Política

EEUU y Latinoamérica: una agenda vista desde la seguridad (II)

“El segundo mandato de Bush significó la ratificación de la política exterior retocada durante su primer periodo y la llegada al Departamento de Estado de su Asesora de Seguridad Nacional, Condoleeza Rice, con su plan de tres tareas primordiales para la política exterior en torno a la seguridad, la democracia y la libertad.”


Latinoamérica: Una agenda dispersa

El segundo mandato de Bush significó
la ratificación de la política exterior retocada durante su primer periodo y la
llegada al Departamento de Estado de su Asesora de Seguridad Nacional,
Condoleeza Rice, con su plan de tres tareas primordiales para la política
exterior en torno a la seguridad, la democracia y la libertad.

Este plan
no muy distante de lo planteado por el Secretario de Estado Powell cuatro años
atrás, se empezó a diferenciar en los primeros pronunciamientos de la nueva
Secretaria de Estado, por su señalamiento directo de asuntos que han empezado a
generar algunas señales de preocupación para los EEUU, en la medida que pueden
afectar la paz y la seguridad en el hemisferio, considerados como elementos
importantes para garantizar su seguridad interna.

Estas preocupaciones
que van desde las inquietudes comunes relacionadas con el crimen transnacional y
su impacto sobre el territorio estadounidense, hasta las que se refieren al
surgimiento de factores potenciales de inestabilidad democrática en algunos
países, han causado una mayor participación pública del gobierno de Bush en los
asuntos regionales. Es así como la Secretaria Rice se ha referido a la
preocupación del gobierno estadounidense por el potencial factor de
inestabilidad en que se está convirtiendo el gobierno de Hugo Chávez para la
región, a la necesidad de tener a Brasil como uno de sus principales socios en
Suramérica y de trabajar con la OEA para el sostenimiento de la democracia en
todo el continente.12

En lo referente a Venezuela la Secretaria de
Estado se ha referido públicamente a los desarrollos políticos internos y
externos del gobierno Chávez, como acciones que estarían minando la democracia
en el interior de ese país y generando relaciones bilaterales y regionales poco
constructivas. Una situación sobre la cual ha expresado que de ser necesario,
solicitaría a la OEA analizar en el marco de la carta democrática
interamericana.

Asimismo, en diversos pronunciamientos del Departamento
de Estado se ha indicado que el gobierno estadounidense considera a Venezuela
como uno de los tres Estados con mayores deficiencias en cuanto al respeto por
la democracia y los derechos humanos respecta, con Haití y Cuba. El Departamento
de Estado también ha indicado su preocupación por los pocos esfuerzos del
gobierno de Venezuela en la lucha contra el narcotráfico y la falta de
compromiso en la lucha contra el terrorismo, especialmente por la indiferencia
ante la presencia de miembros de grupos terroristas colombianos en su
territorio.

Por su parte, el Departamento de Defensa ha apoyado las
preocupaciones del Departamento de Estado, como quedó demostrado con los
pronunciamientos del Secretario de Defensa sobre la intranquilidad que le genera
a su gobierno la compra de grandes cantidades de armas por parte del gobierno
venezolano. Adicionalmente, el saliente comandante del Comando Sur, General
James Hill, se refirió en febrero a la existencia de información veras sobre
financiación del movimiento cocalero en Bolivia y del Frente Farabundo Martí de
Liberación Nacional (FMLN) salvadoreño, en lo que parecería la alusión
estadounidense a un plan de desestabilización de los gobiernos democráticamente
establecidos en la región.

No se ha quedado atrás el director de la
Agencia Central de Inteligencia -CIA-, Porter Goss, quien ha señalado a
Venezuela entre los países que representan un potencial foco de inestabilidad
para la región13, lo que se podría ver representado en una amenaza contra la
seguridad nacional estadounidense. Además del reconocido interés estadounidense
por un flujo continuo de petróleo desde Venezuela, podría decirse que el
gobierno de EEUU ha puesto en su agenda regional a Venezuela como uno de sus
principales temas, debido a su estrecha relación con el presidente cubano Fidel
Castro, sus crecientes relaciones comerciales y militares con China y Rusia, y
por su abierto apoyo a reconocidos enemigos estadounidenses como Irán y Libia.


No obstante, Venezuela no es protagonista exclusivo de la agenda. Los
problemas de seguridad observados por las agencias estadounidenses en el
continente, vienen de diferentes países y comprenden desde el asentamiento de
grupos terroristas hasta el desbordamiento del crimen organizado en el ámbito
regional, ofreciendo altas presiones sobre las fronteras estadounidenses. Uno de
estos casos es México, sobre el cual el Departamento de Estado ha publicado una
circular de alerta para turistas y visitantes de origen estadounidense, en el
que resalta los peligros a su seguridad personal en ese país. Dicha circular,
fue apoyada por una comunicación del Embajador estadounidense en México a las
autoridades de ese país, en la cual llama la atención sobre los efectos que
podría tener en el intercambio turístico y comercial, el vacío de poder que han
generado las organizaciones criminales en ese país, y señala como preocupante la
falta de recursos para que la policía le haga frente a la inseguridad y la
existencia de un sistema de justicia ´´frágil e ineficaz´´.

