Con una economía en crisis y una creciente presión internacional, el presidente venezolano ahora enfrenta la fractura de su apoyo entre el chavismo
Mientras la economía venezolana está en caída libre, las grietas en el gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) cada vez son más evidentes. Definitivamente, el presidente Nicolás Maduro no ha estado a la altura para alinear al partido detrás de su persona. A diferencia del fallecido Hugo Chávez, Maduro no es ningún líder carismático.
El fuerte personalismo que ejerció Chávez durante más de un década dejó la vara muy alta para sus sucesores. Maduro no pudo generar un “madurismo”; se presenta como un
médium del fallecido expresidente, y decidió continuar con su legado a las sombras de un cadáver. Su fracaso despierta entre los subgrupos cuestionamientos sobre la capacidad de representar al chavismo. Y la legitimidad de Maduro para los chavistas depende más de su fidelidad para continuar con el legado de Chávez en la tierra, que de sus resultados en la elección democrática.
Cada vez con mayor frecuencia dentro del chavismo comienzan a señalar a Maduro como un falso mesías. Súbitamente, el presidente ya no es tan chavista, y variados grupos que convivían dentro del PSUV ahora comienzan a cuestionar a quien se ha manejado como la autoridad suprema del partido y del país desde la muerte de Chávez a comienzos de 2013.
Cada vez con mayor frecuencia dentro del chavismo comienzan a señalar a Maduro como un falso mesías
En junio, el exministro de Planificación de Venezuela,
Jorge Giordani publicó una tajante
carta abierta contra Maduro y su modo de gestionar el país. Su dureza no residía en las palabras que escogió para criticar con tibieza un proceso político del que él mismo fue un protagonista de primera línea, sino en que la disidencia de uno de los ministros más longevos del gabinete chavista haya desafiado al representante de Chávez en la Tierra.
“Resulta doloroso y alarmante ver una Presidencia que no transmite liderazgo”, dice el exministro que estuvo 15 años en el gabinete chavista. Giordani además criticó “la repetición, sin la debida coherencia, de los planteamientos, como los formulaba el Comandante Chávez”, y “el otorgamiento de recursos masivos a todos quienes lo solicitan sin un programa fiscal encuadrado en una planificación socialista que le dé consistencia a las actividades solicitantes”.
La oposición dentro de su propio partido ha exacerbado a quien Chávez ungió en la presidencia venezolana. La economía, los altos niveles de criminalidad, y la represión de los derechos individuales presionan sobre el Gobierno de Maduro, cuya desaprobación se ubica en torno al
67%.
Los
colectivos armados —agrupaciones paramilitares leales al chavismo—, también embaten contra el presidente. A comienzos de octubre, los asesinatos del joven diputado de la Asamblea Nacional,
Robert Serra, y de integrantes de un colectivo chavista asociados a Serra, pusieron a estas agrupaciones en pie de guerra. “Nuestra revolución es pacífica, mas no desarmada”, afirmaron 260 colectivos armados en
rechazo a entregar las armas ante el pedido de Maduro en el marco del Plan Nacional de Desarme.
Marea Socialista, una agrupación compuesta por intelectuales chavistas críticos con la gestión de Maduro, se convirtió la semana pasada en protagonista de una purga partidaria. Tres dirigentes de la agrupación fueron excluidos del padrón del PSUV y de esta manera se vieron privados de participar en las elecciones internas que tuvieron lugar este fin de semana.
“Que sepa la cúpula del PSUV que somos chavistas, y que sus acciones divisionistas y antidemocráticas demuestran quién atenta contra el legado de Chávez. Algunos piensan ingenuamente que Marea Socialista pasará a la oposición, ¡somos chavistas! ¡Estamos en contra de las cúpulas corruptas donde estén!”,
dijo Nicmer Evans.
Lejos están estos grupos de exigir un retorno a la democracia, la reinstauración del Estado de derecho, o el respeto por los derechos de individuales. Por su propia definición, el chavismo excluye todo esto. Un sistema político basado en las imposiciones del poder por sobre las decisiones individuales nunca podría cumplir con esos requisitos.
El enojo de Maduro
La frustración que le genera a Maduro encontrarse en una posición de debilidad la manifiesta con brotes de violencia e ira que dejan al descubierto su impotencia para aliviar la crisis que vive el país. Sus enfrentamientos con el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, parecen haber quedado atrás. Ahora, quien creyó que debía estar ocupando el lugar de la presidencia, se coloca del lado de Maduro y colabora en imponer la disciplina solidaria. Sin embargo, la nueva dupla expresa en sus gritos y enojos la frustración.
“¡Suprema lealtad al legado de Chávez! La absurda duda es traición”, exclamó Cabello ante militantes del PSUV. Una semana más tarde, el partido chavista
abrió una línea telefónica para denunciar a “infiltrados” y así declaró una “guerra fría civil”. El inicio de este intento de purga partidaria, se suma al paquete de 45 leyes aprobado la semana pasada, en el cual el presidente
decretó un aumento de impuestos en varios rubros, entre otras regulaciones.
Con una escasez generalizada, una ola de violencia que ha dejado 68 muertos diarios solo en 2013—para un total de
24.763 asesinatos— y el precio del petróleo
en sus niveles más bajos en los últimos años, las incipientes grietas en la estructura del PSUV es un problema más que debe enfrentar Maduro.
Mientras a nivel local la Mesa de Unidad de Democrática, la coalición opositora, se reorganiza detrás del
flamante secretario general Jesús Torrealba, la
presión internacional sobre el régimen venezolano
aumenta— excepto entre los
países latinoamericanos. Además, luego de la
victoria Republicana en las elecciones legislativas de Estados Unidos el pasado noviembre, renacen las esperanzas de aplicar
sanciones contra funcionarios chavistas por violaciones de derechos humanos.
La debilidad de Maduro genera incertidumbre ante el futuro próximo en Venezuela. En octubre, el presidente intentó asegurar la lealtad de las Fuerzas Armadas con un
aumento salarial del 45%. La
politización del Ejército y su lealtad al chavismo podrían colaborar en un eventual reemplazo del actual presidente –que tiene mandato hasta el 2019— por otro jerarca del PSUV con un mayor consenso.
A diferencia de lo que advierte una
entrevista publicada por la agencia Reuters, el chavismo no enfrenta riesgos de implosión —puede sobrevivir sin Nicolás Maduro. La necesidad de llamar a elecciones o cualquier escena de institucionalidad no es una preocupación para el partido que llevó a Venezuela hacia el colapso total.
Una transición democrática es incierta; el endurecimiento del régimen ante la desesperación tendrá su próxima prueba el próximo año, cuando se celebren las elecciones legislativas. La lista de candidatos reflejará la ascendencia de los distintos grupos sobre la cúpula del PSUV, y allí podrá comenzarse a vislumbrar el futuro de Maduro y el chavismo, aunque ante el escenario de una incertidumbre casi absoluta e incipientes purgas partidaria, la transición —alguna transición— podría precipitarse.
Editado por Elisa Vásquez
Publicado en PanAm Post
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