Pensamiento y Cultura

Fear The Walking Dead, la serie más libertaria del año

La breve temporada, que desarrolla la trama en apenas seis episodios, pone bajo la lupa el rápido ascenso del autoritarismo en tiempos de emergencia.


 La precuela más esperada del año, Fear The Walking Dead acaba de terminar su temporada debut con interesantes lecciones acerca de cómo lidiar con la autoridad bajo el apocalipsis zombi.

La nueva serie de la cadena de cable AMC nos retrotrae (y aquí comienzan los spoilers) a los momentos iniciales cuando se desencadena el caos zombi en Los Ángeles, a 3.100 kilómetros de Atlanta, donde los personajes de la serie nodriza The Walking Dead experimentan la debacle.

La breve temporada de seis episodios acompañó a una familia disfuncional de los suburbios de Los Ángeles en su encuentro con una ciudad —no sabemos hasta el momento el alcance de las hordas— que rápidamente comenzaba a ser dominada por los muertos-vivos. Pero la franquicia The Walking Dead nunca fue acerca de zombis, sino de las relaciones y la interacción humana en medio de la adversidad extrema. Quizás por ese motivo los autores decidieron filmar unas pocas escenas acerca de la caída de Los Ángeles y privilegiar las tomas que describen las consecuencias del avance zombi.

La abundancia de personajes permite apenas dar un vistazo sobre cómo reaccionan ante una situación que, hasta hace poco, era inimaginable (al parecer en el universo The Walking Deadno existía una cultura zombi). Y eso se traduce en caracterizaciones planas, que no terminan de generar ni pasiones ni odios. La introducción de tantos personajes aporta ruido y deja más apretados a los personajes más interesantes. Entre ellos, el del músico panameño Rubén Blades: Daniel Salazar, un inmigrante salvadoreño que siente que su experiencia durante la guerra civil de El Salvador lo preparó para enfrentar la situación. Un punto alto entre las dudas, el desconcierto, y las decisiones poco inteligentes que reina en el resto del reparto.

Salazar no está tan equivocado al creer que haber vivido una guerra civil en América Latina lo preparó para los primeros momentos del apocalipsis zombi. La normalidad se altera y rápidamente la Guardia Nacional guetoiza los barrios, levanta cercas, impone un toque de queda, mata a todo aquel afuera de la zona de seguridad; y asume el control total sobre la salud y la distribución de medicamentos, alimentos, agua, y otros bienes. “Asistencia médica gratuita, gentileza del Ejército de Estados Unidos”, le dice un soldado tras secuestrar y encarcelar a dos personajes, por su propio bien.

Las autoridades también están alteradas, y el power trip es inevitable para balancear el estrés que genera luchar contra enemigos que ya están muertos, y al mismo tiempo no saber nada acerca de sus familias. Para los civiles, el régimen de vida se asemeja al de un campo de concentración, pero en este caso sin aspiraciones segregacionistas, o con un ímpetu de maldad. El autoritarismo está sostenido en la intención benevolente de las fuerzas armadas, de proteger a los ciudadanos de acciones que podrían poner en riego su vida o representar un peligro para los demás. Por ejemplo, convertirse en un zombi y, en consecuencia, un nuevo integrante de la plaga que acecha a los humanos.

La inverosimilitud de Fear solo está marcada por la presencia zombi. Fuera de la ficción no es necesario llegar a instancias extremas como la de una hecatombe de muertos vivientes para experimentar rasgos de un Gobierno colérico que avanza sobre derechos individuales. O mejor dicho, de un Gobierno zombi que apunta fagocitar toda la riqueza que se genera. Salazar, que no duda en recurrir a viejas técnicas aprendidas en El Salvador para obtener información clave sobre lo que ocurría, sabía cómo iban a reaccionar los que estaban al mando. Él, décadas antes, también había estado al mando en una situación extrema.

Las grandes batallas que lanzan los Gobiernos en nuestros días se asemeja a la conducta de los militares que, más abusivos que rigurosos, mantenían bajo control la zona segura. Mientras que Fear se apoya en una amenaza ficticia en un contexto verosímil, los Gobiernos lanzan planes y programas sobre las mismas premisas.+

Una analogía de la realidad

Tomemos una de las grandes causas de los Gobiernos latinoamericanos: la defensa de la industria nacional. Los Gobiernos demagógicos —y no solamente los populistas— recurren a esta proclama para justificar un sin fin de medidas que entorpecen el comercio entre personas de dos países diferentes, o retrasan el ingreso de productos de cierta procedencia. Las trabas burocráticas son medidas apenas más prolijas que las que observamos en la serie, y la “protección” consiste únicamente en una serie de privilegios que beneficia a un puñado de industrialistas amigos del poder.

Lo mismo ocurre con la guerra contra las drogas. Otra gran iniciativa pensada para proteger a la gente de un bien inerte. ¿Cómo es posible que se lance una guerra contra objetos inertes? A menos que estemos nosotros también en el universo The Walking Dead, un plan que ha resultado en decenas de miles de muertes y millones de encarcelados por delitos no violentos no se diferencia tanto del lo que representa el operativo de contención de la Guardia Nacional.

¿Y qué decir de la guerra contra el terrorismo? Otro ejemplo de cómo, en nombre de una gran batalla, Gobiernos y legislaturas de varios países han decidido autorizar la violación de derechos individuales.

¿Qué queda para el futuro de Fear?

Sin dudas Fear The Walking Dead es la serie más libertaria del año. No solo porque plantea de un forma interesante la relación entre civiles y la autoridad, sino porque además, aquellos que desconfiaron inicialmente del régimen militar fueron quienes resultaron los líderes de esta temporada.

Ahora deberán sobrevivir y sus habilidades comenzarán a converger a medida que se adaptan a nuevos territorios y a las nuevas circunstancia, y para los guionistas se sumará el desafío de mantener una línea diferente a la serie original en un terreno más postapocalíptico. Pero hasta el momento Fear ha ofrecido una buena cuota de entretenimiento y algo de reflexión sobre como son las relaciones de poder, con zombis y sin zombis.

Quienes desconfiaron de la autoridad en un comienzo, resultaron más preparados durante la primera temporada, en la cual el apocalipsis ocurría ante nuestros ojos. Sus habilidades van a comenzar a converger a medida que se presenten nuevos desafíos, y la probable desaparición de la autoridad estatal lo volverá más parecido a The Walking Dead.

Este artículo está en Panam Post

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