Política

Elecciones legislativas en Venezuela

Editorial
El boicot de los principales partidos opositores a las elecciones parlamentarias de este domingo en Venezuela puede tener varias lecturas que merecen ser consideradas, antes que precipitarse en reflexiones apuradas como la del vicepresidente José Vicente Rangel, para quien este boicot “significa la muerte política de esa oposición”.

Ciertos dirigentes opositores sostienen –como Leopoldo Puchi, del MAS- que la oposición ha cometido el error de retirarse dejando el campo electoral al chavismo cuando todavía no tiene ni siquiera un plan alternativo a brevísimo plazo. Otros postulan escenarios poco probables, como Henry Ramos, secretario general de Acción Democrática, quien dijo ayer que al retirar las candidaturas “no nos importa la opinión del gobierno. Al hacer lo que hacemos, estamos calculando el riesgo, que surjan otros líderes o que el gobierno construya su propia oposición”.

El resto de la amalgama opositora piensa que se hizo lo correcto al denunciar el tinglado electoral y exigir de manera ineludible el retiro de captahuellas que leen la huella dactilar del votante, porque concatenado su programa con el de las máquinas de voto es posible llegar a saber cómo sufragó cada elector y porque su uso en las pasadas elecciones fue sospechoso de fraude. Peor aún, mucho entendieron que cuando el cuestionado Consejo Nacional Electoral (CNE) aceptó suprimir los captahuellas, de alguna manera reconocía que hubo fraude anteriormente.

Con la mediación de la OEA, las máquinas captahuellas fueron desechadas pero la oposición, a caballo de una matriz de opinión que presagia abstención de más de 70 por ciento de los inscritos, decidió retirarse del proceso. Mientras, en Washington, el portavoz del Departamento de Estado, Sean McCormack, refutó a Chávez y dijo que alegar que Estados Unidos alienta un golpe electoral “es un buen eslogan, pero sin base en la realidad”.

La oposición venezolana no está muerta. Por el contrario, está bastante unida en pos de denunciar una parodia de elección, una farsa oficial auspiciada por un autoritario como Chávez, quien piensa que el retiro de la oposición es una victoria personal cuando en realidad puede significar el clamor de una fuerza ciudadana vigorosa harta de sus atropellos y de su trasnochado populismo.

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