El destino de Severo Moto ha preocupado durante las últimas semanas a los españoles que se preocupan por las cosas de África. Es decir, unos pocos cientos, aparte de los que lo hacen por razones profesionales o espirituales. Parece a veces como si España no tuviese nada que decir en África o como si no nos jugásemos nada allí.
Pascual Tamburri
El destino de Severo Moto ha preocupado durante las últimas semanas a los
españoles que se preocupan por las cosas de África. Es decir, unos pocos
cientos, aparte de los que lo hacen por razones profesionales o espirituales.
Parece a veces como si España no tuviese nada que decir en África o como si no
nos jugásemos nada allí. Es más, parece que nunca haya habido una parte del
África subsahariana bajo nuestra soberanía.
No obstante sí la hubo.
Ligeramente al Norte del Ecuador (y Annobón al Sur), hubo una Guinea española,
que un doce de octubre ya lejano fue declarada independiente por Manuel Fraga.
Tal fue el destino de nuestra última posesión en el hemisferio austral; y en eso
quedó el destino de la hispanidad del África negra.
A la dictadura de
Macías que una torpe descolonización franquista permitió sucedió después el
régimen de Teodoro Obiang, sobrino y continuador del anterior. España abandonó a
los guineanos en un momento triste de su historia, sin dejar el país en
condiciones de afrontar el futuro por sí mismo y sin garantizarlo ella. Así, de
manera casi inevitable, otros asumieron el papel de España en Guinea
Ecuatorial.
La saga de los Nguema lo hizo en el interior, sin visos de
terminar. Por duro que hubiese sido el régimen colonial español –y no lo fue-
habría sido superado por los cuarenta años de independencia. Fang y bubi están
igualados desde hace muchos años en la opresión, en la miseria, en la falta de
libertad. Y aunque los responsables directos de eso son guineanos indirectamente
lo han sido también, por omisión o por acción ineficaz, nuestros sucesivos
Gobiernos.
En el exterior, por lo demás, España encontró eficaces
sustitutos. Mucho antes que la Cataluña de Maragall, la Guinea de Obiang se ha
hecho parte de la comunidad francófona, y es, de hecho, un protectorado de
París. En los círculos oficiales y oficiosos de Madrid, los profesionales, la
carrera, los entendidos, los que todo lo saben y a todos iluminan con su saber,
esta pérdida de influencia fue vista con cierto sonriente desdén. Al fin y al
cabo, parecían pensar, cuatro cocoteros lejos de todas partes, cuatro nativos
con sus misioneros y sus monjitas … mucho gasto para nada. “Que los franceses
paguen las facturas”.
El razonamiento era moralmente malo, claro, porque
las obligaciones de España debn cumplirse aunque sean onerosas. El prestigio del
país lo vale, y la rentabilidad puede ser intangible o a largo plazo. Pero es
que, además, los entendidos se equivocaron de medio a medio.
Lo
renqueante de nuestra política africana en general y guineana en particular ha
quedado demostrado al hacerse públicas las riquezas naturales de todo tipo, pero
especialmente petrolíferas, que tienen aquellas aguas. Guinea es hoy mucho más
interesante que hace diez o veinte años, pero ahora estamos recogiendo lo que
entonces sembramos: nada. No procuramos una independencia sana, no estimulamos
un régimen libre, ni siquiera acertamos a sostener una oposición democrática.
Como resultado, serán las compañías extranjeras las que exploten las riquezas de
Guinea, con grandes beneficios para París, para sus cipayos marroquíes tan
activos en la zona y para el dictador que ellos mantienen.
Hubo una señal
de alarma cuando José María Aznar se dio cuanta del desastre y circularon
rumores contradictorios coincidiendo con un periodo de disturbios en Malabo.
Pero París frenó la cosa, que algún día conoceremos en detalle, contando con la
inestimable ayuda de los herederos de aquel José Solís Ruiz, sonrisa de un
régimen apolillado pero excelente embajador de sus propios negocios y de los
amigos de más allá del Estrecho. Hoy esas funciones se asocian, por ejemplo, a
un poder fáctico fácilmente reconocible. Pero pese a él y pese a todos Guinea
Ecuatorial existe, habla español y está en nuestra lista de tareas pendientes.
// OTROS TEMAS QUE TE PUEDEN INTERESAR