Política

Pero… RAJOY es el Campeón

Mariano Rajoy obligó a Rodríguez Zapatero a mirarse en el espejo de sus cuatro años de gestión, de los que evidenció el error, la improvisación, la ocurrencia, y el fracaso en los resultados, especialmente en política antiterrorista, territorial, emigración y educación

José Miguel Alvarado


Mariano Rajoy ganó a José Luís Rodriguez Zapatero, en el primer debate televisado. El candidato del PP interpeló y llevó la iniciativa del encuentro hasta lograr enfurecer visiblemente al actual Presidente del Gobierno, de cuyo rostro, tenso, desapareció la sonrisa del talante para mostrar el rictus de la irritación y una patente tensión, consecuencia de su falta de encaje ante las críticas del adversario.


 


Si como se dice la cara es el espejo del alma, lo que Mariano Rajoy consiguió es que los españoles vieramos a un Presidente soberbio y caprichoso, un niño consentido, que se irrita y enfada cuando los vientos no le son propicios o, simplemente, cuando enfrente tiene a alguien superior: una cara crispada, la de Zapatero, y otra, relajada, la de Rajoy, en un debate cuya cuota de pantalla –cerca del 60%- confirmó el interés de los españoles en las que serán, ya lo son, las elecciones más reñidas de la democracia española.


 


El hecho fue que Mariano Rajoy obligó a Rodríguez Zapatero a mirarse en el espejo de sus cuatro años de gestión, de los que evidenció el error, la improvisación, la ocurrencia, y el fracaso en los resultados, especialmente en política antiterrorista, territorial, emigración y educación y eso disgustó al candidato socialista, quien se mostró bajo de pilas en una defensa poco efectiva.



Rajoy lo hizo sin perder la compostura, el control, y la serenidad de quien habla con la seguridad y la credibilidad que da el hecho de defender, sin aspavientos, aquello en lo que se cree: la derrota del terrorismo, la unidad de España, la concordia, la convivencia, la libertad, la igualdad de derechos y oportunidades y el progreso real para todos, los de derechas y los de izquierdas, pero dentro del Estado de Derecho. 


 


Rodríguez Zapatero no logró hacer lo mismo con su opositor. Rajoy no se dejó enredar, ni intimidar, cuando el candidato socialista intentó, en un sinsentido estratégico, hacer oposición a los ocho años del gobierno de Aznar, que ahora no toca, dijo el interlocutor del PP; ni cuando de forma reiterada le espetó la actitud crítica del líder de la oposición ante el fracasado proceso de negociación con ETA, lo que para la mayoría de los españoles se ha traducido en el reconocimiento en la práctica de una banda criminal como interlocutor político.


 


Y Rajoy, también estuvo rápido en la respuesta. De hecho, ante una referencia negativa y  epistemológica de Zapatero a la formación que hoy lidera Mariano Rajoy, éste, sin pelos en la lengua, le recordó que por esas mismas fechas el PSOE era una formación abrazada al marxismo.


 


El posado inicial, de pie ante las cámaras,  fue premonitorio: los puños cerrados de Zapatero, contrastaron con las manos abiertas de un Rajoy que, aunque metido en un traje más estrecho de lo que estamos acostumbrados a ver en él, evidenció lo que se plasmó después en el cuerpo a cuerpo dialéctico: que iba dispuesto y preparado a poner en un brete al aspirante Zapatero.


 


Habrá segunda vuelta. Será el próximo lunes. Pero el primer encuentro mediático electoral, un espectáculo que se convirtió en unos de los cuatro programas más vistos de la television en los últimos quince años, ha situado a Rajoy mucho más cerca de la Presidencia. Eso a pesar de las encuestas que valoraron el encuentro. Porque el estado de ánimo de unos y otros no miente y, mucho menos, cuando ya han transcurrido el tiempo suficiente para razonar sin resaca:  hoy, aquí, el ánimo de victoria del PP, sigue contrastando con el “desinfle” generalizado del PSOE. Para unos y otros, Mariano es el campeón.


 


Sí el candidato del PP no se confía. Si es consciente de sus propias limitaciones, que las tiene. Y si acude al siguiente encuentro como si el primero no hubiera existido, el nueve de marzo habrá sorpresas. ¿Cuales? Pues…  ¡averigüelo, Vargas!

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