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La misma perfidia

Al socialismo de Ollanta, el estado empresario, las actividades estratégicas, y los impuestos a las sobre-ganancias, Keiko le antepone el abyecto asistencialismo, los privilegios, los regalos, la vida hecha, la renta política

En Septiembre de 2010 los representantes de Ollanta Humala y Keiko Fujimori, se confabularon en el Congreso para impedir que el proyecto del voto voluntario prospere. La corrección política dicta repetir que la voz del pueblo es la voz de Dios, ciertamente por inexorable pero no infalible. Que el voto por estos dos candidatos esté sostenido en la ignorancia es una realidad y no una declaración arrogante. No está mal ignorar un tema, nadie pretende consultar a la totalidad del pueblo qué tipo de turbina se debe utilizar en la construcción de una planta hidroeléctrica. Decidir el rumbo económico y el sistema político de todo un país no tiene dificultad menor.

Cuando uno desconoce un tema lo inteligente es dejar que otros se encarguen. Pero Humala y Fujimori han preferido mantener el disparate populista, lo tienen tatuado en la piel y a ello le deben el haber llegado a estas instancias. La imposibilidad de tener un Estado que acierte en la planificación central precisamente reside en la limitación del conocimiento. Con Ollanta Humala y Keiko Fujimori ha cundido todo lo contrario.

Al socialismo de Ollanta, el estado empresario, las actividades estratégicas, y los impuestos a las sobre-ganancias, Keiko le antepone el abyecto asistencialismo, los privilegios, los regalos, la vida hecha, la renta política. En ambos casos el Estado se consolida en desmedro de la libre iniciativa individual. Ambos se han aproximado a planteamientos populistas que colocan al Estado en un rol paternal y redentor.

Keiko tiene por plan de gobierno una escueta declaración de admiración por el gobierno de su padre, Humala tiene, al menos en su plan inicial, un mamotreto perfecto y la receta al descalabro sin retorno. Ha tenido la vergüenza de hacer enmiendas pero las sospechas no se han disipado. Ollanta es incapaz de llamar dictadura al gobierno de Hugo Chávez y la misma debilidad asoma en la boca de Keiko cuando no puede llamar dictadura al gobierno de su padre.

Humala se ha esforzado en alejarse de Chávez. Improbable, ahí están las conexiones, numerosos indicios de su relación, tampoco dice muy bien del nacionalista las que serian sus nuevas juntas, lo asesora Valter Pomar, radical miembro del partido oficialista de Brasil, y director del foro de Sao Paulo, entidad encargada de reunir a la izquierda latinoamericana,  muchos de ellos decididos a empobrecer el continente para réditos políticos.

La sombra sobre Keiko Fujimori no es menos oscura.  Una mafia que utilizo el estado para aplastar a los individuos más pobres con esterilizaciones forzadas, con escuadrones de la muerte que mataron adultos y niños sin distinción, y donde desaparecieron miles de millones de dólares provenientes de la venta de empresas privadas haciendo de la palabra neoliberalismo una maldición que beneficia a los más ricos y margina a los pobres.  Muchos de los responsables están presos pagando condena empezando por su padre y Vladimiro Montesinos, su candidatura tiene la hediondez de la impunidad. 

La campaña de Keiko la dirige su padre desde la cárcel, ahí peregrinan, ya desde hace un tiempo, con la complicidad del gobierno, y el cobarde silencio de la prensa, la cúpula dirigencial que se reporta  en el área de reclusión, y donde también se carga y descarga material de campaña y en cuyas instalaciones gobiernan sus adeptos.   

El Perú ha emergido con un notable crecimiento económico y una institucionalidad mas solida en mucho debido a la sensatez económica de los últimos gobiernos y a una democracia aunque endeble y ruidosa, democracia al fin. Sobre todo lo avanzado se cierne esta elección y las opciones que representan dictaduras corruptas y criminales como son las de Fujimori y Chávez.

Así las cosas, un amplio sector de los peruanos, no están representados en esta discusión, y muchos han decidido recurrir a una práctica odiosa, elegir al menos malo. Ese ejercicio lo hice en la primera vuelta y a estas alturas lo encuentro una concesión excesiva, por ello y porque ambas opciones reivindican la intervención del Estado y sus terribles consecuencias, corrupción, asistencialismo, populismo, mercantilismo, fascismo y socialismo, alejándose así de lo que entiendo y defiendo como el sistema de libre mercado, invalidare mi voto, al que debo asistir por fuerza, será la continuidad de una larga oposición al estatismo.

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