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Geert Wilders y la muerte de la libertad de expresión

Ahora nos llega desde los Países Bajos una amenaza a la libertad de expresión mucho más grave y destructiva de lo que John McCain o Russ Feingold contemplaron nunca: el juicio del político neerlandés Geert Wilders.


Durante su discurso del estado de la nación, Barack Obama criticó al Tribunal Supremo por anular importantes secciones de la Ley McCain-Feingold de Reforma de la Financiación de Campaña. Pero el Supremo estaba defendiendo la libertad de expresión: cuando el Tribunal Supremo anuló disposiciones clave de la McCain-Feingold el mes pasado, su sentencia afirmaba que "la Primera Enmienda prohíbe claramente al Congreso la imposición de multas o el encarcelamiento de ciudadanos, o de asociaciones ciudadanas, solo por participar en el discurso político".
 
Esta fue una victoria clave para los defensores de la Primera Enmienda. Ahora nos llega desde los Países Bajos una amenaza a la libertad de expresión mucho más grave y destructiva de lo que John McCain o Russ Feingold contemplaron nunca: el juicio del político neerlandés Geert Wilders.
 
Wilders, el parlamentario neerlandés que produjo la película Fitna, fue a juicio el 20 de enero bajo cargos como haber "ofendido intencionadamente a un grupo de personas, léase musulmanes, por su religión". Fitna es una cinta que de manera convincente une imágenes de ataques terroristas con pasajes del Corán que invitan a los musulmanes a la yihad.
 
La idea de que ofender intencionadamente a alguien es un delito penal debería ser un tema kafkiano o de ópera bufa, pero tal es la influencia del multiculturalismo en los Países Bajos hoy, y el resto de Europa no anda muy rezagada. El propósito real de la imputación de un delito a Wilders es doble: en primer lugar, el estamento político holandés espera utilizarlo para detener la meteórica popularidad del astro Wilders, que desafía muchos de los supuestos básicos sobre los que descansan el estado holandés y la política de la Unión Europea. Y puesto que una de esas políticas es la inmigración sin restricciones de los países musulmanes, esperan desacreditar la labor de denuncia de Wilders de cómo los yihadistas utilizan pasajes violentos del Corán para justificar la violencia y su supremacía.
 
Este panorama reviste un único problema: los yihadistas islámicos realmente sí utilizan el Corán para justificar la violencia y la supremacía, y como muestro en mi libro Manual del Corán para Infieles, hay mucho en el libro sagrado de los musulmanes que se puede utilizar en este sentido. Las autoridades holandesas multiculturales tienen de su parte unos medios obedientes, y disponen de mucho más dinero e influencia política de la que podría soñar Wilders. Sin embargo, con todo su poder, no pueden tener un debate honesto con Wilders y demostrar que se equivoca — así que para acallarle tienen que recurrir al matonismo legal de este juicio-espectáculo.
 
Y un juicio espectáculo es exactamente lo que es. Esto quedó claro la semana pasada cuando la sala del distrito de Ámsterdam desestimó quince de los dieciocho testigos que Wilders esperaba presentar en su defensa. "Este tribunal no está interesado en la verdad", comentaba Wilders de la decisión. "Este Tribunal no desea tener un juicio justo".
 
Yo me encontraba entre los quince testigos.  Mucho más importante es que Wilders no pudo llamar a declarar a Mohamed B., que asesinó al cineasta Theo Van Gogh en una calle de Ámsterdam el 2 de noviembre de 2004 en venganza por su película Sumisión, que criticaba la opresión de las mujeres musulmanas.
 
Bouyeri clavó una nota en el cuerpo de Van Gogh, amenazando a otras figuras públicas holandesas (incluyendo a Wilders), y citando el Corán. Bouyeri también citó el Corán con frecuencia durante su juicio, y explicó en términos inequívocos que asesinó a Van Gogh porque creía que era su deber de musulmán hacerlo, y que por tanto no se arrepentía. "Mátalos y Alá te ayudará y guiará tu mano", declaró en un momento dado. "No hay espacio para la duda o la interpretación".
 
Desde el estrado de los testigos en el juicio Wilders, Bouyeri demostraría que lo que Wilders ha dicho sobre la capacidad de incitación a la violencia que tiene el Islam sobre los musulmanes es indiscutiblemente cierto. Wilders confiaba en la posibilidad de que el tribunal holandés no le declare o no pueda declararle culpable de "discurso de odio" por hacer declaraciones ciertas y precisas — pero ahora ve mermada su capacidad de demostrar que las cosas que ha dicho acerca del Islam son ciertas y precisas. Es difícil escapar a la conclusión de que Geert Wilders tiene tantas posibilidades de tener un juicio justo como Nikolai Bujarin.
 
Wilders ha definido el problema en términos inequívocos: "Estoy siendo perseguido por mis convicciones políticas. La libertad de expresión está a punto de morir. Si a un político ya no se le permite criticar una ideología, esto significa que estamos perdidos, y conducirá a la muerte de nuestras libertades". Y no sólo en Holanda.

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