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El periodismo de investigación busca socios

Profesionalidad y comportamiento ético no están reñidos con la subsistencia de un medio. Y una nueva filantropía está sosteniendo proyectos peculiares en Inglaterra, Rusia o Estados Unidos, que se abren paso en un momento de declive en los soportes tradicionales en papel.

En un momento crítico para la prensa, comprometerse en un periodismo de investigación y lanzarse a la caza de información verdadera, como un servicio desinteresado a la sociedad, sigue teniendo su atractivo para algunos profesionales.

También lo tiene para unos pocos mecenas, capaces de apoyar con sus recursos causas nobles y, más difícil todavía, para donantes particulares que aún creen en la prensa como un bien público, una voz independiente, con la que denunciar abusos y defender a los desfavorecidos.

Profesionalidad y comportamiento ético no están reñidos con la subsistencia de un medio. Y una nueva filantropía está sosteniendo proyectos peculiares en Inglaterra, Rusia o Estados Unidos, que se abren paso en un momento de declive en los soportes tradicionales en papel. Aunque la generosidad con las empresas periodísticas en apuros no es algo nuevo –muchos mecenas han salvado del hundimiento cabeceras con años de prestigio–, hasta ahora se había hecho por motivos más interesados: la fama, la influencia o el poder.

Pero en el último decenio, iniciativas como Texas Tribune o ProPublica, en Estados Unidos, o Caucasian Knot en Rusia se han puesto en marcha con una base diferente: una plantilla de profesionales experimentados, con un alto concepto del periodismo y reacios a someterse a las presiones del poder o de los grupos económicos, y decididos a desenterrar abusos y trapos sucios, o poner sobre la mesa las denuncias de los que no tienen voz. “Muchas organizaciones han llegado a ver el periodismo de investigación como un lujo, por el tiempo y el dinero que exige”, aseguran los promotores de ProPublica.

En algunos casos, el perfil de estos medios incluye el compartir sus hallazgos con otros medios cediendo su uso. ProPublica, por ejemplo, ha conseguido ya dos premios Pulitzer con sus reportajes en 2010 y 2011, y llegó a ser finalista con una serie de artículos sobre las turbias relaciones entre laboratorios y médicos, al descubrir y documentar que unos 17.000 médicos recibieron más de 250 millones de dólares por apoyar la distribución de determinados medicamentos. Con el libre acceso a sus contenidos que ofrece ProPublica, en el caso de los médicos, las bases de datos ofrecidas “han dado lugar a otros 125 trabajos diferentes publicados en otros medios”, asegura esta web.

Las causas que divulga Texas Tribune están más directamente relacionadas con la actividad política en sentido amplio. Gracias a una pretendida imparcialidad, este medio se nutre de las contribuciones financieras de los lectores, y de los grandes donantes a los que prometen transparencia y el aliento de un mayor compromiso civil de los ciudadanos, como parte de su definición de institución sin ánimo de lucro. Entre los grandes temas que abordan están la pena de muerte, las leyes sobre inmigración, la salud o la educación.

Obstáculos fiscales

Pero la gran batalla de estos quijotes de la información es lograr suficiente respaldo de sus donantes y eso significa conseguir un reconocimiento a su trabajo, y luchar contra las trabas legales. El periodismo de investigación es caro y no siempre llega a conclusiones relevantes, por eso algunos medios que partieron de la filantropía acaban volviendo al circuito tradicional para lograr la sostenibilidad. “Hemos firmado un acuerdo con Financial Times para colaborar con ellos en investigaciones importantes”, afirma Iain Overton, director general de The Bureau of Investigative Journalism (TBIJ), una institución no lucrativa con sede en Londres que produce investigación de calidad para compañías periodísticas.

Para Overton, “publicar solo en un medio no asegura un amplio impacto o influencia en el público y tampoco permite recuperar la inversión en investigaciones largas y costosas”. El TBIJ, que se constituyó al amparo de la City University de Londres, se puso en marcha con la donación inicial de 2 millones de libras de la Potter Foundation, pero además de conseguir otros donantes ha establecido acuerdos con una docena de medios audiovisuales o escritos, de los que obtiene recursos.

Aun así el riesgo de perder la independencia sigue sin resolverse. Si Caucasian Knot recibió en 2001 un apoyo económico decisivo de Georges Soros, el rico financiero de origen húngaro, nadie dudará de que la actividad de su mecenas poco o nada se beneficia de una web en la que se hace una clara defensa de los derechos humanos y se sigue la información de 17 provincias del Cáucaso con corresponsales independientes.

Pero, en cambio, Ford Foundation, que acaba de conceder en agosto 500.000 dólares a The Washington Post, ha tenido que explicar ampliamente que el dinero se destinará a “proyectos relacionados con política y gobierno” y que servirá para pagar a cuatro reporteros que seguirán bajo las supervisión del redactor jefe de la sección de investigación. Esta misma fundación ha beneficiado con sus ayudas a cinco áreas de investigación del periódico Los Angeles Times y sigue decidida a hacerlo en adelante con otros medios en apuros.

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