Pero no solo
este tema preocupa al gobierno de Bush. También se ha hecho referencia a la
permeabilidad de la frontera norte, la que podría convertirse en una ruta segura
para el ingreso de terroristas, y la creciente influencia de las bandas de
narcotraficantes y de traficantes de personas en los estados fronterizos, lo que
ha generado un aumento significativo de la violencia.

Siguiendo
geográficamente hacia el Sur la agenda estadounidense se concentra en
Centroamérica en la preocupación por la existencia de un mercado negro de
sistemas portátiles de defensa aérea -MANPAD- del tipo SAM-7, principalmente en
Nicaragua. Asimismo, en la migración desmedida desde Centroamérica, el respeto
de los derechos humanos, el desbordamiento de la violencia asociada a bandas de
crimen organizado como las llamadas “Maras” y el apoyo a la modernización de las
fuerzas militares de los países centroamericanos, como quedo demostrado con la
visita del Secretario de Defensa a Guatemala en marzo de 2005 para la
oficialización de un paquete de ayuda por U$ 3´5 millones destinados al ejército
de ese país. En el tema comercial la región consolida un Tratado de Libre
Comercio que incluye a la Republica Dominicana.

En el caso nicaragüense,
además de la preocupación por los indicios de la existencia de un mercado negro
de SAM-7, debido a la desarticulación de una red de traficantes en ese país,
algunas agencias de EEUU empiezan a preocuparse por la estabilidad de la
democracia nicaragüense, con la posibilidad del ascenso al poder del candidato
sandinista Daniel Ortega, quien es considerado por Washington un candidato de
ultra izquierdista.

En el Caribe los principales protagonistas de la
agenda de los Estados Unidos son Cuba y Haití. En lo que respecta a Cuba además
del endurecimiento del bloqueo económico a la isla, el gobierno empieza a
preparar lo que considera la inminente terminación del régimen de Fidel Castro.
Para el gobierno de EEUU el precario estado de salud de Castro los obliga a
empezar a preparar una transición lo menos traumática posible, en la cual la
democracia y la institucionalidad se impongan, disminuyendo el impacto de ese
proceso sobre las costas estadounidenses. Adicionalmente, las agencias
estadounidenses se encuentran concentradas en el monitoreo de la relación Cuba-
Venezuela.

Con respecto a Haití, el gobierno de Bush después de su apoyo
inicial a la solución de la crisis, con el despliegue de tropas del Comando Sur
para el restablecimiento de la seguridad interna en febrero de 2004, se ha
concentrado en respaldar la misión de estabilización de la ONU, MINUSTAH,
política y financieramente y ha retirado gran parte de su personal armado. Para
los Estados Unidos es vital el desarrollo exitoso del proceso electoral en Haití
y el restablecimiento de la institucionalidad, con el fin de que el Estado
haitiano recupere su legitimidad, reinicie su cooperación en la lucha contra el
crimen organizado en el Caribe y neutralice la eventual salida de migrantes
huyendo de la crisis humanitaria interna, hacia las costas de La Florida. En
general el Caribe es un importante aliado estadounidense en la lucha contra el
crimen transnacional, por lo tanto las relaciones de esa subregión con los EEUU
continuará siguiendo esa línea.

La región andina abarca una porción
importante de la agenda de los Estados Unidos para la región. En esta zona se
puede considerar como de vital interés a Colombia, uno de los principales
aliados de EEUU en el hemisferio, y el tercer receptor de cooperación militar
estadounidense en el mundo, con más de U$ 3 billones desde el año
2000.

Colombia vive el conflicto armado más antiguo del continente, y en
él confluyen fuerzas armadas irregulares de derecha e izquierda, que además de
la lucha por el poder político, participan en la lucha por el control de un
cuantioso negocio de tráfico de narcóticos principalmente hacia los Estado
Unidos. Según el director de la CIA, el poderío de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias Colombianas – FARC-, las constituye en el grupo con la mayor
capacidad y la más clara intención de amenazar los intereses estadounidenses en
la región. Como el principal centro de producción y exportación de narcóticos
del continente, Colombia también se ha convertido en un punto de confluencia de
las diversas manifestaciones del crimen transnacional.

Ante la presión
que ejercen las organizaciones armadas y criminales sobre el Estado colombiano,
el gobierno de Bush mantiene un flujo de cooperación amplio con el país para el
fortalecimiento institucional, planes de desarrollo alternativo, asistencia
humanitaria, protección de los derechos humanos, así como acuerdos de
cooperación judicial.

Fuente: Fundación
Seguridad y Democracia (Colombia)

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