letters y presidió el capítulo estadounidense del PEN Club. Sus múltiples novelas fueron best-sellers, una de ellas –Being There– se llevó al cine (Desde el jardín con la actuación de Peter Sellers) que obtuvo el Best Screen of the Year Award.

Es a esta novela a la que hacemos breve referencia en estas líneas y la respectiva versión cinematográfica. Alude a un jardinero analfabeto consciente de su ignorancia en los temas que le preguntan y repreguntan audiencias fascinadas por lo que consideran un léxico repleto de sabiduría que estiman hace referencias metafóricas al cuidado de jardines. Muchos fueron los reputados personajes que se hipnotizaban con lo que no entendían y afanosamente buscaban soluciones políticas a los enredos que ellos mismos habían generado. El cuadro de este escrito de ficción resulta que puede fácilmente trasladarse a la no ficción, esto es, como queda dicho a lo que se vive hoy en muchos ambientes políticos en los que los figurones del caso presumen conocimientos que no tienen ni pueden tener puesto que éstos se encuentran dispersos y fraccionados entre millones de personas. Las pretendidas directivas de gobernantes megalómanos, concentran ignorancia al cerrarle las puertas a los procesos abiertos y competitivos compatibles con la sociedad abierta.

No tiene desperdicio la entrevista del jardinero con el presidente estadounidense quien concluye después de la reunión: “Tengo que admitir que lo que acabo de escuchar es lo más refrescante y optimista que me han dicho en mucho tiempo”, a raíz de la descripción de las estaciones de verano, otoño, invierno y primavera que había realizado con la mayor inocencia aquella persona que no tenía contacto alguno con el mundo exterior como no sea a través de la televisión.

Todo el clima de los burócratas instalados en Washington DC se traduce un una sátira a la política cuyo establishment en verdad ha perdido contacto con la realidad. Las reflexiones de quien se ocupa de cultivar un jardín están formuladas de modo literal pero, como decimos, los receptores del mensaje, acostumbrados a complicar las cosas, lo entienden como consideraciones alegóricas.

Kosinski intenta con éxito subrayar la simpleza de las cosas y el afán de los burócratas por estrangular los hechos hasta convertirlos en fenómenos irreconocibles e imposibles de abordar. No son capaces de entender que, igual que en un jardín, de lo que se trata es de cuidar, preservar y no desnaturalizar ni pervertir en el contexto de una superlativa presunción del conocimiento que ubica a los gobernantes en una posición de pretendida omnisciencia (y omnipotencia).

Este encuadre que efectúa el autor comentado, puede extenderse a otras áreas como el arte moderno donde también los impostores encajan construcciones que igual que la música confunden el ruido con melodía al exhibir adefesios que en nada reflejan standards de excelencia, con la complicidad de algunos snobs y timoratos que declaran que son obras “demasiado complejas” como para que las entienda una mente normal.

Estos comportamientos tortuosos aplicados al campo político hacen mucho daño desde el momento que apuntan a colocar a algunos iluminados en pedestales y el resto de los mortales como súbditos obedientes que deben admirar y aplaudir los tejes y manejes sobre las vidas y las haciendas ajenas, en lugar de abrir las puertas y ventanas de par en par al efecto de que las relaciones libres y pacíficas administren lo que les concierne.

En su libro La visión cuántica del universo Jacques Rueff dice que no alcanza a comprender cómo muchas veces se necesitan microscopios para diferenciar variables continuas de las discretas en pequeñas partículas y, simultáneamente, se trata lo que es a todas luces evidente: el ser humano separado de lo colectivo pero, sin embargo, se lo trata como parte de una masa indiferenciada y se lo administra como manada. Esto es así para obtener poder y funcionarios y reparticiones que lo secunden. Si las cosas fueran simples, sería simple el aparato estatal y no se justificaría tanta pompa ni tanto presupuesto. A su vez, como escribe Erich Fromm en El miedo a la libertad, los gobernantes requieren toda la parafernalia que rodea a los poderosos al efecto de encubrir el vacío existencial y la debilidad de quienes están incrustados en el trono y que deben encadenarse a la multitud dominada sin la cual se desploman.

El escritor polaco al que nos referimos ha dejado en muchos de sus trabajos un testimonio de gran valor que seguirá influyendo en las generaciones futuras como un grito de libertad y respeto recíproco. En la novela de marras, la ternura y la bondad del jardinero contrasta abiertamente con sus anfitriones que solo buscan aumentar su poder en detrimento de sus congéneres. Como tantos otros casos, también mostró en lo personal la acogedora atmósfera que brinda la sociedad abierta que permite y estimula a quienes se esfuerzan para alcanzar éxitos resonantes.

En realidad, el trasfondo de la ironía y la comicidad en la novela de Jerzy Kosinski respecto a la política y los políticos se sustenta en la maleabilidad de las muchedumbres y en su fanatismo. Gustav Le Bon lo subraya en su Psicología de las multitudes cuando apunta la incapacidad de juicio crítico y razonamiento en la aglomeraciones humanas donde “lo que se acumula no es el talento sino la estupidez” porque “en el alma de las muchedumbres lo que siempre domina no es la necesidad de libertad sino la de servidumbre”…tal vez se necesiten más voces fuertes como las de los Émile Zola para acusar a los impostores, de frente y sin tapujos ni doble discurso.

En otro términos, estimo que resulta de mucha actualidad el repasar la novela y el cine del notabilísimo Jerzy Kosinski como un aspecto medular en esta nota periodística al efecto de apreciar en todo su peso la pequeñez mental de los megalómanos de nuestra época, siempre deseosos de atropellar los derechos de los vecinos que con lenguajes ridículos y bajo el grotesco disfraz dicen “ayudar a resolver los problemas de la gente”.

Libertad y Progreso

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