Política

En la Nuca de la Libertad

Que no se olvide. ETA es totalitaria e implacable. Mafiosa y asesina. Violenta. El uso del terror es su particular estrategia de dominación.

José Miguel Alvarado

La organización terrorista ETA ha irrumpido en casi todos las campañas electorales celebradas en España desde 1977 y ha vuelto a hacerlo en el cierre de la campaña electoral de 2008, la más reñida de la democracia española. Isaías Carrasco no podrá ejercer su derecho al voto. Matar con dos tiros en la nuca a este ex concejal defensor de las libertades es la vil forma que tienen los encapuchados de hacer política para romper la convivencia española y las reglas democráticas.



Que no se olvide. ETA es totalitaria e implacable. Mafiosa y asesina. Violenta. El uso del terror   es su particular estrategia de dominación. Para ello, aprovecha cualquier tiempo o momento que le sirve de resonancia, especialmente las campañas electorales. Desgraciadamente,  la del 2008 no ha sido diferente. 


De hecho, ETA ha estado presente desde su comienzo. El 23 de febrero colocó una bomba trampa contra la policía autonómica vasca a pocos kilómetros de Bilbao y el 29 de febrero, de madrugada, hizo estallar un artefacto en la sede del partido socialista de Derio.


Sin embargo, el cobarde asesinato de Isaías Carrasco en Mondragón, conocido feudo etarra, no es comparable con los sucesos acontecidos hace cuatro años en Madrid. Porque si entonces hubo un intento claro de condicionar los resultados electorales, ayer la banda seguía su trayectoria violenta  con un único fin: imponerse e imponer su proyecto de terror. 
  


En consecuencia, frente a ETA sólo cabe la firme e inquebrantable unidad de los demócratas. Lo han evidenciado todos los partidos parlamentarios a 48 horas de la votación electoral, asumiendo esta nueva víctima como propia.
 


Era previsible que la organización terrorista volviera a matar. Se había anunciado incluso desde instancias oficiales. ETA eligió como blanco a un ex cargo público que había renunciado a su protección. Segó su vida. Desgarró para siempre la de su mujer y sus tres hijos. Y eso es irreparable. La indignación y la rabia es indescriptible.
 


Los que le conocieron dicen que  creía en la democracia y que ha muerto por defender los derechos de todos. El domingo, pues, me levantaré temprano. Acudiré a mi colegio electoral. Y depositaré mi voto pensando en él y en todos los que han pagado con su vida la defensa de las libertades democráticas.      

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