El titulo de la única novela de Emily Brontë, Cumbres Borrascosas, le hubiera venido al pelo al carpetazo que esta semana dieron a la cumbre UE-America Latina, si hubiera habido, al menos, algún debate digno de mención.
Nada que celebrar y foto final sin ningún protagonismo para España, pese a ejercer la presidencia de turno de la Comisión Europea. Pedro Sánchez, presidente en funciones del gobierno de España, que ha convocado a los españoles a las urnas en plenas vacaciones de verano, ni siquiera consideró importante, a sus intereses electorales, comparecer ante los Medios.
Josep Borrell (alto comisionado de asuntos exteriores de la unión europea), Ralph Gonsalves, primer ministro de la nación caribeña de San Vicente y las Granadinas y presidente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, fueron los encargados de valorar un evento que no se celebraba desde hacia ocho años. La retórica de sus palabras: “…un nuevo comienzo…, esperanza, confianza, amor,…viejos amigos se encuentran de nuevo…” es el testimonio más completo de lo sucedido.
América Latina, con Nicaragua de ariete y las componendas de Cuba, Venezuela, Colombia, Brasil, Chile, Argentina… se ha negado a condenar la agresión de Rusia a Ucrania. Europa se ha tragado un documento lleno de vaguedades y diplomáticos artificios que solo pretende ocultar los hechos y humilla a las victimas.
Es muy del gusto de la izquierda latinoamericana y europea lo de reescribir la historia. Si lo hacen con la guerra de Ucrania que cabía esperar de la pretendida condena a las llamadas injusticias coloniales: explotación, genocidio de los pueblos indígenas y la trata de esclavos. Algunas voces se alzaron para recordar las propias injusticias latinoamericanas después de más de 200 años de independencia. En fin, lo de siempre y la verdad que se oculta: políticos incapaces de reconocer sus propios fracasos y gobernantes ávidos del dinero de otros para financiarlos.
El acuerdo de libre comercio de la Unión Europea con los cuatro Estados del Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) sigue estancado al igual que el propio Mercosur de incierto futuro. Por parte de Europa se esgrimen razones y “objetivos climáticos” no compartidos y Europa ha prometido 45000 millones para inversiones “sostenibles” sin ninguna apelación al respeto a los derechos humanos y a la democracia en América Latina. Al parecer, esas eran “cantinelas” de otras épocas.