América, Política

El nacionalismo trasnochado del Gobierno

“Sería impropio anunciar la codificación en el preciso instante de producirse el tránsito entre el abstencionismo del Estado y la futura acción estatal que comienza” Juan Domingo Perón

El nacionalismo que ensangrentó a Europa en el siglo XX sedujo,   no solo Europa, sino también a América. En nuestro país llegó para quedarse, penetró con vigor a partir de la Revolución del 30, cuando se perfilan dos nacionalismos, el restaurador de derecha y otro con ingredientes populistas, más de izquierda.

Es muy difícil explicar el nacionalismo argentino porque hubo muchas diferencias entre sus miembros además de idas y venidas de acuerdo a lo que sucedía en el país. Sembró confusión en las cátedras universitarias sobre todo en la enseñanza de la historia argentina, mediante el Revisionismo,  se igualó la democracia con la dictadura, contribuyó a destruirla.

La justicia social,  el distribucionismo, la autarquía, el antiliberalismo están ligados a gobiernos populistas,  también a la jerarquía, al orden autoritario y al rechazo a lo extranjero. Roba tanto del nacionalismo de derecha,  como del de izquierda, tiene un estrecho contacto con la Iglesia;  la prédica por la independencia económica y el rechazo a los partidos políticos en beneficio de una representación corporativa que los sustituya,  es otra de sus características. Estas ideas que abrazó Juan Domingo Perón,  contrarias al liberalismo,  hechizaron a políticos de distinto signo, militares,  y a parte de la intelectualidad, desplazó a aquellas que nos hubieran llevado a tener un contacto fluido con los países democráticos, penetró en la cultura convencional y en los medios masivos de comunicación y por inercia cultural perduran hasta ahora.

Pocas veces,  los argentinos se han sentido tan desorientados, por un lado los jóvenes que ven la imposibilidad de cumplir con sus sueños,  deben buscar el futuro en otros países que brindan mejores posibilidades de concretarlos y,  por el otro,  los que ya son mayores para hacerlo, hallan que cualquier camino que emprendan en la Argentina está saturado de la espesa neblina que proporciona un nacionalismo trasnochado, que impide,   en vez de abrir el camino hacia un futuro más venturoso.

En cuanto a los políticos  que nos  representan, la mayoría,  muestran un abanico de ideas contrapuestas que  no le permite mirar con claridad hacia adelante.

El presidente de la República, mostró una vez más, en la Cumbre de las Américas, como perdura y lo que es peor aún, se fomenta,  un nacionalismo que lejos de ser beneficioso para el país, nos mantiene estancados y cada vez más lejos de lograr un desarrollo sustentable. Las críticas a EEUU, nos recuerdan un pasado del que algunos pretendemos salir, recordemos  cuantos presidentes  argentinos tuvieron el mismo comportamiento que el de Alberto Fernández, tal vez por mandato de la vicepresidente. El ataque injustificado a EEUU, se convirtió desde hace décadas en el deporte de la mayoría de políticos, periodistas y profesores argentinos. Y lo alarmante es, casi de manicomio,  que no resistimos una comparación con ese país,  en lo que respecta al nivel de vida,  estamos lejos de ser lo que realmente merecemos. Las comodidades mínimas del trabajador argentino están lejos de las que el obrero estadounidense dispone para vivir. Fue, Alberto Fernández,  a dar un discurso vergonzoso en el que muerde la mano,  de quien le permite estar aún en el sillón presidencial,  sin la aprobación de EEUU  no hubiéramos tenido la ayuda de los Organismos Internacionales de crédito.  Mintiò,  descaradamente, al hacer responsable a EEUU del freno que tiene los países autoritarios de América Latina, haciendo su propia interpretación de los problemas de esos países y,  lo que es peor,  diciendo que hablaba en nombre de la opinión pública.

No tiene lógica,  que en un momento en que el país necesita de capitales para llevar a cabo infinidad de obras necesarias para el mantenimiento y la elevación del nivel de vida de la gente, el Presidente  haya procedido de la manera más eficaz,  para evitarlos. El retraimiento inversionista se prolongara hasta tanto se encare las reformas estructurales necesarias y se deje atrás,  definitivamente,  el nacionalismo agotado que nos aleja del mundo civilizado y democrático.  Son demasiado serios los problemas que por esas ideas debe enfrentar el Gobierno: técnicos, económicos,  comunicacionales, energéticos, que demoran correcciones.  Solo se intentan soluciones  mediante los recursos estatales,  Argentina no puede sola,  debemos acercarnos a EEUU, un país democrático y que está entre los superdotados, como así también tener relaciones amistosas  y comerciales con todos los que defienden los valores occidentales.

Exclusivamente,  podrá procurarnos un salvavidas, un sistema que no haga promesas individuales a ningún sector de la población,  sino que asegure un sistema económico- social donde la gente de trabajo,  pueda  luchar en beneficio propio y de su familia,  en condiciones dignas  y honorables.  Salir de la debacle no es tarea de pocos, debe convencerse a la mayoría para  que sean,  cada vez màs, los que se esfuercen y luchen por imponer las ideas de la libertad, que todo se oriente a mejorar la situación del país, al amor a la Patria, en vez de dificultar la explotación de nuestras riquezas,   estrechando  de ese modo,  nuestro nivel vida.

No es la primera vez que se equivoca el rumbo, la historia del autoabastecimiento de petróleo  lo muestra con claridad. Durante décadas el monopolio de YPF resultó incapaz  de llevar a la práctica lo que proyectaban los  planes;  gobernantes y funcionarios creían que la empresa nacional podía,  por si sola,  resolver el problema, casi siempre los argentinos fueron engañados por la burocracia de YPF.  En la actualidad,  enfrentamos el problema de insistir en no privatizarla, no  se cubren las necesidades de combustible en todo el país,  el cual  sigue pagando las consecuencias de una política sin sentido. Como siempre, los políticos comienzan  a pensar cuando ya tenemos  el problema encima, ahora dependemos,   en casi todo,  de la buena voluntad de los Organismos Internacionales, pronto pediremos préstamos hasta para comer.

Las libertades viven en la amenaza,  constante,  de que un poder económico,  en manos del Estado,  pueda volver a oprimirlas. El avance del Estado sobre la sociedad civil demostró ser un error de cuyas consecuencias no nos hemos recuperado;  es fundamental volver a prestigiar la democracia,  ese  ámbito de libertad donde prosperan todas las teorías, el Estado tolera la libre expresión y la crítica, esenciales  para la innovación y el progreso.

Este Gobierno ahogó la iniciativa privada, queriendo implantar un Estado-patrón, hacelotodo,  burocratizó  los problemas, los aumentó;  se debe  amputar la idea de que el Gobierno piensa por todos y todo lo soluciona. La crisis nos muestra que no es así,  que  es necesario reconstruir la economía y asegurar una adecuada convivencia social, decir la verdad a la opinión pública y discutir  con   franqueza  los problemas, dejar de engañar y deformar la verdad, se precisan políticos de primera clase.

Elena Valero Narváez

Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia.

Miembro del Instituto de Economía  de la Academia de Ciencias. Morales y Políticas

Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas)

Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed. Lumiere, 2006)

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